La superliga y el superhombre


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JUAN LUIS PÉREZ TORNELL

“No es deporte si el éxito está asegurado o si no importa perder”
Guardiola

Decía Carl von Clausewitz que «La guerra es la continuación de la política por otros medios», pero si von Clausewitz hubiera sido hincha del Atlético de Madrid seguramente hubiese afirmado que « El fútbol es la continuación de la guerra por otros medios».

El fútbol es una especie de guerra infinita e indolora que apacigua nuestros instintos simiescos y nuestra propensión hacia la necesaria e inevitable violencia. Que decide, a la postre, quien es el macho alfa en un grupo concreto y consolida la naturaleza tribal y nacionalista que llevamos desde pequeños, como buenos primates. En ese sentido es un bien social que debe ser protegido: al convertir la competición en una liturgia canaliza la agresividad propia de la especie.

Los documentales de La2 y el atento estudio de “First Dates”, y programas similares, hacen inevitable la comparación. El mono, nos gusten o no sus hábitos, no está tan lejos después de todo.

La fallida “Superliga”, y las violentas reacciones de simios de distinta jerarquía, demuestra también otros aspectos políticos ligeramente enmascarados bajo la deificación de determinados deportistas: por ejemplo, es evidente que cualquier deporte de competición, es una actividad claramente antidemocrática y fascista. Competir es algo completamente desigual e insolidario: para que solo uno venza, muchos otros monos deben perder y ser por tanto humillados y postergados en la consideración propia y sobre todo en la ajena del grupo de espectadores deportivos, que, a este respecto, adopta una posición que no deja de ser femenil… Vae victis.

El derrotado, humillado y descendido a segunda división, lame sus heridas y rumia su venganza. Si desde un aspecto político se defiende la igualdad y se ataca la jerarquía económica del más fuerte, del poderoso, del ricachón…. ¿No debería denostarse el deporte de competición con los mismos argumentos? ¿no debería incluso prohibirse o limitarse, como el capitalismo o el librecambio?. ¿No debería restringirse la desigualdad de la humillación de un tanteo?. ¿No es el empate el mayor canto a la igualdad y a la fraternidad entre los seres humanos y los pueblos del mundo?

Florentino Pérez, el diseñador de la “superliga”, calificado en su día por Butragueño, como “ser superior”, es el macho alfa de la tribu madridista y solo quiere – igualitario y progresista- competir con otros machos aspirantes a la jerarquía. Se niega a empatar, e incluso a jugar, con equipos eslovenos, cuya derrota no le proporcionaría gloria alguna, y quizá algún coscorrón, y como espectáculo, la verdad es que ni siquiera entre los monos madridistas más acérrimos, tampoco tiene demasiado interés para “pagar por ver”.

Precisamente por eso resultan misteriosas las palabras de Pep Guardiola cuando dice que “ No es deporte si el éxito esta asegurado o si no importa perder”. El éxito es la antítesis de la derrota infligida al débil. Olvidando, como decía Gila, que los porteros tienen madres, que sufren cuando sus hijos encajan goleadas inmisericordes de los poderosos.

La emoción se erosiona, se desvanece, cuando vemos apalizar a equipos menores. El espectáculo se resiente cuando prevemos el final calamitoso y previsible del mono beta frente al macho alfa. Tenía razón el igualitario y progresista Florentino cuando pretendía salvaguardar la emoción del combate en buena lid de los iguales. No ha podido ser.