“Yo viví la caída de la Unión Soviética”

Boris Gutiérrez Cimorra nació en Moscú en 1944 y vivió hasta los 33 años en la URSS. Allí estudió y creció en una ‘verdad’ que con el tiempo descubrió que no lo era



ALMERÍA HOY / 01·01·2022

Boris Gutiérrez Cimorra es hijo de Eusebio Gutiérrez Cimorra, que fue director durante la Segunda República de Mundo Obrero, el periódico del Partido Comunista de España. Nació en Moscú en 1944 y vivió hasta los 33 años en la URSS. Allí estudió y creció en una ‘verdad’, la que dictaba el comunismo, que con el tiempo descubrió que no lo era. Ahora, desde España se dedica a transmitir su experiencia como periodista en Radio Moscú emitiendo hacia América Latina. Para eso ha escrito varios libros, como ‘La voz que venía del frío’, e imparte charlas.

- Su padre decidió irse de España con la familia al acabar la guerra temiendo por su vida porque había sido alguien destacado durante la República.
- Se exilió en uno de los últimos barcos que salieron de Valencia hacia Argelia. Desde allí continuó viaje hacia la URSS junto con Dolores Ibárruri y otros miembros del Comité Central del PCE de entonces, así como algunos periodistas compañeros suyos en Mundo Obrero. Allí permaneció durante 39 años, hasta que pudo regresar tras la muerte de Franco. En la Unión Soviética trabajó durante un año como secretario de Prensa del Komintern, que era el máximo órgano de la Internacional Comunista. Como decía mi padre, ‘la catedral’.
- ¿Con quién se relacionaba su padre en aquellos años?
- Con toda la flor y nata del comunismo. El búlgaro Dimitrov; toda la cúpula del PCE, empezando por el secretario general José Díaz; el italiano Togliatti… Con todos los líderes comunistas del mundo.
- ¿Llegó a tratar su padre a Stalin?
- Por supuesto. El Komintern era dirigido, controlado, vigilado y también ‘limpiado’ por Stalin, porque llevó a cabo varias purgas en ese órgano. El Partido Comunista de España no sufrió especialmente la persecución del líder soviético, pero el alemán fue defenestrado por completo. Les culpó del ascenso al poder de Hitler. Stalin estaba convencido de que el triunfo de Adolf Hitler se debía a que el Partido Comunista Alemán no había estado a la altura.
- ¿Le queda un buen recuerdo de la Unión Soviética?
- Mis recuerdos de aquellos años están vinculados a mi padre, que era un romántico del comunismo. La mayor parte de los afiliados al PCE en España provenían del proletariado. Eran gente humilde y trabajadora. Sin embargo, mi padre procedía de una familia acomodada, burguesa y bastante rica. Tenía una buena educación que le disponía hacia la búsqueda de la verdad y del bien. Era muy instruido y estaba muy influenciado por la literatura, que despertó en él la ilusión romántica de intentar cambiar el mundo para mejor. Veía que su familia vivía desahogadamente mientras mucha gente pasaba hambre y necesidades. Esa situación le llevó a pensar que el mundo no funcionaba bien y se empapó de los textos marxistas.
- ¿Usted también fue comunista?
- En un principio, sí. Sin embargo, en Moscú vi muy pronto las diferencias que existían entre la realidad y lo que nos mostraban por medio de la educación. Al terminar el bachillerato, con 17 años, las ideas que nos metían en la URSS de que el sistema comunista era el más justo, en el que nunca iba a faltar un trabajo para cada persona, empezaban a chocar con los privilegios que podía observar que disfrutaban las élites. Veía cómo los hijos de los gerifaltes del Partido iban a determinados colegios inaccesibles para los demás. No todos éramos iguales. Empecé a discrepar muy joven y discutía mucho con mi padre, que no era nada dogmático. Él creía que la idea era muy buena, pero que no se estaba aplicando bien. Él me decía “Boris, el bien no existe, pero cada uno debe procurar ser lo mejor posible para que la sociedad también lo sea”.
- ¿Llegaron a ser represaliados por el régimen soviético?
- En absoluto, todo lo contrario. Mi padre trabajaba en Radio Moscú y era toda una estrella en la URSS. Un periodista brillante que recibió el único micrófono de oro entregado por la emisora en sus más de 80 años de existencia. Eso le reportaba ciertos privilegios, aunque no tan grandes como los que disfrutaban los jerarcas del Partido. Estaba afiliado al PCE, pero nunca estuvo en el Comité Central. Tampoco en Radio Pirenaica, que emitía en español desde Rumanía y la dirigía Ramón Mendezona, buen amigo de mi padre. Ambos trabajaron juntos en Radio Moscú y, primero, en la redacción de Mundo Obrero en Madrid, pero mi padre pertenecía ya a la órbita soviética de Radio Moscú.
- Mientras la Pirenaica estaba dirigida a España.
- Radio Moscú también emitía para España.
- Pero, además, para toda Sudamérica.
- Con una redacción diferente para América Latina, en la que yo estuve trabajando.
