El pin parental y la doble naturaleza de Cristo


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JUAN LUIS PÉREZ TORNELL

A mi esto del PIN parental me parece una chorrada como un piano con la que VOX contribuye animosamente a la confusión y a la entropía que preside este inquietante ocaso del ciclo constitucional de 1978: el fin de la república, el principio del cesarismo.

Ya no sabemos de quienes son los hijos y otros semovientes. Si son de los padres, si son del estado, o si son de Julio Iglesias, lo que me parece más probable.

Por su similitud me retrotrae el debate a aquellas discusiones bizantinas, entre arrianos y latinos, sobre si Cristo tenía la misma naturaleza que el Padre o una peor condición, precisamente por ser hijo y no preexistir al Padre, dejando aparte al Espíritu Santo. Esa discusión se prolongó a través de los siglos, produjo centenares de muertos y cualquier día, si no ha caído en el olvido, terminará por aclararse.

Hay que decir que todas las autocracias y sistemas totalitarios han creído y siguen creyendo en la construcción del hombre nuevo, conformado y pulido a gusto del poder. Descartada hoy la alternativa del exterminio, se exhibe el arma poderosa de la Educación, Santo Grial buscado por los gobernantes desde que Platón, uno de los primeros enemigos de la sociedad abierta, atribuyese a los filósofos la conformación de la sociedad y la determinación de las funciones que a cada clase correspondían.

A los que propugnan estas doctrinas salvíficas les parece inconcebible que no todo el mundo piense como ellos y, lógicamente, chocan y descalifican como enemigos (fascistas, marxistas, masones, cátaros y templarios, herejes todos …) a aquellos que descreen del molde de ciudadano en el que se pretende troquelar a los párvulos, con la nada disimulada finalidad de que, el día de mañana, no osen apartarse del credo oficial preestablecido por el poder.

Herejes y disidentes, por las buenas o por las malas, son reconciliados o quemados históricamente, y en eso coinciden Inquisición, nazismo o comunismo. Suprimidos los disidentes sin más trámites, en la hoguera, en los hornos crematorios o en los campos siberianos se abrirá paso así la Utopía del mundo feliz. No está tan lejos, sin llegar a estos extremos, la pretensión de que la educación oficial se impusiera, más moderadamente, en los campos de reeducación, chinos por ejemplo, en los que más valía asumir rápidamente la verdadera verdad. A ver si colaba.

Yo creo que se equivocan bastante y sobrevaloran la eficacia de ese ungüento amarillo de la educación para construir el ciudadano modelo en el rebaño perfecto.

La educación, señores fascistas, marxistas, prelados de todas las iglesias, no consigue este propósito. Afortunadamente. Si así fuera, todos los españoles de más de cincuenta años seríamos redomados franquistas o fervientes católicos. Tampoco los niños del futuro serán progres perfectos como quisiera el gobierno, ni seguidores de Don Pelayo como les gustaría a los de VOX.

Los niños son perversos polimorfos que descreen naturalmente de las ventajas de la zoofilia, de los dogmas marianos o de la conveniencia de la sociedad igualitaria. Felizmente no todo es tan simple y acaban dándose cuenta de las mentiras que la educación propone cuando se pone al servicio de propósitos totalitarios y totalizadores.

La pseudo educación no tiene efectos tan dramáticos en la gente como quisieran tan siniestros pedagogos. Sigue siendo válida, y más en estos tiempos, aquella frase de Abraham Lincoln. “Se pueden engañar a algunos todo el tiempo, y a todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”.