Ignacio Martín Cuadrado sobresale entre nosotros. Asprodalba es la obra de su vida. Una asociación dedicada a centenares de familias y muchachos que comenzaron la carrera de la vida muy por detrás de la línea de salida. Su reciente jubilación justifica de sobra esta entrevista.
Ignacio Martín Cuadrado posa sobre piezas de artesanía elaboradas en uno de los talleres de Asprodalba. |
ALMERÍA HOY / 22·02·2020
El
humanismo renacentista se tiene por trasnochado. Pertenece al hombre
antiguo porque el moderno atiende más a la pose que al fondo.
Encuadraríamos a Martín Cuadrado en el Renacimiento Humanista
porque ha trabajado su personalidad de manera íntegra tratando de
alcanzar el arte y la formación ética en los términos que
entendieron los sabios de la Grecia y la Roma Clásica. La búsqueda
infatigable de la verdad y la virtud. Términos, ambos en decadencia
y aburridos para una sociedad tendente a lo rápido y divorciada de
la reflexión. Es por eso que Ignacio sobresale entre nosotros.
Asprodalba es la obra de su vida. Una asociación dedicada a
centenares de familias y muchachos que comenzaron la carrera de la
vida muy por detrás de la línea de salida. Su reciente jubilación
justifica de sobra esta entrevista.
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40 años le han dado para crear una organización como Asprodalba con
la que ha contribuido a cambiar una realidad que no le gustaba, ¿fue
ése un acto de rebeldía?
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La rebeldía es una necesidad vital. Cuando uno deja de sentirla debe
pensar en ir retirándose y dejar paso a otros. Ya he cumplido
algunos años. Recuerdo otro tiempo y la contestación que existía a
lo establecido y siento tristeza al observar la resignación
generalizada de hoy día.
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¿La resignación de que me habla puede ser producto del estado de
confort en que vivimos?
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Es posible. El hábito adormece, pero a mí me encantan las personas
que no se conforman.
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¿Ese hábito ha podido desembocar en una pérdida de valores que
parecían ligados a la convivencia entre las personas?
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La falta de valores es un indicador de carencias de educación y de
respeto, una palabra muy importante. Por desgracia apreciamos ese
déficit en situaciones cotidianas. Basta observar la forma de
hablar, de mirar y de vivir de la gente que nos rodea. Cuando se
pierde el respeto a nuestros semejantes, se pierde mucho.
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Y se abre la puerta a todo.
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Efectivamente.
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¿Ha cambiado mucho el hombre a lo largo de la Historia?
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No crea. El ser humano no ha cambiado tanto. Somos más parecidos de
lo que pensamos a cómo éramos hace miles de años. Lo que sí ha
evolucionado, y cada vez más rápido, han sido sus circunstancias.
El ejemplo más evidente lo tenemos en las comunicaciones y, sobre
todo, en internet. El teléfono móvil ha transformado la vida más
que ningún otro elemento lo había hecho antes, y está cambiando,
también, las bases de la sociedad.
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¿Más que la Filosofía?
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La Filosofía nos ha ayudado muchísimo a comprender por qué somos
como somos. Hoy echo mucho de menos la palabra ‘ética’ en
nuestra sociedad. Llevo unos años impartiendo clases de Ética y los
alumnos están convencidos de que soy un cura.
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¿Cómo perciben los jóvenes la Ética?
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La ven como algo extraño, cuando se trata de un compendio de normas
elementales de convivencia. Yo les hablo de una Ética del día a
día, que consiste en sonreír a la gente, no dar ‘bufidos’,
hablar con respeto y buen humor, compartir experiencias. La Ética no
es algo grandilocuente. Es algo tan básico como ayudar a tu madre o
decirle ‘buenos días’.
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¿Hasta qué punto pueden ser responsables los nuevos referentes
sociales?
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Por supuesto que tienen mucho que ver los modelos que se exhiben hoy
como ejemplo. Los medios de comunicación presentan a futbolistas o
cantantes como ejemplos de vida a alcanzar, y eso es clave a la hora
de perder el concepto y el sentido de realidad necesario para todo
proyecto de vida. No resulta precisamente ético contratar por
millones de euros a una persona cuyo único mérito es pegar bien
patadas a un balón. Al tiempo, enciendes la televisión o la radio y
lo que prevalece son programas que difunden las bajezas humanas y
opiniones de indocumentados que hablan sin vergüenza ni sentido del
ridículo sobre asuntos acerca de los que no tienen ni la más remota
idea, y que son más valorados cuanto menor respeto muestran.