- ¿En qué consistía su trabajo? - Se trataba de transmitir la superioridad del sistema socialista; las ventajas sociales y los logros del pueblo soviético en todas las facetas de la vida, así como expresar la postura de la URSS sobre los diferentes acontecimientos mundiales. Otro de los objetivos consistía en competir con las grandes cadenas de radiodifusión occidentales y ‘desenmascarar’ la propaganda anticomunista que propagaban emisoras como La Voz de América, La Onda Libre Alemana o la BBC. También se procuraba animar a los gobiernos de los países en vías de desarrollo para que escogieran el camino del socialismo en lugar del capitalismo.
- Es decir, hacían una labor de propaganda comunista.
- Efectivamente. Se destacaba la prevalencia de la URSS en deportes como el ajedrez o en el ballet. Se insistía en que todo el mundo podía acceder y entrenar de manera gratuita, como también era gratis la vivienda o la enseñanza.
- ¿Usted estaba convencido de la certeza de esas noticias que daba por la radio?
- Evidentemente, por Radio Moscú no podía salir ningún atisbo de crítica. Yo procuraba evitar la información política y dedicarme más a la cultural, donde era cierto que se habían alcanzado grandes logros, así como en ciencia y tecnología. En esos ámbitos coincidía la verdad oficial con la realidad, por lo que no era necesario mentir. En otros órdenes me hubiera gustado ofrecer una visión distinta a la que nos imponían, pero no se podía.
- Entre los compañeros de la redacción, ¿hablaban con libertad?
- No. Había personas muy dogmáticas y otras algo más críticas, pero no se podía criticar abiertamente al gobierno. Podías pensar, pero a la hora de hablar había que extremar el cuidado y decir sólo lo que debías.
- ¿Había personas dedicadas a vigilar lo que ustedes decían?
- Por supuesto. En Radio Moscú había un departamento dedicado a vigilarnos. Pero lo más triste es que podía delatarte cualquiera. Algunos por mera envidia o ambición. Por eso, en nuestras reuniones, en las relaciones de compañeros del día a día, se criticaba muy poco. Todo lo más, algún chiste entre amiguetes en los pasillos, pero no más allá.
- ¿Recuerda el caso de algún compañero represaliado de forma especialmente violenta?
- No, aunque oí algunos casos. Todos sabíamos dónde estábamos trabajando y cuáles eran las condiciones, pero siempre quedaba la esperanza de que pudiera ser mejor. También había que entender que desde que tenías uso de razón te estaban adoctrinando en que todo era gratuito, lo que no dejaba de ser cierto; o que podías acceder a cualquier puesto en función sólo y exclusivamente de tus méritos, que era verdad. Eso era bueno y, de manera subconsciente, guardabas tus críticas porque estabas convencido de que el mundo capitalista era peor, aunque no lo conocías porque no podías salir. Yo no pude hacerlo hasta que terminé la carrera de ingeniero aeronáutico y pasé a ser un privilegiado al que se le permitía viajar fuera de la URSS para ver a familiares en un país neutral, porque no podíamos entrar a España.
- ¿Y qué creía que pasaba fuera de la Unión Soviética?
- Creíamos que las posibilidades no eran las mismas para todos ni iguales a las que disfrutábamos en la URSS; que había muchas personas sin trabajo. Las imágenes que se emitían de EEUU eran siempre de negros rodeados de basura y viviendo entre escombros; manifestaciones contra los distintos gobiernos. Occidente era un mundo oscuro y sombrío que te impactaba. Algunos corresponsales te contaban un poquito más, pero la imagen que nos llegaba del otro lado del Telón de Acero era muy poco deseable.
- ¿Veían películas americanas que pudieran redimir esa visión apocalíptica de Occidente que les mostraban?
- Tras la II Guerra Mundial, como todavía eran aliados, venían algunas, siempre musicales que no permitían extraer conclusiones sobre la vida real. Pero la educación es lo más importante. Es lo que mueve el mundo.
- Y por eso usted tenía una mente crítica, pero domesticada.
- Efectivamente. Veía mal ciertas cosas que ocurrían en la URSS, sin embargo, estaba convencido de que los demás países estaban peor y confiaba en que todo se arreglaría con el tiempo. De hecho, notabas que la propia Unión Soviética iba cambiando. Yo nací en 1944 y Stalin murió en 1953. Tengo el recuerdo de la gente llorando su muerte de manera sincera.
- También desfiló mucha gente mostrando su dolor ante el cadáver de Franco.
- A Stalin le sucedió el ‘deshielo’ de Kruschev, quien decía que la cosa no pintaba tan bien en la URSS. Eso ya indicaba una mejora y el reconocimiento de lo que muchos intuíamos, y todo fue evolucionando hasta llegar a Gorbachov. Mientras estabas en la escuela, la familia te protegía y cubría todas tus necesidades. Yo terminé el Bachillerato con matrícula de honor y tenía derecho de continuar los estudios en cualquier institución tras superar un examen de ingreso. Debido a la propaganda, pensé que la mejor carrera debía ser la Ingeniería Aeronáutica. Acabé la carrera también con matrícula de honor, pero no tardó en llegar el primer choque. Para entrar en la agencia aeronáutica estatal había que superar una prueba consistente en cuatro exámenes. Superé los tres primeros con sobresaliente, pero en el último, que era de matemáticas, me pusieron para resolver el triple de problemas que al resto. Fallé uno y me puntuaron con una nota más baja. Después supe que no permitían acceder a extranjeros. Fue la primera injusticia que viví en mis carnes.
