Marie Curie, la científica con dos premios Nobel (1)


..

ADOLFO PÉREZ

Causa una gran sensación la lectura del impresionante cuadro de honor que orla la vida científica de Marie Curie, también conocida como Madame Curie (el apellido es el de su esposo Pierre Curie). Parece mentira que una persona haya merecido tal número de galardones y distinciones de las más prestigiosas entidades del mundo, sobre la que se ha escrito mucho y a la que la ciencia le otorgó el privilegio de ser la única persona que ha recibido dos Premios Nobel y la primera mujer en formar parte del cuadro de honor de dicho premio. Su cuadro de honor aquí lo tenemos: Diez grandes premios mundiales referidos a la ciencia, entre ellos el Nobel de Física de 1903 y el de Química de 1911. Quince medallas de distintos países por sus méritos en la labor científica. Dieciocho nombramientos de Doctora ‘honoris causa’ por distintas universidades. Ochenta y cinco nombramientos de miembro de honor en academias, sociedades científicas e institutos del mundo.

El 7 de noviembre de 1867, Bronislawa Sklodowski dio a luz en Varsovia a una niña, la última de sus cinco hijos, a la que se le puso el nombre de Marya Salomee Skolodowska. A la recién nacida el destino le tenía reservado un importante y activo papel en el mundo de la ciencia. Sus antepasados eran aparceros en una heredad perteneciente a un aristócrata rural. Wladyslaw, el padre de Marya, amante de la ciencia, la literatura y la música, estudió y se diplomó en la universidad de San Petersburgo, cuyo título era el único válido en Polonia entonces invadida por los rusos. En Varsovia impartió clases de matemáticas y física en un instituto. La Polonia en la que vio la luz Marya era una propiedad rusa, que incluso perdió su nombre, que los rusos denominaban “territorio del Vístula”. Una nación con una historia en la que se acumulan la desventura y las constantes invasiones extranjeras. A pesar de ello los polacos nunca se han rendido, siempre han defendido su soberanía y su identidad, siendo su espíritu el tesón y la firmeza, cualidades que realzan la figura de Marie Curie.

Su madre, Bronislawa Boguska, era una bella mujer morena de ojos grises, hija de hidalgos rurales a los que la situación polaca había arruinado. Bronislawa se dedicaba también a la enseñanza, era la directora de un pensionado de señoritas. El matrimonio vivía en un piso pequeño en el que nacieron sus cinco hijos: Sofie, Helena, Bronilawa, Josef y Marya, la menor; los nombres familiares de ellas eran Zosía, Hela, Bronia y Mania, Con el nacimiento de Marya (Mania) su padre se vio obligado a buscar un nuevo trabajo y otro piso más grande porque la familia crecía, escaseaba el dinero y faltaban anchuras, pero al irse más lejos la madre dejó el pensionado y hubo de prescindir de esos ingresos. Pero el destino le jugó una mala pasada a la familia, resultó que antes de nacer Marya la madre se puso tuberculosa, una enfermedad entonces incurable. Y para no contagiar a sus hijos evitó todo contacto con ellos y nunca más los besó, de modo que Marya no recibió un solo beso de su madre. La señora Bronislawa era tan religiosa que no quería que nadie descubriera su sufrimiento para lo cual realizaba las labores de la casa muy bien arreglada y además tenía su vajilla aparte de los demás miembros de la familia. Semejante situación significó que Mania creció sin las caricias de su madre. Bronia, dos años mayor, fue su hermana más querida, que dado su carácter maternal siempre la protegió y consoló. El amor sin límites entre ambas les duró toda la vida.

Marya nació con las aptitudes que parecen reservadas a los elegidos: una excelente memoria, gran capacidad de concentración y mucho deseo de aprender. Con un padre que aportó a sus hijos los valores de la cultura, el saber y el conocimiento. Marya empezó a leer correctamente a los cuatro años. En 1876 sus hermanas Sofie y Bronia enfermaron de tifus. Sofie no pudo aguantar y falleció a los catorce años. Dos años más tarde, en 1878, murió prematuramente la madre a causa de la tuberculosis. En el pensionado donde Mania estudiaba la enseñanza secundaria era la primera de clase, hablaba polaco, ruso, alemán, francés y estudiaba inglés. La represión de los rusos impuso que se utilizara la lengua rusa en detrimento del polaco, con la amenaza de la detención al profesor que incumpliera la norma. Con quince años finalizó sus estudios de secundaria. Como la economía familiar era precaria, Mania, igual que sus hermanas, se puso a dar clases particulares, aunque de escasa aportación monetaria. Se arriesgaba a dar clases de polaco a escondidas a sus alumnos. A la vez, perfilaba sus estudios asistiendo a la clandestina ‘Universidad Volante’ de una profesora.


