Carlomagno, emperador franco de la Edad Media


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ADOLFO PÉREZ

Carlomagno, gran personaje de la Edad Media, convertido en figura legendaria, presidió uno de los ciclos de los cantares de gesta franceses. Carlos I el Magno (en latín Carolus Magnus), que vivió entre los años 742 y 814, fue el primer monarca que gobernó “por la gracia de Dios”. Su papel se acrecentó al ser coronado emperador por el papa en la Navidad del año 800. El imperio significó la unidad de una gran parte de Europa en los aspectos cultural y religioso, y la unidad de Occidente bajo un jefe de poder temporal. Carlomagno comprendió que la evangelización era el único medio de mantener las conquistas. El cristianismo era para él más que nada un elemento de orden y estabilidad. Su reinado fue una sucesión continua de guerras contra diversos enemigos.

Se cree que Carlomagno nació en Herstal, ciudad natal de su padre, cercana a Lieja (Bélgica). No se conoce con exactitud la fecha de su nacimiento, que oscila entre el 2 de abril de 742 – 747 o 748. Era el hijo primogénito de Pipino el Breve, rey de los francos, al que a su muerte sucedió en el trono en el año 768, en cogobierno junto a su hermano Carlomán II, que al morir tres años después (771) evitó el conflicto entre los hermanos debido a las discrepancias surgidas entre ambos. La madre de los hermanos era Bertrada de Laon. Carlomagno se casó cuatro veces. Desiderata fue su primera esposa y las tres siguientes: Ildegarda, Fastrada y Himiltruda, más alguna concubina. Se le cuentan quince hijos legítimos.

El problema más acuciante que tenía Carlomagno al comienzo del reinado era la cuestión lombarda, que intentó solventar casándose con Desiderata, hija del rey lombardo Desiderio. Los lombardos eran un pueblo procedente del sur de la península escandinava y norte de Alemania, que fueron descendiendo hasta llegar al río Danubio y avanzar hasta Italia donde fundaron un reino. También se extendieron por zonas del oeste europeo. La lucha contra los lombardos se debió al conflicto surgido entre Desiderio y el papa Adriano que se negó a ungir a un hijo del jefe lombardo. Entonces Desiderio intentó conquistar casi todo el territorio pontificio, amenazando con atacar a la misma Roma. Ante la gravedad de la situación el papa pidió ayuda a Carlomagno, que estaba en guerra con los sajones, razón por la que intentó solucionar el problema por métodos diplomáticos, que no fructificaron, de modo que hubo de recurrir a la fuerza. Su ejército pasó los Alpes camino de Italia y Desiderio se refugió en Pavía. A partir de entonces se produjo la alianza de Carlomagno con el papado. Como recompensa por su actuación el papa Adriano le confirió el título de ‘Patricius Romanorum’. Desiderio fue hecho preso con su mujer y su hija mientras que su hijo consiguió escapar. En una segunda campaña contra los lombardos consiguió someterlos y el gobierno de Italia lo puso en manos de condes francos, a la vez que autorizó a los lombardos a conservar su constitución y sus leyes.

La moderación de Carlomagno respecto a los lombardos no fue igual en cuanto a los sajones con los que mantuvo un discontinuo conflicto que duró treinta años. Los sajones eran tribus germanas procedentes del noroeste de Alemania y parte de Holanda, su hábitat eran las tierras contiguas a la desembocadura del río Elba. Sobre el siglo V d. C. se expandieron por las islas británicas y norte de Francia. Eran paganos y adoraban a ídolos, crueles, astutos y taimados y no querían someterse a los francos a los que atacaban cuando Carlomagno atendía otros frentes, así sucedió cuando estaba enfrascado en la campaña de Italia contra los lombardos o luchando en España contra los musulmanes. Ellos mismos fueron responsables de la cruel suerte que les estaba reservada por su contumaz confrontación con los francos y la actitud hostil respecto a los misioneros cristianos a los que consideraban representantes del poder temporal. Sus acciones dieron lugar a la terrible venganza de Carlomagno, que castigó con espantosas crueldades y muchos sacrificios de vidas humanas. Finalmente se sometieron a los francos, no sin revueltas esporádicas. Fueron obligados a aceptar la dominación franca, de modo que el rey de los francos nombraba a los condes gobernantes de entre las familias sajonas. Cuando la sumisión del pueblo sajón parecía completa el papa felicitó y premió con generosidad a Carlomagno. Pero pasados ocho años hubo una nueva insurrección, hasta que en el año 804 fue aplastada y se obligó a miles de familias sajonas a establecerse en suelo franco y sus tierras cedidas a los francos. Al fin los sajones llegaron a ser fieles cristianos, de su seno salieron hombres que merecen ser citados entre los más eminentes del pueblo alemán.