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Ha mencionado a los medios de comunicación, ¿cuál es su parte de
culpa?
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La Historia parece moverse de manera pendular en ciclos que unas
veces duran siglos y, otras, algunos años. Los medios de
comunicación tienen una importancia enorme que desperdician de
manera lamentable. Por desgracia, prevalece el aquí y el ahora en
perjuicio de la información exacta.
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Como usted mismo dice, la Historia se mueve, y a usted le ha llegado
el turno de afrontar un importante cambio.
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Así es. El 25 de diciembre cumplí la edad de jubilación y me toca
afrontar una nueva etapa. Han sido 40 años en Asprodalba, con mis
chicos, y seguiré con ellos, aunque ha llegado el momento de hacerlo
de una manera diferente.
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¿Recuerda el principio de Asprodalba?
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Tras 40 años al frente de Asprodalba uno reflexiona y recuerda cómo
empecé con Pilar [Lerma] este proyecto cargados de ilusión para
aportar nuestro granito de arena para cambiar la sociedad. Analizar
todo este tiempo te ayuda a entender que, aunque te gustaría que las
cosas fueran de otra forma, hace 40 años era todo mucho peor. Ni
existía integración ni se imaginaba. A las personas con cierta
discapacidad se las llamaba directa e insultantemente ‘subnormales’,
pero la conciencia que ha ido germinando en tanta gente desde
entonces ha conseguido que todo sea tan diferente hoy en ese aspecto.
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¿Han sido más los éxitos que los fracasos?
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Ha habido de todo. Momentos más positivos y otros menos.
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Haciendo balance, ¿qué extrae de estas cuatro décadas?
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Me siento tranquilo. Yo siempre recuerdo una frase de mi padre, que
acostumbraba decirnos “hay que ser buenos”. Mi madre nos
recomendaba “sed buenas personas”, y siempre nos defendía cuando
metíamos la pata: “se habrán equivocado, pero son buenas
personas”. Y tenía razón, porque todos los hermanos hemos
procurado ser honestos aunque hayamos cometido errores o nos hubiera
gustado hacer mejor nuestras tareas.
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¿Cuál ha sido su mayor logro al frente de Asprodalba?
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Conseguir la sonrisa y la felicidad de alguna de las personas que
atendíamos o de un familiar. Todo ha cambiado mucho en lo
concerniente a las personas discapacitadas, y no solamente por
nuestra causa.
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¿Ha hecho un cálculo del número de personas con discapacidad que
han pasado por sus manos?
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¡Uf! No tengo ni idea. Muchos cientos. Tenga en cuenta que nuestro
radio de acción abarca toda la comarca, y hasta viene gente de fuera
y del extranjero, sobre todo ingleses. De manera directa, hoy
prestamos servicio a unas 150 personas, y desde que empezamos, hace
ya 40 años, hemos contribuido a cambiar la vida de más de 500
familias.
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Se ha evolucionado muchísimo. Antes parecía que únicamente existía
el Síndrome de Down, y hoy ya se diferencia entre discapacidades de
origen genético y las adquiridas debido a problemas durante el parto
o en el embarazo, las provocadas por la alimentación o por causas
sociales debido a la falta de estímulos. Ahí están también las
situaciones por autismo o el asperger.
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Parece que hoy abundan más éstas dos últimas. Quizá por la
atención que han despertado en los medios de comunicación.
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Siempre ha habido modas en todas las facetas de la vida, y también
en esto. Hoy toca el asperger como hace unos años el síndrome
hiperactivo, que es preciso distinguir del niño maleducado de toda
la vida. En el autismo se han abierto muchas posibilidades y, en el
caso de los afectados por asperger, se trata de personas con un alto
rendimiento, pero que no muestran empatía alguna. Se está
trabajando mucho en la prevención de estos casos.
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¿Los avances en la Medicina permiten o van a permitir evitar
discapacidades?
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Por supuesto. De hecho se actúa en ese sentido cuando el feto está
aún dentro del vientre y en el momento del parto para evitar un alto
porcentaje de probabilidades de discapacidad. Hoy la atención es muy
buena y se ha reducido muchísimo el riesgo, sobre todo los debidos a
una anoxia, que es la falta de oxígeno durante el parto.
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¿Cuál ha sido el momento más duro que ha tenido que afrontar en su
vida profesional?
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Desgraciadamente no ha sido uno solo. Los peores siempre son cada una
de las veces en que tienes que informar un diagnóstico, sin lugar a
dudas. Son momentos muy duros. Tienes que coger a los padre y
decirles lo que no desean oír.
