Las dos Repúblicas españolas (1873 y 1931)


..

ADOLFO PÉREZ

Asistimos a una campaña sin tregua - artificial y tosca - de acoso y derribo de la Monarquía que llevan a cabo los dirigentes de Podemos liderados por Pablo Iglesias, vicepresidente segundo del Gobierno de Pedro Sánchez, los cuales vienen dando la matraca cada día sobre los males que nos acarrea la Monarquía y los bienes que nos reportaría la República, hasta el punto de que el señor Iglesias propuso que debatiéramos en la cena de Navidad sobre el binomio monarquía – república, cuando resulta que la última encuesta oficial del Estado (diciembre último) señala que ese debate solo interesa al 0,3% de los ciudadanos. El punto de mira de este político está en destronar al rey Felipe VI, al que prometió lealtad en su toma de posesión. Claro que es paradójica la realidad que vemos con frecuencia en TV: que el rey es aplaudido y aclamado por los lugares de España que visita, en tanto que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el vicepresidente Pablo Iglesias son abucheados cuando salen a la calle. Y es que ambos chocan con la realidad de las principales encuestan nacionales de finales de diciembre último, que apuntan a que el rey Felipe VI disfruta de un sólido apoyo de los ciudadanos de más menos el 75%. O sea, cada uno en su sitio.

Pues como en España ha habido dos repúblicas, una en el siglo XIX y otra en el XX, de las que ya he publicado sendos artículos, el quid de éste es hacer un somero análisis de lo que sucedió en ellas.

Hacía ya cerca de cinco años que la reina Isabel II había sido destronada por la revolución de septiembre de 1868, llamada ‘la gloriosa’: había pasado el Gobierno provisional que siguió y los algo más de dos años del reinado de don Amadeo de Saboya (de 2 de enero de 1871 a 11 de febrero de 1873), al que le hicieron la vida imposible. Resultando que cuando el mismo día de la renuncia del rey, 11 de febrero de1873, las Cortes españolas proclamaron la Primera República, que duró menos de un año, exactamente diez meses y veinte días, hasta el 3 de enero de 1874, fecha en que el general Pavía acabó con ella mediante un golpe de Estado, dándose la anómala circunstancia de que en ese tiempo tuvo cuatro presidentes: Figueras, Pi i Margall, Salmerón y Castelar.

El mismo día de la proclamación de la República se hizo cargo del poder ejecutivo, en la práctica presidente de la República, Estanislao Figueras y Moragas, hombre de gran altura intelectual, tímido y vacilante, sin que pudiera hacer nada frente a los problemas que tenía la realidad española (guerra carlista, separatismo catalán, rebelión en Cuba, anarquía nacional por doquier). Se cuenta, lo que al parecer es cierto, que en un consejo de ministros, en vista de que no se ponían de acuerdo los ministros para hacer frente a los asuntos nacionales, agotada su paciencia Figueras exclamó: “Señores, voy a serles franco, estoy hasta los coj… de todos nosotros”. Se levantó y abandonó la sesión. Pero sí es un hecho cierto, sin ninguna exageración, que al día siguiente cogió un tren y huyó despavorido a Francia sin que nadie lo supiera hasta que cruzó la frontera y envió un telegrama dando cuenta de su marcha y dimisión. Su mandato duró cuatro meses y un día.

Ante la huida y dimisión del señor Figueras fue elegido presidente Francisco Pi y Margall, hombre muy austero, de gran prestigio intelectual. Se vio obligado a pedir poderes dictatoriales a las Cortes para hacer frente a las sublevaciones de la escuadra y a los cantonales de ocho territorios: en Alcoy las turbas cometieron atroces desmanes. Pi y Margall no entendía el porqué de la sublevación dado que por primera en España se ejercía el sufragio universal y no existían razones para defender las ideas con las armas. Dimitió al mes y siete días de su elección.

Le sucedió el almeriense Nicolás Salmerón Alonso, que ocupó la presidencia desde el 18 de julio hasta el 7 de septiembre (un mes y trece días). El señor Salmerón aparentó gran energía con las medidas que adoptó para sofocar la tercera guerra carlista y la sublevación cantonal, pero dimitió al negarse a firmar varias sentencias de muerte a fin de restablecer la disciplina en el Ejército.

Salmerón fue sustituido por Emilio Castelar y Ripoll, uno de los mejores oradores que ha tenido España. De inmediato quiso imponer el principio de autoridad y obtuvo algunos éxitos, pero en las Cortes se le acusó de inclinarse a la derecha y olvidar la revolución, razones por las que dimitió. Duró en el cargo tres meses y veintisiete días.

