Palabras vitandas


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AMANDO DE MIGUEL

Un juego literario, harto repetido, es el de indagar palabras eufónicas hasta el deleite. Por ejemplo, “nenúfar” o “crisantemo”, para situarnos en el mundo floral. Menos divertido, pero mucho más útil, es detenerse a revisar las voces archirrepetidas, que conviene evitar para no caer en el tedio.

El primer lote es el de los anglicismos vulgares, que se nos cuelan por todas partes, hasta hacérnoslos odiosos. Destaco algunos, tan corrientes como abominables: “de alguna manera, estamos hablando, obviamente, a mi juicio, por supuesto, prerrequisitos o precondiciones”. He vivido siete años en los Estados Unidos y algunas temporadas veraniegas en Inglaterra, pero procuro evitar esos y otros anglicismos, que tanto parecen gustar a mis colegas. A los políticos menos instruidos les encanta. Un ejercicio de finura cientificista consiste en repetir la expresión trial and error, que a veces se traduce literalmente como “prueba y error”. Con lo fácil que sería una sola palabra equivalente en castellano: “tanteo”. Por una vez, el barroco castellano resulta más escueto que el inglés.

Luego estaría también el capítulo de los idiotismos, como el “sí o sí”, el “para nada” o el “etc., etc.” un tanto pueriles. Del mismo género es la expresión “más mayores”, olvidando que “mayores” puede ser ya un comparativo. Resulta enervante hablar de “los más pequeños” para referirse a los niños. Por cierto, la voz “enervante”, para nuestros abuelos, era algo que aplacaba los nervios, un tranquilizante; para nosotros es todo lo contrario, un excitante.

Añádase el repertorio de ciertas modas retóricas, que estragan de tan repetidas: “por activa, por pasiva y por perifrástica, complicado (para decir que algo es difícil o dificultoso), muy importante (sobre todo si no se especifica para quién o por qué), absolutamente, el conjunto de… (los españoles, las comunidades autónomas, los países europeos, etc.), más allá de… (en el sentido de “además”, siempre con un aire de profundidad)”.

La jerga de los abogados ha penetrado con ganas en el pueblo ignaro, dado el prestigio de las profesiones jurídicas. Fruto de tal admiración es el abuso, por parte del común, de ciertas expresiones retóricas de los togados, como “en última instancia, todos y cada uno, única y exclusivamente, a beneficio de inventario, a terceros”.

Me hago cargo de que poco va a servir el recordatorio de las palabras vitandas que acabo de transcribir; seguirán imponiéndose en el habla corriente. La lengua se halla sometida a modas y manías colectivas, difíciles de desterrar o de superar. Las palabras o expresiones muy repetidas, quizá, pierdan sentido, pero son muy útiles al facilitar el automatismo y no tener que pensar mucho. No es poca cosa en los tiempos que corren o que vuelan.