Además de las campañas bélicas frente a lombardos, sajones y musulmanes hubo de enfrentarse a otros conflictos también de envergadura, así fue contra Baviera donde el duque Tasilón decidió hacerse independiente, que incluso le pidió ayuda al papa, quien lo amenazó con la excomunión si no se sometía a Carlomagno, que con un potente ejército lo doblegó. Tasilón confesó su traición y se le permitió conservar el ducado, pero alzaprimado por su esposa preparó una revuelta que fracasó al ser abandonado por todos. Una asamblea lo condenó a muerte y Carlomagno lo perdonó. Tasilón y sus hijos se hicieron monjes, su esposa Liutherga y sus hijas tomaron el velo en un convento, mientras que Carlomagno incorporó al imperio franco el ducado de Baviera (año 788). De este modo Carlomagno estuvo en disposición de dirigir todas sus fuerzas contra el imperio bizantino al que venció con la ayuda de ciudades italianas.

Asimismo, se vio obligado a luchar contra una tribu eslava al sur del mar Báltico y otra de más envergadura contra el pueblo nómada de los ávaros, que fue sometido. A fin de proteger los dominios del imperio Carlomagno utilizó las ‘marcas’, que eran territorios militares interpuestos, entre los del posible adversario y los suyos, al frente de las ‘marcas’ estaba el marqués, que fue el origen del título nobiliario de ese nombre. Famosa para nosotros fue la Marca Hispánica al sur de los Pirineos, que ocupaba el reino de Pamplona y los condados aragoneses y catalanes, cuyos territorios estaban situados entre el imperio franco (carolingio) y la Hispania musulmana. Por último, Carlomagno luchó contra los daneses, amenazantes del imperio por el norte. Y así el imperio de los francos se convirtió en una gran potencia, aumentado con extensos territorios.

En los últimos años del siglo VIII Carlomagno se convirtió en árbitro supremo del Occidente cristiano. Muerto el papa Adriano I le sucedió León III (795), que no contaba con el afecto de la nobleza romana, el cual renovó la alianza con Carlomagno, rey de los francos, al que nombró protector de la santa sede. Ocurrió que en abril de 799 cuando el papa presidía la procesión de san Marcos fue atacado por simpatizantes del papa anterior, lo depusieron y lo encerraron en un monasterio del que logró huir y pedirle protección a Carlomagno, que con una fuerte escolta lo reintegró a Roma, donde en persona se presentó para someter a los adversarios y con su arbitraje repuso a León III en el solio pontificio. En el año 800 d.C. tuvo lugar un importante acontecimiento en la Santa Sede de Roma durante la noche de Navidad, que entonces era el primer día del año y del siglo. Mientras Carlomagno estaba arrodillado ante las reliquias de san Pedro, de repente el papa apareció tras él llevando una corona en las manos que colocó sobre la cabeza del rey franco y todos los presentes lo aclamaron como el monarca más poderoso, que traería la paz al mundo. Su biógrafo Eginardo dice que Carlomagno quedó muy sorprendido al verse coronado por el papa.