Su hermana Bronia estaba al frente de la casa. Pero le desolaba no poder cumplir su sueño de estudiar la carrera de medicina en París a pesar de tener ahorrado el dinero de las clases particulares. Sueño por el que Mania estaba deseosa de prestarle ayuda a su querida hermana con su propio dinero, así es que hechos los números la familia determinó que Bronia marchara a París donde se hizo médica. Con el fin de ahorrar dinero para sus estudios y ayudar a Bronia Marya se dedicó a dar clases particulares a niños. En primer lugar estuvo en Varsovia en casa de un abogado, cuyo sueldo de 400 rublos anuales no era suficiente por lo que se fue cien kilómetros más lejos, a la casa de los Zorawski, donde estuvo mejor y ganaba más dinero; con esta familia estuvo tres años. En ese tiempo no se olvidó de sus ideales, y ante el grado de ignorancia de la gente del lugar cogió a 18 niños, hijos de campesinos, con el fin de enseñarles a leer y escribir el bello idioma polaco en clases de dos horas por la tarde en su habitación, que al tener acceso independiente no molestaba a la familia. A pesar de su apretada jornada no descuidó su propia formación a la que dedicaba horas de estudio nocturno cada día.

Cuando en las vacaciones llegó a la casa Kazimierz Zorawski se encontró con una bella institutriz y además espiritual y cultivada, afín a sus intereses intelectuales. Enseguida se enamoraron, pero la familia Zorawski se opuso a que su hijo se casara con una institutriz sin recursos. Así es que la barrera social se impuso y el amor entre ambos jóvenes quedó roto por el dictado familiar. Y Marya, aun sintiéndose despreciada y herida, muy a su pesar, siguió dos años más con los Zorawski por su compromiso de ayudar a Bronia en París. Sobre lo que padeció con esa familia por el noviazgo cortado de raíz le escribió a una amiga y le decía: “Ha habido momentos que los contaré entre los más crueles de mi vida”. Ese primer amor, que tanto daño le ocasionó, le duró mucho tiempo. Pero al fin tuvo la alegría de volver a Varsovia en 1888, cuando ya tenía 21 años. En 1890, desde París le escribió su hermana Bronia comunicándole que iba casarse con Kazimierz Dluski, que en pocos meses sería médico como ella, le decía que no le mandara más dinero y que la acogería en su casa. Y por fin, con casi 24 años, marchó a París junto a su hermana; Marya facturó su colchón y el baúl con sus enseres. En la estación se despidió con dolor de su padre y con un billete de cuarta clase y su silla plegable para poder sentarse en el tren partió hacia la capital francesa, su viaje de esperanza.

Ya en París se inscribió en la universidad de la Sorbona. El 3 de noviembre de 1891 empezó sus clases en la facultad de Ciencias Matemáticas y Naturales donde había profesores de mucho prestigio. Marya no tardó en darse cuenta de que su nivel dejaba bastante que desear, pero ni se le ocurrió cejar en su empeño de seguir adelante. Se instaló en casa de su hermana y cuñado, ya médicos, que vivían modestamente. Con su cuñado, que era agradable y dicharachero, se llevó siempre muy bien. Acudía a las clases de la Sorbona en coche de caballos descubierto porque era más barato, pasando el frío que es de imaginar. Las tertulias con su cuñado la entretenían mucho, lo que le perjudicaba en los estudios, razón por la que decidió irse a vivir a una buhardilla a fin de estudiar todo lo que ella quería. La buhardilla era tan pobre que carecía de agua, luz y calefacción, con sólo los muebles precisos. Suprimió las diversiones. No compraba carbón para la estufa e iba andando a la universidad. Cosía y recosía los vestidos. Permanecía estudiando hasta la diez de la noche en la biblioteca de la universidad porque allí había luz de gas, y luego seguía en su buhardilla hasta las dos de la madrugada con la luz del petróleo, y así un día y otro pasando frío y hambre. Durante semanas sólo tomó pan con mantequilla, agua y té. Como es lógico, tal sistema de vida fue dando la cara: rostro demacrado, ojos tristes, que ella atribuía al exceso de trabajo y al cansancio; así se justificada ante su hermana y cuñado. Si con algo fue implacable a lo largo de su vida fue con su propia persona. Y sucedió que se desvaneció delante de unos compañeros, que avisaron a su hermana, la cual se hizo cargo de ella hasta que se restableció. Días más tarde, ya recuperada, volvió a la buhardilla con la firme decisión de obtener dos licenciaturas: la de física y la de matemáticas. El profesor Gabriel Lippmann, uno de los físicos más destacados de su tiempo, Premio Nobel de Física de 1908, empezó a encargarle a Marie investigaciones menores, pero el ambiente del laboratorio le fascinaba. Cada vez veía más claro su futuro en la física y las matemáticas. Cuando, con la nota más alta, obtuvo la licenciatura en Ciencias Físicas marchó de vacaciones a Varsovia con su padre y su hermana Hela donde se recuperó y recobró su belleza.

