El urbanismo en El Argar

La Cultura de El Argar floreció y extendió su influencia por el sureste peninsular hace más de cuatro mil años, durante la Edad del Bronce. Debe su nombre a Luis Siret tras sus investigaciones en el yacimiento situado en Antas


Trazas del estudio geofísico realizado por Helmut Becker en El Argar en 1991.


LUIS CANO* / ALMERÍA HOY / 18·09·2021

En las márgenes del Rio Arqueológico Antas, según lo denomina Gabriel Martínez Guerrero, se ha desarrollado gran parte del proceso evolutivo del ser humano. Desde la Cultura de las Cuevas, a la Cultura de Almería, en El Gárcel o La Gerundia, hasta la Cultura del Argar, en El Lugarico Viejo, Fuente Bermeja o El Argar, donde probablemente se situó la capital del Estado Argárico que ocupó, con fronteras estables, un territorio de más de 35.000 km2 en las provincias de Almería, Granada, Jaén, Murcia, Alicante y Ciudad Real.

La Sociedad de El Argar supuso un hito en el desarrollo de la vida sedentaria y el urbanismo, en el despegue de la metalurgia y en la formación de las desigualdades políticas y económicas. Fundó, por primera vez, auténticas ciudades, y sistemas de ciudades, habitadas durante siglos por centenares de personas. Estos asentamientos ofrecen una oportunidad excepcional para el avance en el conocimiento y la comprensión de la Cultura de El Argar que constituye una etapa clave de nuestro pasado.

La Cultura Argárica se desvaneció sin dejar huella, y sin que los especialistas hayan llegado a un acuerdo sobre la causa concreta que explique su desaparición, a mitad del segundo milenio a. C., sin que volviesen a surgir ciudades dentro de su ámbito hasta mil años después, en época ibérica.

Las Ciudades Argáricas

El desarrollo de la Cultura de El Argar, y el cambio cultural que supuso el inicio de la Edad del Bronce, conllevó una ruptura con las tradiciones calcolíticas en el urbanismo, los rituales funerarios y los sistemas de producción.

Con este avance se produjo un incremento de la superficie y del número de habitantes de los poblados, que dio lugar a una nueva concepción del urbanismo para facilitar su desarrollo y mejorar sus comunicaciones. La defensa de la población y el control de las vías de comunicación, y de las zonas de captación de recursos, eran los principales condicionantes para la elección del lugar de implantación de una población.

Los emplazamientos en lugares elevados fueron los más habituales, de los que son ejemplo los poblados de Fuente Álamo, en Cuevas del Almanzora, Castellón Alto, en Galera, y La Bastida en Totana. Algunos asentamientos, dedicados principalmente a labores agrícolas y ganaderas, se ubicaron en llanuras, sin estructuras defensivas. En cualquier caso, la morfología urbana de las ciudades estuvo fuertemente condicionada por la topografía.

El Yacimiento de El Argar

El yacimiento de El Argar está situado, en el centro de la comarca, delimitada por las sierras de Almagro, Almagrera, Cabrera, de Bédar, estribaciones de Los Filabres y el mar Mediterráneo, asentado sobre una meseta de forma irregular, de unas tres hectáreas de superficie, fácilmente defendible de forma natural. Ocupa un lugar estratégico, cercano a fuentes de agua, tierras de cultivo en las zonas inundables de los meandros del rio, pastos para el ganado, tierras arcillosas para la alfarería y, en su época, a bosques para la obtención de la madera como combustible.

No se tiene constancia de que contase con una muralla para facilitar la defensa ante ataques externos, puesto que la ciudad estaba protegida por la topografía del emplazamiento y por el sistema de ciudades fortificadas, situadas en las faldas de las sierras perimetrales de la comarca: Fuente Álamo, El Oficio, San Miguel, Lugarico Viejo, Gatas y El Barranco de la Ciudad.

Las excavaciones de Luis Siret y Pedro Flores estuvieron encaminadas a la obtención de ajuares funerarios y a la documentación de los enterramientos sin que, de sus estudios se pueda deducir la morfología de la estructura urbana del asentamiento. No obstante, un estudio minucioso de la riqueza de los ajuares funerarios en relación con el emplazamiento de los enterramientos puede proporcionar una posible jerarquización de las distintas partes de un lugar sensiblemente horizontal. En otros asentamientos esta jerarquización viene dada por la altitud, o por la singularidad de la zona.

A principios de los noventa, Hermanfrid Schubart, director del Instituto Arqueológico Alemán de Madrid, trajo hasta El Argar al geofísico Helmut Becker, conocido por su éxito en las investigaciones de Troya, para realizar una prospección magnética que le permitió mostrar la traza de los muros que se encuentran en el subsuelo de la meseta, en la que predomina la geometría ortogonal.

Además, Schubart realizó tres sondeos que le permitieron afirmar que algunos muros que aparecen en el plano de Becker pueden corresponder a la Edad del Bronce, aunque en su mayor parte corresponden a una ocupación medieval islámica que se superpuso a la argárica.

Recientemente se ha realizado otra prospección geofísica mediante georradar en la zona central del yacimiento, en la que se han detectado, bajo las estructuras de época islámica, otras circulares o semicirculares que contrastan con posibles edificios de tipo rectangular y muros rectilíneos, en esa zona central del yacimiento.

Todos estos datos permiten intuir la pujanza del sitio en la Edad del Bronce. El plano de la planta de la Ciudad de El Argar nos permitiría conocer el ideal urbanístico de este importante periodo de nuestra historia.

La Casa Argárica

La vivienda argárica era lugar de residencia y de trabajo. Aunque podían disponer de varias estancias, contaba con dos habitaciones. La principal, a la que se accedía directamente desde el exterior, ocupaba tres cuartas partes de la superficie total y se utilizaba para realizar trabajos que necesitaban luz. También contenía el hogar y un área para el descanso. La segunda habitación se utilizaba como despensa en la que se almacenaba, principalmente, el cereal que era la base de la alimentación de la sociedad argárica. Predominan las formas rectilíneas con plantas rectangulares, cuadrangulares, pentagonales o absidales.

Los muros de las edificaciones se construían con piedras de canteras cercanas, devastadas y colocadas en hiladas horizontales, o en espiga, unidas por argamasa de barro y elementos vegetales, como la paja, para dar consistencia a la unión de las diferentes hiladas. Los muros podían tener una altura de algo más de dos metros, o conformar un zócalo sobre el que se levantaba otro de adobe. Las cubiertas eran planas o a un agua, con poca pendiente, realizadas mediante troncos de madera y entramado de cañas y esparto, cubierto con barro para impermeabilizar. En las dependencias de mayor superficie se colocaban pilares de troncos de madera empotrados en el suelo y ajustados con piedras de diferentes tamaños.

Las casas se articulaban mediante calles y pequeñas plazas. La relación entre los tipos de viviendas y la morfología urbana de los asentamientos estaba estrechamente condicionada por la topografía y las características del lugar, por eso interesa tanto conocer la forma urbana de El Argar.

*Luis Cano es presidente del Colegio Oficial de Arquitectos de Almería.