“Seré el Bárcenas del Rock’n’Roll: Desenmascararé a todos los cabrones del negocio”

Eric Jiménez presentará este viernes en Antas ‘Viaje al centro de mi cerebro’, la segunda parte de sus memorias. No obstante, el batería de Los Planetas y Lagartija Nick advierte que conserva recuerdos “para muchísimo más”


Eric agradece a la música su contribución para recuperar la autoestima. Foto: Raquel López.

ALMERÍA HOY / 05·08·2021

Eric Jiménez presentará este viernes en Antas ‘Viaje al centro de mi cerebro’, la segunda parte de sus memorias, un libro que comenzó a escribir un día, a las cinco de la mañana, sobre la arena de la playa carbonera de El Ancón, tras su participación en las Jornadas literarias de 2019. No obstante, el batería de Los Planetas y Lagartija Nick advierte que conserva recuerdos “para muchísimo más” - Después de publicar dos libros de memorias, ¿quedan recuerdos para más?
- Para muchísimo más, pero todo depende del estado de ánimo en que me encuentre; si me apetece seguir contando o no. Porque cada vez que salgo me pasa algo con entidad suficiente para ocupar una página.
- Además de lo contable, ¿qué pesa más, la bolsa de recuerdos que te niegas a contar o la que encierra todo lo que has olvidado?
- Pesa mucho más la que contiene lo que no quiero compartir. Siempre existen recuerdos que se deben reservar por cuestión de dignidad; porque hundirían en la mierda a cualquiera que las contara. Cuando el cantante de Jesus & Mary Chain me saludó con un ‘sex & drugs & Rock’n’Roll’, yo le contesté ‘sex, ok; drugs, ok; pero que le den por culo al Rock’n’Roll’. Te puedes hacer una idea de las historias que hay ahí, pero todos tenemos nuestra caja de secretos que nos hace personas más dignas. Por otro lado, en la vida se suceden trabas, zancadillas y mucha gente de la industria que te lo ha puesto imposible o te ha amargado. Dan ganas de desenmascararlos para que la gente sepa qué clase de cabrones se mueven en este mundo. Eso hay que contarlo, pero sólo podré hacerlo cuando me retire. Probablemente escriba un libro con un botón rojo para, desde mi lecho de muerte, enviarlo a las redes con un ‘a tomar por culo, cabrones’, y que todo el mundo se entere de lo que vale un peine. Seré el Bárcenas del Rock’n’Roll.
- Un botón rojo. Tu primer libro tenía las tapas amarillas y el segundo, naranjas. Parece que irán ganando en intensidad cromática.
- Voy a recorrer todo el espectro cromático de la bandera gay hasta llegar al rojo.
- En ‘Viaje al centro de mi cerebro’ aparece Florent casi como un segundo protagonista de este tomo de memorias, ¿temes que se le ocurra escribir las suyas o agradecerías que lo hiciera para recordar olvidos?
- Florent es un tipo totalmente musical. Si quieres enviarle una carta, más te vale cantársela, porque no la va a leer. No va a escribir sus memorias en la vida. En todo caso, las grabaría. Muchas personas se abren a varias disciplinas artísticas, pero Florent vive entregado al 100% a la música. No ha leído mi primer libro. Le llegan rumores de cosas que cuento en las que aparece y me pregunta al respecto, sin embargo, no lo ha leído y te puedo asegurar que no lo hará jamás. En cualquier caso, la mayoría de los músicos de mi edad no se acuerdan de casi nada. Da igual que se hayan castigado más o menos. Cuando has tocado en tantos sitios y conocido a tanta gente, sueles confundir gran parte de las experiencias. A mí me pasa. A pesar de que tengo buena memoria, estoy seguro de que he mezclado algunos sucesos. Lo que cuento es real, pero a lo mejor sucedió en otro sitio. La verdad es que me importa un bledo. No estoy hablando de hechos históricos. Se trata únicamente de cosas que me han pasado y, ahora, me la pela si algo ocurrió en Palencia y no en Valladolid. Un ejemplo es lo que cuento acerca del concierto de aniversario de ‘Una semana en el motor de un autobús’; escribí que era el 25º cuando, en realidad, fue el 20º. A esos detalles no le presto mucha atención. Pero, resumiendo, Florent no va escribir unas memorias.
- De joven eras muy tímido, aunque también muy observador.
- Es cierto; siempre he sido muy reservado. Lo fui hasta bien entrada mi carrera profesional en la música. Con la infancia que pasé, tuve una autoestima muy baja. Me sentía inferior a los demás. Aún me queda algún ramalazo de eso. Como conté en ‘Cuatro millones de golpes’, la música me devolvió la confianza. Vi cómo había gente que empezaba a aceptar, que me tomaba cariño y me seguía. Entonces comencé a recuperar esa autoestima que no tenía. Al principio sólo me abría en grupos muy cercanos y cerrados. Si conozco poco a la gente, soy muy reservado. Ahora hago más el payaso. A veces le dicen a mi mujer, cuando estoy en confianza, con mis bromas, que en casa no se aburrirá, pero ella siempre responde que claro que se aburre, porque soy un malafollá. Sin embargo, puedo pasar de la más absoluta timidez a la desvergüenza más extrema. Son dos estados que viven dentro de mí. Tal vez son secuelas de haber sido una persona muy insegura que ha recuperado la confianza con el tiempo. Antes sólo perdía la vergüenza con los conciertos, el alcohol y la fiesta.
