El singular valor del plural


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AMANDO DE MIGUEL

En la Gramática, hay “nombres contables”, que permiten el tratamiento en singular (un solo ejemplar) o plural (varios ejemplares). Tal característica no posee ningún misterio; es general en los idiomas europeos. Tampoco, presentan mayor interés los nombres, que se dicen solo en plural, como “gárgaras, comestibles, a marchas forzadas”, etc., al no ser contables. Hay razones para el plural en los objetos dobles, como “tijeras, bigotes, zapatos, ínfulas, pantalones”, etc. Aunque en tales casos, se puede permitir singularizar un elemento de la pareja.

Lo anterior interesa a los gramáticos y profesores de lengua, pero no tiene mayor intríngulis (otro plural necesario). Mayor misterio y atractivo presentan otras formas de plural, establecidas por los usos culturales.

Frente a otros idiomas cercanos (también el catalán), los castellanoparlantes decimos “buenos días” (o tardes o noches). Son expresiones corteses, que, dichas en singular, nos parece poco. Por lo mismo, ciertas celebraciones, como “Navidades o Carnavales”, parecen que se alargan más de un día y, por eso, permiten una especie de plural festivo. Es la misma razón por la que se celebran ciertas fiestas en algunas regiones: los “sanfermines” de Pamplona o las “fallas” de Valencia.

El once upon a time, del inglés, o el in illo tempore, del latín se refieren a un tiempo indeterminado, pero singular. En castellano, queda mejor en plural: “en aquellos tiempos”.

En otros idiomas cercanos, el deseo cortés de bienestar se enuncia en singular. Pero el castellano, más generoso o barroco, pide el plural: “felicidades, vacaciones”. Por lo mismo, la fiesta nacional de la tauromaquia se presenta como “los toros” (no “los toreros”). Un aspirante a funcionario dice que está preparando sus “oposiciones”, aunque, se trate solo de un único rito. Dos amigos o dos novios, cuando se enfadan, se disponen a “hacer las paces”. La paz singular parece poca cosa o demasiado solemne. Un desmesurado plural de cortesía, para aceptar, con gusto, una solicitud, es: “¡con mil amores!”.

¡Cuidado que se habrá escrito, enfáticamente, sobre la “libertad”! Pero, de tejas abajo (otra expresión en plural) es preferible hablar de “libertades”, lo que significa concretarlas.

Una persona puede sentirse, ideológicamente, a la derecha o a la izquierda del espectro político. Pero, en castellano, parece más propio decir que es “de derechas” o “de izquierdas”, lo que permite cierta conveniente inconcreción.

Nada más singular que una nación, una ciudad; tanto, que se necesita la mayúscula inicial, como si fuera una persona. Pero, hay veces (pocas) en que se enuncian en plural: “Asturias, Buenos Aires, Los Ángeles, Burgos, Estados Unidos, Nápoles, Las Palmas”.

Parece muy claro lo que significa “estar cuerdo”, pero, negativamente, queda más expresivo decir que la persona en cuestión “no está en sus cabales”. Se trata de un plural misterioso.

En definitiva, el plural no solo sirve para señalar varios ejemplares de la misma especie. En buen castellano, cumple la función de señalar algún interesante valor afectivo. La lengua (en el sentido del idioma) no solo sirve para comunicarse, sino para expresar sentimientos, incluso, de una manera tácita o disimulada.