Benito Mussolini, fundador del fascismo italiano, siglo XX (1)


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ADOLFO PÉREZ

Tan convulsa fue la primera mitad del siglo XX en el mundo que en su transcurso se produjeron dos guerras mundiales, con un periodo  de veintiún años entre ambas: 1918 fin de la primera y 1939 comienzo de la segunda. Escribe el profesor Gastón Castellá que el internacionalismo proletario, sin embargo, no fue obstáculo al desarrollo de los nacionalismos imperialistas, ávidos por hacerse de las materias primas y tener nuevos mercados, así como el acrecentamiento de las fuerzas de las nuevas o viejas potencias, tales como Estados Unidos y el Japón; el Imperio británico, Alemania, Francia, Rusia e Italia, que engendraron nuevos antagonismos o reavivaron los antiguos, que condujeron al mundo a una primera guerra mundial (1914 – 1918).
Pero pronto los victoriosos aliados se desunieron a pesar de los esfuerzos de la Sociedad de Naciones, fundada para crear una comunidad organizada de los pueblos. Las rivalidades surgidas entre los vencedores, los humillados vencidos y el creciente materialismo fueron los factores responsables de lo precario de los tratados de paz que pusieron fin a la guerra, que agravaron la crisis de las democracias liberales a la que se sumó la escalada de la recesión económica mundial, lo que supuso un enrarecido ambiente político – social que favoreció las nuevas formas políticas: un nacionalismo agresivo unido a una radical revolución social, tales como el fascismo italiano, el comunismo ruso y el nacionalsocialismo alemán, cuya pretensión era esclavizar y someter al hombre y el pensamiento al Estado omnipotente, o sea, el Estado totalitario.

Y en ese contexto histórico emergió la figura del italiano Benito Mussolini, que nacido en el seno de una sencilla familia campesina, vino al mundo en Doria di Predappio (Romaña, región central de Italia) el 29 de julio de 1883. Su padre, Alessandro Mussolini, era un socialista que fue a la cárcel por promover desórdenes durante unas elecciones. Su madre, Rosa Maltoni, maestra de escuela, que con las cincuenta liras que le daba el Estado mantenía a la familia, era una devota católica que a la vez de la enseñanza se encargaba de las tareas del hogar. Ella fue la que guio los primeros pasos de su hijo y aunque el padre se desentendió de la educación del niño, su socialismo influyó en el joven Benito. En un principio la madre le enseñó a leer, escribir y contar; después, en un colegio salesiano, cursó la enseñanza básica y a continuación la elemental en un centro laico.

Benito Mussolini era alto para su edad, fuerte, hábil para las manualidades y con buenas dotes para la percepción rápida. Por tales peculiaridades tuvo gran éxito entre sus compañeros. Su rendimiento escolar era bueno, sobre todo en los campos de la Historia, la Geografía, la Lengua italiana y la Pedagogía. Después de tres años de estudio, el 8 de julio de 1901, obtuvo el diploma de maestro y siguió con su formación clásica y humanística. Se expresaba bien por escrito y su estilo hizo de él un periodista brillante y polémico. En su tiempo de estudiante tuvo sus primeras experiencias sexuales y comenzó sus escarceos con mujeres, que según datos aportados por sus biógrafos a lo largo de su vida tuvo un número exagerado de amantes ocasionales. Enseguida comenzó a buscar un puesto de trabajo y pronto encontró uno como profesor en Gualtieri (región de la Emilia), pero duró poco debido al gran escándalo que se organizó por el lance amoroso que tuvo con una mujer casada. De esa primera experiencia se dio cuenta que carecía de vocación docente y se marchó a Suiza donde estuvo dos años, hasta 1904. Su estancia en Suiza fue decisiva para su entrada en política. Allí se involucró en el radicalismo debido a la marginación social de que eran objeto los emigrantes italianos, naturalmente se puso a su lado. Y ante la comunidad italiana practicó su oratoria. Con ese prometedor principio se inició en política, que coronó con su entrada en la cárcel de Berna por estar de parte de la huelga de carpinteros. Ya en Italia se incorporó a filas durante año y medio, muriendo su madre el mismo día de su ingreso, 19.02.1905.

