Gandhi, apóstol de la no violencia, profeta de la paz, siglo XX (y 2)


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ADOLFO PÉREZ

En agosto de 1930 se reunió por primera vez en Londres la Conferencia de la Mesa Redonda para tratar el tema hindú, pero hubo de aplazarse seis meses pues estaban presos los principales dirigentes del Partido del Congreso, el de Gandhi, que junto con los demás fue excarcelado en enero de 1931. Al mes siguiente el Mahatma se reunió con el virrey de la India y llegaron al acuerdo (Tratado de Delhi) de la liberación de todos los presos y el fin del monopolio de la sal a cambio de la suspensión de la desobediencia civil por parte hindú. Entre los presos liberados figuraba el joven Singh, estudiante sij, condenado al patíbulo por revolucionario, el cual, a partir de ese momento se convirtió en uno de sus más fieles discípulos, que ironías del destino fue el hombre que diecisiete años después tomó en sus brazos el cuerpo del Mahatma Gandhi muerto por los disparos de un extremista hindú.

El 12 de septiembre de 1931, se celebró en Londres la segunda Conferencia de la Mesa Redonda. Gandhi y acompañantes se alojaron en un barrio marginal, rechazando los hoteles de lujo y honores que les ofrecieron. Ante la división de la India en hindúes, musulmanes, sijs y parsis, el Gobierno inglés propuso dar a cada uno derechos particulares y un régimen electoral separado. Gandhi, que defendía una sola India, se opuso a la rotura del país que pretendían los colonizadores. La Conferencia fracasó y él llegó a Bombay con las manos vacías, pero el recibimiento fue clamoroso. Ocho días después fue de nuevo recluido junto a dirigentes del Partido del Congreso, entre ellos Jawaharlal Nehru, el que sería primer ministro en la India libre entre 1947 y 1964, año de su muerte, y con el que Gandhi tuvo una entrañable relación. Al haber empeorado la situación, el virrey ordenó el encarcelamiento de 60.000 independentistas. Gandhi estuvo en la cárcel 16 meses y dijo: “Bajo un gobierno injusto, un buen ciudadano debería estar en la cárcel”. Una vez que salió de ella, la libertad le duró tres meses pues de nuevo ingresó en prisión para cumplir un año.

Ante el intento británico de aplicar un régimen electoral separado a cada comunidad religiosa y otro distinto a los intocables, Gandhi le escribió al virrey oponiéndose a tal proyecto, y ante lo inevitable de la medida acudió de nuevo a la huelga de hambre hasta morir. El país entero rezó con su Bapu (padre). A los siete días su estado era tan grave que su esposa, Kasturbai, salió de la cárcel para atenderlo y al día siguiente lo dejaron libre. Ese mismo día, y por primera vez en la historia, se abrieron los templos hindúes a los intocables que desearan rezar en ellos y las mujeres de todas las castas ofrecieron en persona dulces y alimentos a los haridjans, los otros ‘hijos de Dios’ como llamaba Gandhi a los parias. Asimismo, se logró que el estatuto electoral de los intocables se presentase junto al de los hindúes.

Como ya se ha escrito, con la lectura del libro de John Ruskin, ‘Unto this last’, Gandhi, floreciente abogado, decidió cambiar el rumbo de su vida para dedicarse a reclamar los derechos de los marginados mediante la no violencia. Pero ese cambio le trajo dos tristes episodios en el seno de su familia. El primero fue con su hermano Laxmidas, que había sido como un padre para él, al que en 1909 le escribió dándole cuenta de su nueva vida, a la vez que le enviaba todos sus ahorros para las atenciones familiares, con la advertencia de que ya no enviaría más porque lo que ganara sería para su comunidad. El hermano, muy severo, no aceptó las razones de Gandhi y rompió con él y ya no se vieron más. No obstante, Laxmidas, antes de su prematura muerte, le escribió una carta diciéndole que su decisión había sido acertada y le pedía perdón.

El otro triste episodio familiar ocurrió años más tarde, en 1933, y lo protagonizó su hijo Halilal, su primogénito tras la muerte a los pocos días de su primer hijo. La difícil relación que mantenía con él se rompió. Halilal, alcohólico incurable y de voluntad débil, reprochó a su padre no haber tenido nunca tiempo para dedicarse a él y por despecho se convirtió en musulmán. Gandhi, con una espina en el corazón, renegó públicamente de él. En el entierro de su madre Halilal se presentó embriagado. Murió poco después de su padre alcoholizado y tuberculoso, hecho una pena.

Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial (01.09.1939) el Partido del Congreso de la India se ofreció a los británicos a participar en la contienda a cambio de la independencia a lo que Gandhi, ya fuera del partido se opuso. Y cuando la prensa le recordó que en la Primera Guerra Mundial él estuvo a favor, hasta reclutando soldados indios, respondió que había evolucionado. En el mes de octubre siguiente, él y sus partidarios iniciaron su primera campaña de desobediencia civil y visitaron infinidad de poblaciones explicando las razones de la no cooperación, campaña saldada con miles de pacifistas encarcelados. Winston Churchill, primer ministro británico, ofreció a la India la promesa de un estatuto de dominio cuando acabara la guerra. Una Guerra que apenó mucho a Gandhi, razón por la que escribió a los dirigentes en el conflicto, entre ellos a Hitler, cuya carta fue retenida. En agosto de 1942 el Partido del Congreso, en otras campañas de desobediencia civil propuestas por Gandhi, que aprobó la resolución ‘Fuera de la India’ mediante la que se exigía a la Gran Bretaña la independencia y se llamaba a la población a una lucha masiva pacífica. El Mahatma, en medio de un calor sofocante en un teatro de Bombay, lanzó este llamamiento: ”Quiero la libertad inmediatamente, esta misma noche, antes del amanecer si es posible. Vamos a liberar a la India o a morir, pero no viviremos para ver perpetuarse nuestra esclavitud”. El virrey apresó a los dirigentes del partido y a Gandhi, que debido a su edad lo encarceló en un suntuoso hotel. Una cárcel de lujo para el que había renunciado a todo. Kasturbai, su esposa, fue detenida y llevada a un penal de mujeres.

La detención del Mahatma provocó la ira de las masas, se produjo una desatada violencia que causó desmanes por doquier. Ante la dureza represiva, Gandhi envió una carta al virrey reconviniéndole la brutalidad empleada y le comunicaba que iniciaba un ayuno de 21 días, que no logró detener la violencia. Y en 1944, tras año y medio de reclusión, Kasturbai enfermó de una bronquitis aguda, siendo trasladada al lado de su marido que la cuidó con esmero. Seis semanas después, el 22 de febrero, Kasturbai, la Ba (madre) de la India, falleció en las rodillas del que fue su esposo durante sesenta y dos años, que dijo: “No me puedo imaginar vivir sin Ba”. Por su propia concepción de la medicina natural el Mahatma no había permitido que le inyectaran penicilina. Gandhi enfermó en la cárcel del hotel de malaria y una grave disentería, lo que dio lugar a que poco después de la muerte de Kasturbai fuera liberado por temor a que falleciera en una cárcel británica (04.05.1944). A sus 74 años había pasado seis de su vida en la cárcel.

Y sucedió lo que produjo a Gandhi los peores años de su vida. Cuando el Gobierno británico se disponía a independizar la India surgió Muhammed Alí Jinnah, líder de la Liga Musulmana, que había pertenecido al Partido del Congreso y defendido la unión de hindúes y musulmanes, pero cambió de objetivo político y se empeñó en construir un estado soberano islámico al que llamaría Pakistán. El sueño de Jinnah destruyó todas las esperanzas del Mahatma; la India sería un país libre, pero roto en sus mismas entrañas. El nombre de Pakistán (país de los puros) provenía de las iniciales de: Penjab, Afgan, Kashmir (Cachemira) y Sind (las dos primeras letras invertidas: is), más la palabra tan, que significa tierra. Después de una reunión de alto nivel de dirigentes indios con el virrey, y a pesar del tenaz intento de Gandhi de convencer a Jinnah, la amenaza se cumplió.

El 16 de agosto de 1945 fue la fecha elegida cuando el mundo entero quedó atónito al comprobar el odio existente en la India entre hindúes y musulmanes. Grupos de fanáticos musulmanes, respondiendo al llamamiento de la “jornada de acción directa” de la Liga Musulmana, sembraron el terror en Calcuta matando sin piedad a cuantos hindúes se encontraban a su paso. La ciudad entera se convirtió en un enorme incendio. Estaban dispuestos a todo para conseguir su Estado. A las pocas horas los hindúes se vengaron con la misma atrocidad. En un solo día se contabilizaron más de 6.000 muertos, quedando Calcuta a merced de los buitres. La jornada provocó una espiral imparable de violencia en los dos bandos. Tanta violencia supuso que en 1946 al Gobierno británico le urgió deshacerse de la colonia cuanto antes, donde los muertos se contaban cada día por millares. Así, en septiembre de ese año el Gobierno británico nombró a Nehru primer ministro de la India no libre. Y Gandhi recordó a su discípulo predilecto (Nehru) que cumpliera su promesa de abolir la intocabilidad y propiciar la unión de las comunidades hindúes y musulmanes.

Tras visitar las aldeas que habían sufrido tantos muertos a manos de musulmanes, Gandhi, ya con 77 años, hubo de hacer frente a un ‘asunto de faldas’ que escandalizó a millones de seguidores y que hizo correr ríos de tinta. Resulta que propuso a su sobrina – nieta Manu que durmiera a su lado a fin de comprobar si tenía controlado el impulso sexual después de muchos años de renuncia al sexo. La joven aceptó realizar el experimento casi científico y de ahí no se pasó. Gandhi respondió abiertamente a las acusaciones a las que llamó ‘murmuraciones de malas lenguas’.

