¿De dónde coño ha salido este bicho?


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CLEMENTE FLORES

Aunque sea reticente el tema del coronavirus y la pandemia, y sea difícil sustraerse al ataque, a la acusación y al insulto, me dispongo a escribir este artículo tratando de describir las posibles razones que han hecho que esta plaga sea especialmente grave en España, donde se han alcanzado índices de mortalidad difíciles de superar en cualquier otro país, aparte de incalculables pérdidas en nuestro tejido laboral y empresarial. Todo el follón ha sido promovido por un virus y yo me pregunto ¿qué coño es un virus? ¿dónde estaba metido hasta ahora? ¿hay más parecidos a este? Veamos:

Desde los primeros cincuenta que comencé a estudiar bachiller, hasta el inicio de los dos mil he vivido “sabiendo” que los reinos de la naturaleza eran tres, animal, vegetal y mineral. Luego me he enterado que no eran tres sino seis e incluso se habla ahora de que hay algunos más. Fue en esta edad tardía cuando me interesé por los virus, que son seres o entes unicelulares cuyo número de especies supera al de los mamíferos en muchos billones de veces, pero a los cuales sólo podemos ver por medio de microscopios de última generación.

Antes de que el hombre habitase sobre la Tierra ellos estaban aquí y nos han acompañado desde siempre manteniendo una continua relación de amor/odio de la cual, en gran parte, somos inconscientes.

Durante todo ese tiempo no sólo habitan y campan dentro de nosotros, sino que forman parte de nuestro ADN, que es el material que más nos identifica y el único que transferimos a nuestros descendientes. Por increíble que nos parezca, el hombre los ha utilizado para perfeccionar, entre otros, su ciclo reproductor. He leído que un solo hombre puede “contener” más virus en su cuerpo que personas han vivido en el mundo en toda la historia.

También están en cualquier parte del mundo en otros vertebrados, en hongos e incluso en bacterias y en plantas. Las plantas se defienden de ellos desarrollando desinfectantes naturales.

Un virus es un ente tan simple que cuesta decir que no se puede incluir en lo que llamamos “un ser vivo”, formado por algo de material genético, como si fuese un pequeño texto de instrucciones de fabricación, envuelto en una proteína, tan diminuto como la milésima parte del grosor de un cabello.

El objetivo fundamental de ese material genético por pequeño que sea, como el de todo ADN, es reproducirse y los hombres podemos hacernos idea de cómo funciona este principio universal, por el que todo gen tiende a reproducirse, observando en nosotros mismos como, transformado en deseo, domina nuestro cerebro y nuestras acciones.

El problema del virus es que es tan simple, que no tiene capacidad de reproducirse por sí mismo y necesita utilizar “la máquina fotorreproductora” de las células de otro ser vivo para copiarse y por eso tiene que llegar hasta una célula “hospedera” y entrar en ella, que es donde está “ la maquinaria”, y una vez allí utilizar toda la capacidad de reproducción de ADN de esa célula en beneficio propio. Cuando el virus ha conseguido reproducirse, ha infectado la célula y así puede matarla si no resiste la infección, como hacen con aproximadamente el 30% de las bacterias que nacen cada día.

Los coronavirus son un género de virus bastante estudiado, del cual se encontraron en 2017, 3200 especies infectando a murciélagos, y al menos siete, incluyendo el Covid-19, que han cohabitado con humanos en lo que va de siglo. Todos los que nos han invadido hasta ahora, sólo habían provocado pequeñas pandemias más o menos localizadas y estacionales consideradas como variantes de la gripe común. Podemos decir sin exagerar que los coronavirus estaban y circulaban libremente entre nosotros sin mayores problemas hasta que ha aparecido el Covid-19 que ha venido a liarla.

Pese al empeño de Donald Trump, de acuerdo con las experiencias de otros coronavirus y lo mucho investigado, no existen razones para no suponer que su origen y reservorio haya estado en algún animal del cual ha pasado al hombre a través del aparato digestivo. El pangolín, del cual acabo de enterarme que no es un pájaro sino un mamífero escamoso, tiene todas las papeletas de habérnoslo transmitido, porque se han encontrado anticuerpos en los criadores que los venden como carne para el consumo humano, aunque su tráfico y su venta sean ilegales en China.

Así, sin nadie esperarlo, el Covid-19 llegó a primeros de diciembre al primer ser humano que, prácticamente desde el primer día, podía ya contagiar a otros, aunque nadie notase síntomas especiales en él porque, al parecer, los efectos del contagio no son perceptibles hasta pasados al menos cinco días.

La propagación en China tropezó con los investigadores locales, que seguramente son en la actualidad los más preparados para secuenciar y estudiar el virus y que alertaron a su gobierno que a comienzo de febrero utilizaba todas las posibilidades de las redes sociales para controlar la enfermedad. Los chinos avisaron, pero su aviso sonó a cuento chino y nadie cayó en la cuenta de que cuando las barbas del vecino…

Una vez infectado el primer ser humano, el virus necesita buscar otros hospedadores para seguir reproduciéndose, cuando consiga llegar a sus células.

¿Cómo nos llega?

El virus sale del enfermo por medio de los aerosoles que son las micropartículas suspendidas en el aire que expulsamos o bien en la tos o los esputos. Allí puede mantenerse activo y ser zarandeado por el viento hasta tres horas. Los aerosoles cargados de virus, (el virus puede hacer hasta 100.000 copias en cada célula que infecta), son ingeridos por personas que comparten la misma atmósfera, cosa que es inevitable en un vagón de metro, en un autobús o en cualquier aglomeración de personas, como por ejemplo en un supermercado. Si el aerosol no llega a los pulmones de otra persona también puede caer y depositarse sobre una superficie donde sigue vivo durante un tiempo variable. (Sobre cobre unas 4 horas, sobre cartón 24, en madera o tela unos 2 días y sobre plástico y acero alrededor de cuatro días). Si una persona sana toca esas superficies, lo normal es que algunos virus se adhieran a sus manos y de allí pasen a los ojos, la nariz o la boca, porque solemos tocarnos la cara, casi constantemente, como un acto reflejo, no voluntario.

Lógicamente, el virus nos llega casi siempre por el aire, porque tocando cosas el riesgo es más bajo. El hecho de que se haya recomendado lavarse las manos se debe a que la capa que envuelve a este virus, y que forma justamente la corona, es muy degradable y se elimina fácilmente con agua jabonosa.

A comienzos de 2020 la pandemia se había puesto en marcha, allá en China. Se decretó la cuarentena en Wuhan el 23 de enero. Por una vez a lo largo de la historia nadie acusó a Dios de habernos castigado con esta plaga.

(Continuará en la 2ª parte)