Pero su escasez de dinero continuaba siendo el problema, y fue entonces cuando su protectora, la señora Dydynska, removió Paris hasta lograr para Marie la ‘beca de Alexandrowitch’, bolsa de estudios de 600 rublos que fue su salvación, y que aceptó como un préstamo que pensaba devolver para que aprovechara a otra persona. Y así lo hizo, años después devolvió el dinero a la Fundación Alexandrowitch, algo insólito. En abril de 1894 conoció a Pierre Curie, nacido en París el 15 de mayo de1859, hijo de un médico librepensador. Tenía entonces 35 años y Marie ocho menos. Curie estudiaba y en 1878 obtuvo una plaza de ayudante, de manera que en los cinco años siguientes dirigió los cursos prácticos en la Facultad de Matemáticas y Ciencias Naturales. Estudioso de las propiedades magnéticas de las sustancias a temperaturas entre 25 y 1.400º centígrados. Era un investigador nato, que a sus 32 años era lo que se dice un sabio. Un idealista, preocupado de los problemas sociales, tímido, retraído y fino observador. Muy parecido a la forma de ser de Marie.

El primer encuentro entre ambos tuvo lugar cuando el profesor polaco Kowalski visitaba París en viaje de novios. El nuevo matrimonio invitó a Marie a una velada en la que estarían los recién casados y Pierre Curie. Marie se fijó en él y le pareció un hombre elegante de rostro noble y mirada profunda y serena. En suma, fue de su agrado, aunque entonces ella estaba cerrada a cualquier posibilidad amorosa, pues seguía decepcionada del resultado de su primer amor. Conversó con él de diversos temas para terminar hablando de temas científicos. Igualmente, él también se fijó en ella y fue de su completo agrado. Hubo muchos jóvenes que se interesaron por ella sin ninguna esperanza debido a que seguía siendo una mujer inaccesible. Cuando alcanzó la licenciatura de Matemáticas en un segundo puesto marchó a Varsovia con el temor de Pierre Curie de que se quedara, para lo que intentó disuadirla de que no fuera así, y en tal sentido le escribió. Para él fue una gran alegría cuando la vio llegar de nuevo a París y ella accedió a seguir viéndose. Pierre la cortejaba y poco a poco cedía la resistencia de ella. Hasta que con su tenacidad logró que Marie le diera el sí a convertirse en la señora Curie. Y por fin llegó el 26 de julio de 1895, fecha de la boda, en la que Marie Sklodowska se convirtió en madame Curie. El enlace se hizo por lo civil y el convite tuvo lugar en el jardín de la casa de Pierre, a la que asistieron los padres y familiares de ambos y algunos amigos.

Los primeros días de la luna de miel los pasaron recorriendo la Île de France en las bicicletas que compraron con el dinero de un regalo de boda. Y pasada la fiebre ardorosa de la luna de miel el matrimonio Curie aterrizó en la rutina de la vida ordinaria. Se instalaron en una modesta vivienda de París; su única fuente de ingresos eran los 500 francos que Pierre percibía de sueldo en la Escuela de Física. Ella tenía problemas en la cocina, pues eran pocas las comidas que sabía cocinar, además, necesitaba elaborar platos que se cocieran lentamente mientras ella estaba en la escuela. Y en medio de todo ello estaba su preparación para obtener una plaza de profesora. O sea, una vida de mucho sacrificio que se le iría acrecentando.

Bibliografía: Carmen Herranz: Marie Sklodowska Curie. Colección Grandes biografías. Ediciones Rueda J.M., S.A.