La corona imperial fue para Carlomagno una pesada carga. Es innegable que en su acción de gobierno Impulsó el desarrollo cultural de su imperio. Su amor al estudio lo llevó a invitar a los más notorios eruditos de su tiempo (Alcuino, Eginardo, Teodulfo Paulo Diácono). Su impulso cultural se nota en los magníficos edificios construidos en su tiempo: catedral de Aquisgrán y muchos otros. Fundó muchas escuelas y se ocupó de que los niños asistieran a ellas. Además se esforzó por extender el estudio, para lo que obligó a los sacerdotes a abrir, junto a la iglesia, una escuela gratuita para instruir a la población a la que estimulaba a asistir a los centros de enseñanza. En cuanto a los monasterios, ordenó que dispusieran de una escuela donde los monjes pudieran estudiar la Sagrada Escritura, cálculo, gramática, canto y caligrafía. El llamado renacimiento carolingio se hizo sentir, no solo en el interior del imperio, sino en las más apartadas ‘marcas’ o regiones fronterizas, entre ellas la Marca Hispánica, de ahí surge la vinculación de la región catalana con el resto de Europa, muy visible durante la Edad Media, no así con el resto de la península. Carlomagno fue gran protector de la música y de las ciencias. Hablaba el latín como lengua propia y entendía el griego. Escribía con dificultad, hablaba bien y con soltura. Era muy piadoso, acudía a la iglesia mañana y tarde, siendo sus aficiones preferidas la equitación, la caza y la natación.

Antes de instalarse en Aquisgrán, al fin de su vida, el monarca residió en cada uno de sus dominios, pasando de un castillo a otro de los muchos dispersos que tenía el imperio, en los que vivía un tiempo. Siempre preocupado del buen gobierno llevaba consigo al conjunto de funcionarios. Todos los años, en mayo, se reunía una asamblea en la que el emperador conocía todo lo que ocurría en el imperio, a la vez que atendía las súplicas y las quejas de sus súbditos. Además de reglamentar sobre diversas cuestiones para el buen orden en todos los lugares, hacía lo mismo sobre cuestiones religiosas porque él se consideraba al mismo tiempo jefe del Estado y de la Iglesia, que consideraba estrechamente unidos bajo su dirección. El territorio estaba dividido en condados regidos por un conde, que era nombrado por el emperador. El conde reunía todos los poderes y su autoridad era ilimitada, salvo por el obispo que regía los asuntos del clero, también nombrado por el emperador. Para vigilar a condes y obispos Carlomagno instituyó los ‘misi dominici’ o enviados del soberano: un eclesiástico y un laico, que ejercían la función de inspección por las provincias, siendo elegidos entre los más altos dignatarios del imperio.

Salvo alguna excepción, la economía del imperio franco prácticamente era rural, sin comerciantes dignos de tal nombre, ni mercados, excepto el mercado semanal de las ciudades. Era un Estado agrícola donde escaseaba el dinero, siendo la posesión de la tierra un claro signo de riqueza, que dio origen al feudalismo, de modo que el poder de los señores feudales iba en función de las tierras que atesoraba, lo que iba en perjuicio del poder del rey. Del feudalismo surgió el vasallaje, que entre los carolingios fue de suma importancia, el cual contó con lo aceptación de Carlomagno que lo utilizó para otorgar mercedes, privilegios y dádivas a los grandes señores.

Carlomagno murió el 28 de enero de 814, a la edad de setenta y dos años, en Aquisgrán, en cuya catedral se supone que está enterrado. Sus últimas palabras fueron: “¡Oh Señor! A tus manos devuelvo mi espíritu”. Siguiendo la costumbre de los francos, en el año 806 Carlomagno dividió sus estados entre sus hijos, pero la muerte de dos de ellos en vida del padre dio lugar a que el imperio lo heredara su hijo Ludovico Pío, llamado Pío por su fervor religioso, era un hombre débil e indeciso, lo que significó que con sus hijos se iniciara la desmembración del imperio carolingio, que Carlomagno, artífice de la unidad de los pueblos germánicos y latinos, dejó bien organizado. El imperio no pudo soportar los ataques de que fue objeto y al cabo de un siglo, acabaron con él.

Bibliografía: Prof. Eduard von Tunk: De los orígenes a Carlomagno. Historia Universal Ilustrada, E. Th. Rimli. Vergara Editorial. Historia de España, Marqués de Lozoya.