De su paso por el Partido Socialista, al que estaba afiliado, le atraía su faceta revolucionaria y poco la reformista. En 1910 accedió a la secretaría de la federación de Forlì y poco después se convirtió en editor del semanario La Lotta di Classe (La lucha de clases). La victoria del ala radical sobre la reformista en el congreso socialista de Reggio nell'Emilia, celebrado en 1912, le proporcionó un mayor protagonismo que aprovechó para hacerse cargo del periódico milanés Avanti, órgano oficial del partido, que lo convirtió en el dirigente más popular del PSI. En sus artículos en contra de la élite del partido defendía el acercamiento a ultranza de las masas, que deberían oírse, decía. El 7 de junio de 1914 tuvieron lugar violentos enfrentamientos en Ancona, cuando fuerzas del ejército intervinieron para dispersar una manifestación antimilitarista en la que hubo tres muertos y varias docenas de heridos, lo que dio lugar a una huelga general revolucionaria en la Toscana y las Marcas, que sin exigencias concretas, era más bien el confuso deseo de las masas de un cambio político, que debilitó los fundamentos del Estado liberal, de manera que se iniciaba un proceso durante el que Mussolini afirmaba en sus artículos que “Italia necesita una revolución y la conseguirá”. Eran los primeros signos de un proceso de revisión que el estallido de la guerra mundial debería acelerar.

No se puede escribir de Mussolini sin hacerlo de aspectos de su vida privada. La relación poco clara mantenida con Ida Dalser, natural de Trento, con la que se supone que se casó en 1914 (no existen documentos), relación que se complicó con el nacimiento del hijo mayor de Mussolini, Benito Albino, cuando ya era padre de Edda, hija que tuvo con Rachele Guidi, con la que estaba junto desde 1910, convertida en su esposa legal desde 1915 hasta la muerte de él en 1945, cuyo matrimonio tuvo cinco hijos. Es muy turbio y confuso lo sucedido con Ida Dalser y su hijo. Ella fue internada en un sanatorio psiquiátrico de Venecia donde murió en 1937, siempre pidiendo saber de su hijo, que se enroló en la Marina Real, el cual también estaba deseoso de saber de su madre. Finalmente, y por una profunda depresión, igual que su madre, lo internaron en un hospital psiquiátrico donde falleció en 1942. Este confuso episodio de la vida del Duce se mantuvo oculto.

Mes y medio después del conflicto de Azcona (ya visto), el 28 de julio de 1914 se inició uno de los mayores conflictos de la historia: la Primera Guerra Mundial, la Gran Guerra, en cuyo comienzo Italia era neutral. Mussolini se mostró a favor de la ‘neutralidad absoluta’ en clara sintonía con el Partido Socialista. Pero las disensiones del Gobierno italiano con el Imperio austrohúngaro, con el que en principio había formado la Triple Alianza al lado de Alemania, dieron lugar a que los italianos firmaran un pacto con la Triple Entente (Gran Bretaña, Rusia y Francia) con el fin de completar su unificación, así que el 24 de mayo de 1915 entró de lleno en la contienda contra Austria para hacerse de los territorios de Trieste Trentino y Alto Adigio. Sin embargo, Mussolini, defensor de la ‘neutralidad absoluta’, de repente defendió la entrada de Italia en la contienda, lo que le supuso ser expulsado del partido. Ya con treinta y dos años, Mussolini se alistó para ir a la contienda y el 31 de agosto de 1915 fue llamado a filas, incorporándose al frente hasta que el 23 de febrero de 1917 fue herido por la explosión de un lanzagranadas, terminando así su paso por la guerra. En junio siguiente ocupó de nuevo su puesto en el periódico Popolo d’Italia.