- ¿Cuándo se dio cuenta de que había vivido en un engaño?
- Con 23 años fui a Hendaya para reunirme con mi familia. Al regresar pasamos una semana en París. Esos siete días fueron fundamentales para conocer las mentiras que nos contaban sobre el mundo occidental. Por otra parte, cuando nuestros parientes nos contaban lo que sufrían con su dictador en España, yo pensaba para mis adentros que el régimen de Franco era un chiste al lado de la tiranía que soportábamos en la URSS.
- ¿Se ha propuesto dar a conocer la realidad que vivió en la Unión Soviética?
- Así es. Cuando llegué a España tuve que reconvertirme. Aquí empecé a trabajar en la Banca y dediqué 20 años al comercio exterior con Rusia. Después, me he dedicado a escribir sobre cómo un país tan grande como Rusia emprendió un camino equivocado tras derrocar al zar Nicolás II, y cómo los distintos regímenes comunistas han fracasado en todos aquellos países en que se han implantado.
- ¿Las ideologías comunistas acaban generando conflicto en países occidentales como España?
- Tras haber vivido 33 años en un país socialista y llevar 40 en uno capitalista, para mí lo más importante es cuál de los sistemas permite vivir con más libertad. En la URSS vivía como en una cárcel, y al salir de allí he comprobado que los países con libertad funcionan de forma más eficaz y tienen mejor futuro.
- ¿El socialismo respeta la libertad?
- No, y por eso no funciona.
- ¿La socialdemocracia occidental la respeta?
- Sí, pero tras añadir la democracia al socialismo clásico.
- El desconocimiento de la Historia ¿limita la libertad de las personas?
- Porque siempre habrá alguien que nos la venda a base de medias verdades. Por ejemplo, ¿qué es la igualdad? ¿qué es la libertad? Cuando algunos hablan de explotadores y explotados ocultan que, para poder vivir, todo el mundo ha de trabajar para otro o para sí mismo. En un régimen comunista se hace para el Estado, que se convierte en explotador. Es así de simple. Alguien te paga porque le interesa tu trabajo. A partir de ahí, existen diferentes sistemas de organización económica, unos más eficaces que otros, y la Historia ha demostrado que la igualdad en los salarios, como ocurría en la URSS, conduce al fracaso. Yo he vivido de manera personal la caída de la Unión Soviética y sé de lo que hablo. Nadie me lo ha contado. Fue por esa falsa igualdad, por la falta de libertad y de motivación. Duró 74 años a pesar de los inmensos recursos de que disponía.
- Y después de todo lo que usted ha vivido y conocido, ¿entiende que alguien sea capaz de matar por unas ideas?
- Sí, porque la ceguera ideológica es tremenda. Nubla la mente y la gente es capaz de matar porque no tiene más argumentos. Sin libertad de leer y contrastar, el hombre queda ideológicamente cerrado, lo que, aliñado con las oportunas dosis de patriotismo y nacionalismo, le convierte en un matón en potencia. Un ejemplo de ello fue Ramón Mercader. Mató a Trotski. Yo le conocí cuando regresó a Moscú después de cumplir 20 años de cárcel en México. Fue recibido con todos los honores. Incluso le otorgaron una condecoración. Mi padre le preguntó por la vida que había entregado a la causa, y él le respondió que algunos habían vivido engañados, pero unos más que otros.
- ¿Qué dirección observa en el socialismo español en estos momentos?
- Una dirección socialista ortodoxa. La misma que ha fracasado en todo el mundo. Ha emprendido el camino de Venezuela, que es un calco tardío de la URSS y se ha convertido en uno de los países más pobres del mundo a pesar de todo el petróleo de que dispone.
- ¿Qué necesita la sociedad para ser consciente de lo que significa un sistema socialista como el que usted ha vivido?
- La ignorancia es el peor defecto de un ser humano. La educación es muy importante, y no consiste sólo en aprender a leer. Significa conocer la Cultura y la Historia del propio país y las de otros. Sin embargo, la gente no lee ni estudia. Ése es el problema. Los españoles que han viajado a Cuba han vuelto horrorizados porque pensaban que aquello era otra cosa muy diferente a la real. Lo mismo ocurre en Venezuela. La gente no conoce la Historia de España. No sabe cómo actuaba la izquierda antes de la Guerra Civil. Igual que en la Unión Soviética. Allí no existía la Historia anterior a 1917, y cuando vine a España observé que se habían tachado los 40 años del régimen de Franco. Los ciudadanos tienen el deber de conocer la Historia y extraer sus propias conclusiones, no las impuestas por alguien. Muchos creen conocer el marxismo sin haber leído nada acerca de él, sólo por lo que han interpretado otros.