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¿Y en Asprodalba?
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Los primeros años de la entidad fueron muy difíciles. Éramos Pilar
y yo sin cobrar y tirando del carro.
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¿Cómo salieron adelante?
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Gracias al apoyo familiar que siempre hemos tenido. De no haber sido
así, Asprodalba no hubiera podido salir adelante. Cuando nos metimos
en esto, el centro ocupacional iba a ser una granja de pollos porque
era la única actividad para la que había una línea de subvención.
Sin embargo, al final no llegó el dinero y mi casa figuraba como
aval del préstamo que solicitamos para levantar las dos naves. Lo
pasamos muy mal. Empezamos en 1979, aunque hasta cerca de los 90 no
comenzamos a prestar un servicio como el que hoy se conoce. Antes,
Pilar y yo recogíamos a los muchachos para que realizaran talleres
con monitores.
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Si me permite, una acción social y empresarial de artesanía pura…
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Así fue. No hubo ayudas. Tal vez salimos adelante con este proyecto
por nuestra parte rebelde. Nuestras familias no entendían cómo, con
el nivel profesional que teníamos, no nos íbamos a Murcia o a
Madrid en vez de quedarnos en Vera.
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¿Se considera un soñador, quizás?
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Soñador y romántico. “Asquerosamente romántico”, que dicen mis
hermanos.
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¿Cuántas personas trabajan en Asprodalba?
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25. Ofrecemos a diario transporte, comida y monitores. Cuando se
producen recortes o retrasos en las subvenciones se pasa mal. Muchas
asociaciones que empezaron al mismo tiempo que nosotros, o incluso
después, se han visto obligadas a cerrar, pero nosotros seguimos
adelante.
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¿Qué epitafio escogería para usted?
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Mi madre habría escrito en mi lápida ‘fue una buena persona que
no ha hecho daño a nadie’, pero yo me limitaré a dar las gracias.
Las despedidas siempre son tragos difíciles. Una chica de las que
tenemos en el Centro la emprendió el otro día a puñetazos conmigo
mientras gritaba “¡no te jubiles, no te jubiles!”, y acabó
abrazándome con fuerza.
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Señal de que ha dejado su huella.
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Debe ser muy triste vivir sin pasar por la vida. En cualquier caso,
la vida no se acaba. Tengo muchos proyectos pendientes, como impartir
charlas y dibujar, que es otra de mis grandes pasiones. Seguiré
dando la lata.
“Si
buscan a un subnormal lo tienen escondido en una cueva”
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¿Existe algún motivo que le empujara a dedicar su vida a las
personas con discapacidad intelectual?
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Para ser sincero, nunca pensé en dedicarme a esto. Llegué a Vera
con Pilar y descubrimos personas que vivían literalmente encerradas
sin haber cometido ningún delito, sólo por haber nacido diferentes.
Buscamos una lista de afectados y nos encontramos con que no existía,
así que fuimos casa por casa explicando que había otra vida para
ellas. El momento decisivo ocurrió en Cuevas del Almanzora. Llamamos
a la puerta de una vivienda muy humilde y preguntamos por una persona
con discapacidad que nos habían asegurado que vivía en esa casa,
sin embargo, nos dijeron que allí no había nadie con esas
características. Cuando nos cerraron la puerta, una vecina llamó
nuestra atención y nos indicó con mucho sigilo que “si buscan a
un subnormal lo tienen escondido detrás en una cueva”.
Efectivamente. Seguimos las indicaciones de la mujer y encontramos a
un chico muy pálido porque permanecía oculto al sol, atado por la
muñeca a una cadena y con un plato de comida en el suelo. Fue tal el
golpe que recibimos y nos sentimos tan mal al contemplar esa escena
tan dura, pero a la vez tan extendida en aquella época, que
decidimos actuar. Ése fue el origen de Asprodalba.
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¿Cómo se explicaron los padres de aquel muchacho?
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La madre lloraba amargamente. Entendía a su hijo como un castigo de
Dios. Ellos no tenían medios para atenderlo debidamente. El chico
vive aún. Quitaron la tutela a sus padres y lo enviaron a un centro
especializado de Cádiz. Todavía vemos noticias de vez en cuando de
hoteles o discotecas que no dejan entrar a personas con discapacidad
intelectual pero, afortunadamente, las cosas están hoy mucho mejor
que entonces gracias al trabajo de personas y asociaciones como la
nuestra.