La guerra llegó a su fin y con su terminación se produjo gran decepción en el pueblo italiano, que a pesar de haber formado parte del bando vencedor no obtuvo ninguno de los territorios que esperaba conseguir del desaparecido Imperio austrohúngaro. En aquellos cuatro años de guerra la inclinación de Mussolini a colaborar recibió buenos estímulos, que ante el agitado panorama político – social de la nación, el 23 de marzo de 1919 en una asamblea reunida en la plaza del Santo Sepulcro de Milán, expuso su manifiesto sobre los ‘Fasci di combattimento’, formación de combate contra comunistas y socialistas. Entonces el proyecto de Mussolini era derribar el Gobierno de primer ministro Nitti para lo que aportaría los cambios que abrieran al fascismo la senda de sus posibilidades político - institucionales, aunque en 1919 sus expectativas electorales eran nimias; no obstante, dejó claro que el fascismo debía mantenerse y ser aceptado como una fuerza política frontalmente opuesta al liberalismo y al marxismo, defensora de la solidaridad nacional y la acción de todos sus miembros en torno a un líder; claros defensores de la patria, la ley y el orden, enfrentados violentamente a la izquierda. A pesar de sus modestas ambiciones en las elecciones de 16 de noviembre de 1919, el resultado electoral fue pésimo, en Milán obtuvieron 4.657 votos y solo un diputado de tantos como se presentaron.

El revés electoral suponía que el fascismo había errado el objetivo. Los ‘fasci’ se desmoronaron, sin que Mussolini pudiera ilusionar, más bien parecía que el movimiento fascista estaba sumido a tener el papel de subalterno. La grave turbulencia social, con continuas algaradas, supuso la caída del Gobierno Nitti y la llegada del primer ministro Giolitti (15.06.1920), que se alió con varios partidos, entre ellos el movimiento fascista. Una alianza de la que Mussolini intentó, con éxito, obtener ventaja. En las elecciones de 15 de mayo de 1921 obtuvo, junto con los nacionalistas, 45 diputados de los 500 que componían la cámara. En su primer discurso en el parlamento se definió contrario a la democracia y en lo esencial contra el socialismo. Meses después, el 9 de noviembre de 1921, se fundó en Roma el Partido Nacional Fascista cuya táctica era gobernar y seguir con la violencia de los grupos (fasci). Declaró que su intención era gobernar la nación para “garantizar la grandeza moral y material del pueblo italiano”. Se trataba del prólogo de la famosa ‘marcha sobre Roma’.

La célebre ‘marcha sobre Roma’ se puso en movimiento el 22 de octubre de 1922 en una acción coordinada de miles de fascistas, que en cuanto militar era una marcha grotesca, pues su significado era netamente político, sin que les preocupara el ejército que se mostraba neutral. El fracasado primer ministro Facta, que no consiguió que el rey Víctor Manuel III firmara el decreto del estado de sitio, dimitió. Mientras la marcha convergió en Roma el 28 de octubre, Mussolini permaneció en Milán en donde el día 29 se le anunció que el rey le había encargado la formación del gobierno, de modo que con urgencia viajó a Roma, siendo ésta la verdadera marcha sobre Roma. Al fin, el 30 de octubre de 1922 formó un gobierno de coalición, a la vez que los fascistas, los ‘camisas negras’, llamados así por el color de su uniforme, entraron triunfalmente en Roma. Y Mussolini, con su doblez de aparentar moderación, sin mucho esfuerzo consiguió el apoyo del parlamento y se entregó a la acción de gobierno, que pronto acabó en totalitario. Se había consumado la llegada al poder del fascismo apoyado por la clase conservadora de la sociedad.

Una vez que Mussolini accedió a la presidencia del Consejo de Ministros su Gobierno se dispuso de forma inmediata a adoptar medidas político - económicas de diversa índole. Medidas que aquí sería prolijo enumerar. Sin embargo, las primeras experiencias de gobierno fueron desastrosas. La irrupción de los fascistas en las sociedades, en las instituciones y en el bajo gobierno dieron lugar a una serie de famosos escándalos que menoscabaron la imagen del nuevo régimen, lo que hizo que Mussolini procediera a la renovación de los jefes con los que había llegado al poder, al mismo tiempo que suavizó su anticlericalismo y se acercó a la Santa Sede.

Bibliografía: Escritor Giovanni de Luna. Mussolini. Grandes biografías. Salvat Editores, S.A. Prof. Gastón Castella: De Luis XIV a la Segunda Guerra Mundial. Historia Universal Ilustrada, E Th. Rimli. Vergara Editorial.