- La recuperación por la música debió comenzar muy temprano Ya a mediados de los 80, durante un concierto en el Zaidín, te tiraron los tejos los de Radio Futura para que fueras su batería.
- Ése era el momento en que empezaba a cobrar autoestima gracias a la música. No obstante, existía otra parte de mí, la emocional, que seguía por los suelos a base de parejas frustradas. Porque yo siempre he buscado una estabilidad sentimental. El Rock’n’Roll lo he tenido desde pequeño, pero en la otra parte de la vida lo he pasado muy mal. No he tenido mucha suerte. Podía estar recuperando la confianza en mí mismo encima del escenario, pero en la vida me sentía totalmente vacío. Mientras estaba con la batería en mi burbuja, vivía un cuento de hadas porque estaba haciendo feliz a mucha gente. Sin embargo, al bajar las escaleras me daba en los morros de nuevo con la realidad. De pequeño siempre estuve muy solo. Soñaba con estar muy bien acompañado. Ese sueño se está cumpliendo ahora. A diferencia de otros músicos que han tenido una vida normal y luego descubren la fama, en mi caso ha sido al revés. Siempre he buscado la estabilidad porque he necesitado sentirme querido por el público y, además, saber que existe una nave nodriza en la que hay alguien esperándome.
- Esa dualidad que cuentas es una constante a lo largo de ‘Viaje al centro de mi cerebro’.
- Es un poco como mi vida y mi día a día. Puedo levantarme haciendo el tonto descojonado de risa, pero, a medida que avanza la jornada, me pueden venir recuerdos u ocurrir cosas que me afectan mucho. Hay un tiempo en que estoy riéndome de todo, y otro en que me siento enamorado de la vida y de lo que me rodea. Creo que mi plenitud de felicidad la tengo ahora mismo. He encontrado por fin un equilibrio. Antes llevaba el humor como bandera porque estoy convencido de que reírse de las cosas es bueno para la salud mental. No obstante, al encontrarme emocionalmente mal, alternaba las risas con el llanto. No tiene nada que ver con la bipolaridad; simplemente me río y me emociono por todo. Eso se refleja en el libro, que, a fin de cuentas, está escrito a base de relatos de mi vida, con todos sus altibajos. ¡Y menos mal que el sentido del humor ha sido mi medicamento!
- Dedicas un capítulo a la última banda en la que tocas, Fuerza nueva. Al principio de tu carrera, con KGB, tuvisteis problemas con la Unión Soviética porque el nombre y el logotipo eran marcas registradas de la URSS, ¿habéis tenido ahora algún requerimiento por parte de los herederos de Blas Piñar?
- Con los herederos de Blas Piñar, no, pero sí con todo el mundo, porque a la gente le encanta opinar sin leer ni analizar aquello sobre lo que se pronuncia. En las redes sociales, es demasiado frecuente que el personal emprenda batallas sin haber entendido nada. Confieso que a mí me daba grima el nombre, pero lo que ha sucedido ha sido una prueba de la intolerancia que campea tanto en la derecha como en la izquierda. Son igual de intolerantes, porque este disco viene a decir que los partidos e instituciones se apoderan de himnos y banderas y los hacen suyos. A mí me parece de puta madre. Yo hago el himno como me sale de mis cojones y lo reinterpreto como quiero. Ahora bien, en el momento en que lo hago, observo que no sólo se cabrea la derecha, sino también la izquierda. En realidad, son muy parecidos en cuanto al ejercicio de la intolerancia. Esto nos ha hecho figurar como grupo ‘non grato’ en muchos festivales. Los organizadores creían que pondrían bombas o iría gente con el único propósito de matarnos. Se acojonaban. Pensaban que, si nos contrataban, tendrían que invertir el doble en seguridad. Sin embargo, en los sitios a los que hemos ido han vendido todas las entradas. El espectáculo es la hostia. Requiere ir con la mente abierta. Olvidarte de símbolos y contemplar una reinterpretación de las cosas. Si permanecemos anclados en lo preestablecido, nunca avanzaremos. Y para que no haya confusiones, en el libro cuento cómo la hostia que me dieron en un autobús no tenía nada que ver con esta historia. Fue cosa de un zumbado.
- Por cierto, si escribes igual que tocas la batería, habrás destrozado muchos teclados.
- Ninguno, porque no escribo con ordenador. Lo hago con boli de gel. En primer lugar, no uso el ordenador porque tendría que poner al teclado las letras del tamaño de las de Hollywood. Pero, además, me gusta escribir con bolígrafo sobre papel a las cinco de la mañana. La letra que me sale es una puta mierda. Por cierto, el primer capítulo de este libro, el que dedico a la navidad, lo escribí en Carboneras. Tras la presentación del anterior en las jornadas literarias, me levanté a las cinco y me fui a la playa con unas hojas y el boli. Allí empecé este ‘Viaje al centro de mi cerebro’.