Y en la madrugada del 3 de enero de 1874, cuando se elegía al sustituto del señor Castelar, el general Pavía, ante el fracaso de la República en el empeño de mantener el orden público y la insensata rebelión cantonalista, creyendo contar con los deseos del Ejército, disolvió las Cortes, acabando así con el “sexenio revolucionario”.

El general Pavía puso al frente del Gobierno provisional al general Serrano, hasta que el 29 de diciembre de 1874 un ‘pronunciamiento’ militar del general Martínez Campos en las afueras de Sagunto (Valencia) proclamó rey de España a Alfonso XII, hijo de la reina Isabel II. Después de seis años de inestabilidad política, por fin se acabó el extravío y se impuso la cordura.

El profesor Ciriaco Pérez Bustamante recoge en su “Compendio de Historia de España” el balance que hizo de la primera República un político que la vivió, dice así: “En once meses – no duró más el ensayo de República -, ni un solo día España respiró tranquila. El erario, esquilmado; el Ejército, en vergonzosa indisciplina; perdido ante el extranjero el prestigio nacional; la anarquía enseñoreándose de gran número de ciudades, ensangrentándolas con crímenes horrendos; la unidad de España, conquistada a través de la Historia tras de enormes sacrificios, próxima a perderse por los brotes cantonales; las Cortes, que nacieron para elaborar una Constitución, disueltas sin que llegaran a examinar el primero de sus artículos; la guerra fratricida extendida por una gran parte del territorio; la vida de España próxima a desaparecer …”

Creo que el párrafo es lo suficientemente rotundo y clarificador de lo que fue aquella República.

En cuanto a la Segunda República, profundos eran los factores que sacudían la vida nacional de España en el primer tercio del siglo XX, los cuales dieron lugar a que en el año 1931 se implantara la segunda República cuyo prólogo hay que buscarlo en el reinado de Alfonso XIII (1886 – 1931). Al joven rey, a pesar de sus esfuerzos, pronto le frustraron sus ilusiones los partidos antidinásticos (republicanos y carlistas), las frecuentes crisis de Gobierno, más los tumultos, huelgas y sabotajes donde fueron inútiles los esfuerzos de los presidentes del Gobierno. Tal estado de cosas dio lugar a que el general Miguel Primo de Rivera diera un golpe de Estado (13.09. 1923) y estableciera una dictadura que duró algo más de seis años, cuya pretensión era reconducir la deteriorada situación y acabar con la guerra de Marruecos, que se saldó con el triunfo español. Pero no pudo con la grave crisis económica de 1929 que azotó a España y produjo un altísimo paro. La Dictadura contó, en principio, con el respaldo del rey, olvidando que rompía amarras con la Constitución. Por eso cuando la dictadura sucumbió (28.01.1930) el trono de Alfonso XIII se vio seriamente amenazado a pesar de haber intentado restablecer el orden constitucional, pero ya no fue posible.

Ante la aguda crisis y con el fin de volver a la legalidad constitucional se convocaron elecciones locales para el 12 de abril de 1931, cuyo resultado fue desfavorable para la monarquía en las principales ciudades, pero no en el cómputo nacional. El resultado en las grandes ciudades le abrió las puertas a la República. Ante la dramática situación el rey se opuso a las soluciones propuestas para evitar una guerra civil y en la mañana del 14 de abril estuvo en El Escorial para rezarle a su madre; después, ante el ultimátum de Niceto Alcalá Zamora de que tenía que salir de Madrid antes de la puesta del sol, se marchó de la capital de España y en la madrugada del 15 de abril llegó a Cartagena en donde embarcó para Marsella. Esa misma tarde, aún estaba Alfonso XIII en palacio, se constituyó el Gobierno provisional de la segunda República y Niceto Alcalá Zamora nombrado presidente provisional. A la vez, los empleados de correos y telégrafos izaron la bandera republicana (roja, amarilla y morada) en el palacio de Comunicaciones. El entusiasmo de la gente fue enorme.

El Gobierno provisional lo formaron radicales - socialistas, socialistas y regionalistas, con la difícil tarea de gobernar una nación inmersa en graves problemas de distinta naturaleza. Se convocaron elecciones generales para el 28 de junio y durante seis meses el Gobierno provisional desarrolló el programa político previsto.

Enseguida se hizo presente la agitación anticlerical, así como la rotura de los anarcosindicalistas con el régimen. Antes de un mes, el 10 de mayo, se hundieron muchos mitos ante la cruda realidad. Al día siguiente grupos de anarquistas, incendiaron iglesias y conventos en Madrid sin que lo impidiera la fuerza pública. Los incendios siguieron en provincias; ardieron monumentos e importantes obras de arte. En ese ambiente se celebraron las elecciones con el triunfo abrumador de las izquierdas y derrota aplastante de las derechas, pero las nuevas Cortes no pudieron soslayar el separatismo radical catalán y vasco.

