Pedro de Valdivia, conquistador español, siglo XVI


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ADOLFO PÉREZ

A partir del 12 de octubre de 1492, fecha en la que Cristóbal Colón arribó en América, en una pequeña isla de las Bahamas llamada Guanahaní, que bautizó como San Salvador, se escribió la más extraordinaria epopeya de la historia humana, como fueron el descubrimiento, conquista y colonización del continente americano, en la que, además de las grandes figuras de Hernán Cortés y Francisco Pizarro, hubo otros muchos que con sus exploraciones pusieron al descubierto la grandeza del Nuevo Mundo. Fueron incontables los españoles que atraídos por aquellas tierras se lanzaron a la aventura de embarcarse, unos soñando con hacerse ricos atraídos por las míticas leyendas, junto con el atractivo de la aventura en aquellas lejanas tierras, y otros por la pura aventura. El siglo XVI, pues, no representa solamente para España la hegemonía política en Europa, es además el momento de su gran expansión por el continente recién descubierto.

Mucho se ha escrito sobre los hombres que participaron en la exploración y conquista del Nuevo Mundo. En su mayoría venían del centro y del sur de la península (Extremadura, la dos Castillas y Andalucía), y casi todos eran jóvenes del campo sin apenas saber leer y escribir o no sabían, aunque también los hubo instruidos como era el caso de Hernán Cortés. Eran gente sin fortuna, de las clases inferiores de la sociedad. Nobles no hubo entre ellos, salvo algunos hijos de hidalgos pobres. Eran buenos católicos y muy creyentes. Muy pocos de aquellos conquistadores alcanzaron el éxito social que anhelaban a pesar de haberse enriquecido.

Entre los españoles de entonces que soñaron con hacerse ricos atraídos por el Nuevo Mundo, uno de ellos era Pedro de Valdivia, nacido en la comarca de La Serena (Badajoz), es probable que en Castuera sin que pueda asegurarse, ni precisarse la fecha de su nacimiento, que fue sobre el año 1497. Se sabe que era de familia hidalga pobre y que tomó parte en las campañas de Italia y de Flandes en el reinado de Carlos I. En el año 1535 marchó a Tierra Firme (llamados así los territorios continentales costeros del norte de América del sur - hoy Venezuela - y los también continentales costeros de América Central), y de allí se trasladó al Perú, donde hizo amistad con Francisco Pizarro, conquistador del imperio inca, al que solicitó permiso para conquistar Chile, después de haberle ayudado a derrotar a Diego de Almagro en la batalla de las Salinas. (Almagro había sido socio de Pizarro en la conquista del Perú, pero se enemistaron).

Una vez que Valdivia obtuvo el permiso de Pizarro para marchar a la conquista de Chile, y después de empeñar toda su hacienda para hacer frente a los gastos de la expedición y de pactar con Pedro Sánchez de la Hoz llegado de España con una cédula para descubrir tierras al sur del continente, salió de Cuzco en 1540 con 150 españoles y mil indios de carga para transportar la impedimenta (animales domésticos, semillas de todas clases, provisiones, herramientas, etc.). Entró por Arequipa hasta llegar al desierto de Atacama, atravesó el desierto y llegó al valle de Copiacó donde impuso una disciplina de hierro a sus hombres después de dominar algunas rebeliones de parte de ellos. Del valle de Copiacó marchó al del Aconcagua y de aquí al de Mapocho, donde el 12 de febrero de 1541 fundó la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo, bautizando el territorio en su conjunto con el nombre de Nueva Extremadura. Una vez constituido el cabildo o ayuntamiento de la nueva ciudad, Valdivia, que había salido del Perú en calidad de lugarteniente de Pizarro, fue nombrado gobernador y capitán general del territorio.

De nuevo hubo de reprimir otra conspiración cuyos autores fueron enviados a la horca, además de atender a dos graves problemas: el hambre por un lado y los ataques de los belicosos indígenas por otro, que destruyeron la ciudad de Santiago en 1541. El profesor Ciriaco Pérez Bustamante cuenta en su Compendio de Historia de España que Valdivia racionó de forma implacable la comida a su gente y fracasado su proyecto de enviar una nave al Perú para aprovisionarse, mandó por tierra a Alonso de Monroy con cinco soldados a caballo, y para hacer ver que las tierras exploradas eran ricas y prometedoras envió algunas cantidades de oro convertidas en estribos, guarniciones para las espadas y vasos. El viaje de Monroy duró dos años, sin que durante ese tiempo Valdivia y sus compañeros recibieran ningún auxilio. Por fin, en septiembre de 1543 llegó a Valparaíso la nave que llevaba los socorros enviados por Monroy.

En el año 1547 marchó Valdivia al Perú donde comandó las tropas reales contra las del rebelde Gonzalo Pizarro, al que derrotó en la batalla Xaquixaguana. Con nuevos poderes que le confirió el virrey en nombre del rey regresó a Chile donde los indios habían vuelto a sublevarse destruyendo la ciudad de La Serena. Reorganizó sus tropas y continuó fundando ciudades: La Concepción, Imperial, Valdivia y Villa Rica, a la vez que impulsaba la colonización del territorio, pues era como él decía: “geométrico en trazar y poblar, alarife en hacer acequias y separar aguas, labrador y gañán en las sementeras, rabadán y mayoral en hacer criar ganados, y, en fin, poblador, criador, conquistador y descubridor”.

Para hacer frente a los indomables araucanos, que vivían al sur, junto al río Biobío, construyó tres fuertes: Purén, Tucapel y Arauco; pero en 1553, cuando Valdivia creía completamente asegurada la colonia, estalló una terrible sublevación. Los araucanos, mandados por Caupolicán, se levantaron en masa y atacaron los fuertes construidos. Cuando Valdivia acudió en auxilio del fuerte de Tucapel al frente de cuarenta españoles, cayeron sobre ellos millares de indios mandados por Lautaro, un joven servidor de Valdivia que, después de haberse bautizado con el nombre de Felipe se pasó a los indios, y conocedor de las costumbres de los españoles les preparó un hábil plan de ataque. Valdivia y los suyos cayeron después de una resistencia heroica. El conquistador fue salvajemente martirizado y, según algunos autores, devorado por los indígenas, parece ser que murió el 25 de diciembre de 1553.

La resistencia de los araucanos prosiguió durante un tiempo, hasta que en 1557 Lautaro fue derrotado, cayendo poco después Caupolicán que fue hecho prisionero, decreciendo con ello la resistencia de los indígenas. Los episodios de la guerra con los araucanos encontraron un cantor singular en Alonso de Ercilla que escribió el magnífico poema titulado “La Araucana”, pues Ercilla estuvo presente cuando cayó Caupolicán.