La violencia formaba parte de la vida cotidiana y política del país. Gandhi se obstinó en evitar la partición que no pudo impedir. El 4 de junio de 1947 el virrey le comunicó que el Partido del Congreso, la Liga Musulmana y la comunidad sij habían aceptado la partición del país en dos: la India hindú y el Pakistán musulmán. La división no fue fácil por la cantidad de dificultades de todo tipo que hubo que vencer: fronteras, sociedad, población, economía, cultura, tierras y demás. En la primera hora del día 15 de agosto se izó la bandera de la India libre, naranja, blanco y verde con la rueda antigua del emperador Asoka, fundador del primer imperio hindú. Gandhi se trasladó a Calcuta para prevenir la posible violencia y no participó en la fiesta nacional de ese día. El 16 de agosto el ya ex virrey Louis Mountbatten entregó, en sobre cerrado, a los primeros ministros de los dos países independientes las fronteras de sus nuevos estados, que ocasionó el mayor éxodo de la historia. Y dos meses después, en octubre, estalló la guerra entre India y Pakistán por la soberanía de Cachemira, que fue el conflicto inmediato a resolver. Ante el clima de violencia que se vivía el Mahatma Gandhi decidió iniciar a partir del 13 de enero de 1948 otra huelga de hambre hasta morir, pero a las pocas horas se puso enfermo de mucha gravedad. Con enorme esfuerzo escribió en un papel que Manu (su sobrina - nieta) leyó a la multitud, que decía: “Dejaré de tener el menor interés en esta vida si la paz no vuelve a nosotros, en toda la India y en todo Pakistán”. El pueblo entero esperaba y rezaba por el anciano de 78 años que se debatía entre la vida y la muerte, el delirio y la lucidez.

Devlas, su hijo menor le pidió que desistiera, “lo que no has conseguido en vida no lo podrá conseguir tu muerte”, le decía en su carta. Pero se equivocaba, pues solo unos días después de caer asesinado el 30 de enero de 1948 cesaron para siempre las matanzas religiosas, aunque todavía persistió malestar y tensión en pueblos y aldeas. En momento de lucidez mandó redactar sus siete condiciones para poner fin al ayuno. Las tres principales eran que se restituyeran a los musulmanes las 117 mezquitas convertidas en templos hindúes y sijs; el fin del boicot a los comercios musulmanes y seguridad para todos los viajeros. Más de cien mil personas en la plaza de Delhi exigieron que se aceptaran las condiciones, y así fue, todos los representantes religiosos firmaron un documento que se le entregó. El 18 de enero tomó algunos alimentos y ya medio restablecido planeó un viaje a Pakistán. Sin embargo, dos días después, nacionalistas hindúes de ideología nazi, firmantes del acuerdo entregado al Mahatma, le lanzaron una bomba que no le alcanzó. Y es que esos ultras habían jurado matarle por ‘traidor’ debido a su defensa de los musulmanes y haber obligado al primer ministro Nehru a entregarle a Pakistán 550.000 rupias.

El 30 de enero de 1948 fue el último día de vida del Mahatma Gandhi, tenía 78 años. A las cinco y diez de la tarde se dirigió a la plaza de la plegaria de Nueva Delhi donde se habían congregado más de 500 seguidores. Entre los asistentes estaba Nathuram Godsé, de 37 años, un extremista que había jurado matar al anciano ‘traidor’. El asesino se acercó a Gandhi, simuló una reverencia hindú con las manos unidas, entonces sacó una pistola y le disparó tres tiros al pecho del Mahatma, quien tras murmurar: ‘Oh, Rama, Rama’ (¡Oh Dios!) se desplomó mortalmente herido en los brazos de Sing, el estudiante sij al que diecisiete años antes había salvado la vida. El impacto del asesinato conmocionó a toda la India. Jawaharlar Pandit Nehru, primer ministro y discípulo predilecto del Mahatma Gandhi, con la voz rota por la pena y lágrimas en los ojos, se dirigió por radio a la nación: “La luz ha desaparecido de nuestras vidas y todo es ya tiniebla. Nuestro amado jefe, al que llamábamos Bapu, el padre de la nación ya no está con nosotros”. La solemne ceremonia de la cremación de sus restos se realizó a orillas del rio Jamna. Ramdas Gandhi, su tercer hijo, lanzó la antorcha a la pira. Diez noches después su familia y allegados arrojaron sus cenizas en la confluencia de los ríos Ganges y Jamna ante una desbordante multitud. También estuvo presente su adversario político Muhammed Alí Jinnah, presidente del Pakistán, muerto meses después (11.09.1948), dejando tras de sí muerte, pobreza y desconsuelo. El hijo mayor de Gandhi, Halilal, no apareció en la ceremonia con su familia. El asesino fue ahorcado.

El periódico ‘Hindustán Standard’ escribió: “Gandhi ha sido asesinado por su propio pueblo, para cuya redención vivió. Esta segunda crucifixión en la historia del mundo ha tenido lugar el mismo día en que Jesús fue ajusticiado, mil novecientos quince años antes. Padre, perdónanos”.

Bibliografía. Rosa Herranz: Mohandas Karamchand Gandhi. Colección Grandes biografías. Ediciones Rueda J. M. S. A.