“El Gobierno legisla contra las empresas desde la sospecha”

El exministro y editor Manuel Pimentel observa el peligro de una deriva hacia el populismo y el totalitarismo, pero advierte que “será con nuestro voto y, por tanto, en nuestra mano está evitarlo”


Pimentel afirma que "resulta muy fácil inflamar a las masas y cortar las cabezas de los nobles en la plaza de la villa”

ALMERÍA HOY / 31·05·2020

Su análisis de la realidad lleva impreso el sello de calidad del apasionado investigador de la Historia, el selecto filtro del pensador “sereno” al que han echado de todos los debates políticos “por ser un hombre lleno de matices”. Pimentel cree en el equilibrio, en el “progreso desde la creatividad, la iniciativa y el esfuerzo”. Observa el peligro de una deriva hacia el populismo y el totalitarismo, pero advierte que “será con nuestro voto y, por tanto, en nuestra mano está evitarlo”.

- Tiempos raros éstos, señor Pimentel, tiempos de muchas incertidumbres.
- Es verdad que en circunstancias como ésta nos asaltan muchas incertidumbres, empezando por la propia constitución del virus. Después está el problema económico, y ahí no hay dudas que valgan porque habrá, con toda seguridad, una crisis severa para la que hemos de prepararnos.
- ¿Ante una crisis segura tiene la sociedad española guías políticos seguros?
- Si se refiere al gobierno no lo está haciendo especialmente bien.
- Crece la opinión de que el Estado de Alarma está sirviendo de coladero para aprobar asuntos que poco tienen que ver con la protección de la salud.
- En estos momentos extremadamente delicados, los medios dispuestos en el Estado de Alarma deben dirigirse a afrontar el coronavirus, es decir, emplearse en materia de sanidad y movilidad, pero nunca más allá de lo imprescindible porque, de lo contrario, cabe la tentación de derivar en totalitarismo. Además, para salir lo más airosamente posible de la crisis económica que se avecina, es preciso evitar la inseguridad jurídica que envuelve asuntos como, por ejemplo, el de los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE). El empresario no sabe si se está jugando devolver la totalidad de las bonificaciones aparejadas a esa figura en el caso de que despida a un solo trabajador.
- El empresariado se queja de que hay constantes modificaciones de normas aprobadas aceleradamente y de una falta de conocimiento o insensibilidad a la frágil situación de decenas de miles de pequeñas empresas.
- La flexibilidad es fundamental a la hora de aplicar la norma; sobre todo en situaciones extraordinarias como ésta donde el escenario cambia rápidamente porque los acontecimientos se precipitan y hay que adaptarse para encontrar formas que permitan sobrevivir a las empresas. Es muy necesario generar confianza a quienes generan empleo. Sin embargo, el Gobierno y algunos de sus ministros observan con recelo a los empresarios. Están legislando desde la sospecha, a diferencia de lo que ocurre en países de nuestro ámbito, como EEUU, Alemania, Francia o el Reino Unido que confían en sus emprendedores y sociedades. Aquí, yo soy editor y no sé cuándo habrá normalidad en las librerías. Mientras tanto, nuestros gobernantes aprueban normas muy rígidas que nacen de la sospecha y, de esa manera, crean inseguridad.
- Medidas aplicadas o sugeridas recientemente hacen temer un retroceso en muchos aspectos de nuestra vida que creemos sólidos, como la libertad de expresión, por ejemplo, o el derecho a la propiedad privada.
- La Historia no es un camino recto y lineal. A lo largo de ella se avanza y se retrocede. Lo que hoy nos parece imposible, mañana se cumple, pero lo fundamental es que en un régimen como el nuestro, cualquier cosa que ocurra sucederá de forma democrática. Si la deriva nos conduce hacia un populismo o un totalitarismo, será con nuestro voto, que nadie se engañe, y, por lo tanto, también está en nuestra mano evitarlo. Sin embargo, parece que a nadie le interesa que alguien le hable de la gestión de lo público, que a fin de cuentas es lo que se dirime en cada elección. Sólo los discursos ideológicos consiguen captar nuestra atención, y cuanto más cargados de demagogia y fuegos de artificio vengan, mayor será su audiencia. Nuestra capacidad crítica es algo que deberíamos de revisar.
- Pero si desde los gobiernos o los partidos se fomentan estos discursos, se corre el riesgo de que a muchos nos inquiete este tipo de democracia.
- Yo creo en nuestra democracia y su fortaleza. Diré más: el último tonto murió hace siglos. Todos conocemos muy bien los diferentes modelos que se han construido a lo largo de la Historia, y sabemos si preferimos vivir como en EEUU y Alemania o, por el contrario, elegimos el estilo de Cuba o Venezuela. Yo creo que el español, desde la transición, vota al centro. De hecho, aunque estén gobernando ahora PSOE y Podemos, ambos partidos perdieron votos en las últimas elecciones. En el caso de estos últimos, postulan un modelo bolivariano. Tampoco lo ocultan. Son lo que parecen y dicen que son. No obstante, yo estoy convencido de que los españoles somos mucho más maduros de lo que parecemos.
- ¿Se ha dado una vuelta por las redes sociales? ¿Ha escuchado como nos ladramos unos a otros? ¿No corremos el riesgo de convertirnos en jauría?
- Esa es otra constante de la Historia. Resulta muy fácil inflamar a las masas y cortar las cabezas de los nobles en la plaza de la villa para satisfacción y regocijo del pueblo hecho horda. Ya ocurrió tras la crisis de 2008 y volverá a suceder en ésta con total seguridad. Veremos hasta dónde llegamos, porque todos nos convertimos en jauría; yo también. Dentro de un mes sabremos cuáles serán nuestras víctimas, oleremos su rastro y asistiremos a su linchamiento como un solo hombre, olvidando que, al final, las revoluciones acaban volviéndose y devorando a quienes las azuzan y emprenden.
- Estas convulsiones sociales se sustentan en la división, en la creación de grupos que luchas contra otros grupos, desde la convicción de que yo defiendo el bien y el otro el mal y, por tanto, he de combatirlo.
- Si uno lee la retórica griega, ya observa la misma demagogia que hoy, pero pronunciada hace 2.500 años. ‘O yo o el caos’ y ‘enemigos de la patria’ son frases que se lanzan como venablos desde tiempos remotos. En la política actual se busca el dilema y la polarización extrema, sin embargo, yo soy un hombre de matices. Hace ya tiempo que dejé de asistir a los debates políticos porque se transformaron en torneos donde los campeones de cada bando se esforzaban en partirse el alma a porrazos. Lo único que contaba era el número de mamporros que asestaban a los paladines del bando enemigo. Y me parece muy triste. A mí me han expulsado de todos porque las personas serenas no tenemos sitio. Hace tiempo que eludo estos debates violentos.
- ¿En qué cree usted?
- Me gusta el concepto de centro. Creo en el progreso desde la creatividad, la iniciativa y el esfuerzo. Tiene que existir un equilibrio. No se puede comulgar con el discurso falaz contra los empresarios que azuza este Gobierno cuando proclama ‘yo regalo, pero pagan las empresas’. Esa doctrina acabará generando que nadie quiera arriesgarse a emprender, y lo único que creará, en vez de trabajo y riqueza, será paro y pobreza.