La tarea principal de las Cortes fue la elaboración de la Constitución. Cuestión de gran tensión la motivaron los artículos 25 y 26 referidos a la cuestión religiosa que pusieron al rojo vivo el sectarismo de la mayoría, cuestión que provocó la dimisión del presidente Niceto Alcalá Zamora, herido en su conciencia católica, que el 2 de diciembre de 1931 fue elegido presidente efectivo de la República y a los pocos días, el 9, se votó la Constitución republicana y Manuel Azaña se hizo cargo de la presidencia del Consejo de Ministros, que duró hasta septiembre de 1933; fue el llamado bienio social – azañista. Con una situación social muy preocupante debido a las continuas huelgas promovidas por los anarquistas. Tal estado de cosas dio lugar a una conjura militar, cuyo estallido el 10 de agosto de 1932, centrado en Madrid, fue sofocado en pocas horas. Mayor importancia tuvo el alzamiento en Sevilla del general Sanjurjo, que enseguida fue apresado y condenado a muerte, pero indultado fue recluido en el penal de El Dueso (Santoña, Cantabria).

Tormentoso fue el trámite parlamentario del Estatuto de Cataluña que exasperaba en Madrid y en el resto de la Nación, que por fin fue aprobado el 10 de septiembre de 1932, de mucho menor rango que el actual. La Ley de Reforma Agraria aprobada generó un gran descontento. Fue una prueba de fuego que no logró superar la República. Se usó para demoler la vieja aristocracia terrateniente a la que se le incautaban sus fincas sin ninguna indemnización. El descontento crecía, agravado por la política del Gobierno respecto al hecho religioso. El error de incluir el anticlericalismo en la Constitución se hizo patente en la enseñanza. Azaña proclamó que España había dejado de ser católica y los jesuitas fueron expulsados y sus bienes incautados.

Mal asunto para el Gobierno fue la masacre de Casas Viejas (Cádiz), uno de los sucesos más trágicos de la segunda República, que tuvo lugar entre los días 10, 11 y 12 de enero de1933. El día 10 se iniciaron disturbios en la provincia de Cádiz promovidos por los anarquistas de la CNT. El día 11 un grupo de anarquistas atacó al cuartel de la Guardia Civil de Casas Viejas hiriendo a dos guardias. Enseguida llegó un grupo de guardias civiles que liberaron el cuartel, tomaron el pueblo y pegaron fuego a la casucha en la que murieron Seisdedos y otros anarquistas allí refugiados y al día siguiente ejecutaron a varios campesinos, cuyo balance fue de 23 muertos. El suceso provocó la dimisión al Gobierno de Azaña.

El descontento existente entre las derechas dio lugar a que se unieran los distintos grupos, los cuales fundaron la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) y ganaron las elecciones generales de 19 de noviembre de 1933, que necesitó unirse al partido Radical para formar Gobierno que, a los pocos meses, octubre de 1934, hubo de hacer frente a la revolución de Asturias promovida por los anarquistas. El Gobierno envió a la Legión, traída ex profeso de África, cuyos mandos, bajo las directrices del general Franco, acabaron con la revuelta. Del triunfo el Gobierno salió fortalecido, pero la división entre ellos y las luchas intestinas dieron al traste con la coalición.

En las elecciones generales de 16 de febrero de 1936 la CEDA fue el partido más votado, pero el triunfo fue para el Frente Popular (coalición de izquierdas) con cuyo Gobierno se instaló la anarquía en la Nación, tiempo en el que la vida de las personas carecía de valor. Ante tal situación, los altos mandos del ejército apelaron al Gobierno para que repusiera el orden, el cual respondió dispersándolos de Madrid. El 7 de abril las Cortes, amparándose en una dudosa legalidad, destituyeron a Alcalá Zamora en la presidencia de la República y el 10 de mayo fue elegido Manuel Azaña, que lo ocupó hasta 1939. El 13 de julio fue asesinado el líder de la oposición, José Calvo Sotelo, que de madrugada lo sacaron de su casa guardias de Asalto para matarlo. Cinco días después, el 18 de julio de 1936 (en África el 17), se levantó parte del ejército y comenzaron los tres años de la cruenta guerra civil que acabó con la República.

Así fue la realidad de las dos Repúblicas españolas. Sin embargo, los políticos de Podemos desprecian los 45 años de tranquilidad y prosperidad aportados por la Monarquía parlamentaria, que les guste o no a sus detractores, se identifica con la libertad, la justicia y la igualdad.