El 2 de mayo de 1808, levantamiento contra Napoleón


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ADOLFO PÉREZ

Con cierta frecuencia oímos decir: ‘Se formó el dos de mayo’, referida a cuando alguien relata algún suceso más o menos violento. Pues al origen histórico de esa frase dedicamos este artículo.

Si el reinado de Carlos III fue fructífero para España no sucedió lo mismo con su hijo, el apacible y bondadoso Carlos IV, que reinó entre 1788 y 1808, veinte años. Con su reinado se clausuró el siglo XVIII, el Siglo de las Luces, y dio comienzo el turbulento y desastroso siglo XIX español. Apenas llevaba Carlos IV seis meses reinando cuando el 14 de julio de 1789 se produjo el inicio de la Revolución francesa con la toma de la Bastilla por el pueblo de París. (La Bastilla era una fortaleza medieval que servía de prisión.) Las consecuencias de esta revolución fueron enormes en Europa, tanto en el mapa como en las ideologías políticas, lo que preocupó al monarca español y clase política, que pusieron una barrera virtual para evitar que España se contaminara de tales ideologías. Bien sabido es que la Revolución francesa desembocó en el imperio napoleónico.

Así, pues, a Carlos IV le tocó reinar a la par de la Revolución francesa primero y después con el gobierno de Napoleón. Dada la situación la reina María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV, convenció al rey para que nombrara primer ministro a Manuel Godoy, un joven oficial de la guardia de Corps, que gozaba del favor de la reina y que lo elevó a la cima del poder dadas sus dotes. Siempre se ha dicho que Godoy era amante de la reina, incluso se dijo que un infante era hijo suyo. Godoy hacía y deshacía a su antojo en los asuntos de Estado, de modo que firmó con Napoleón el tratado de Fontainebleau (27.10.1807), mediante el que acordaron repartirse Portugal. El tratado estipulaba la invasión conjunta franco – española del reino luso, y se permitía el paso de tropas francesas por nuestro territorio. Pero el plan oculto de Napoleón era apoderarse de la península como de ejercer su hegemonía en resto de Europa según se vio.

Enseguida comenzó la ‘ocupación francesa’ con cien mil soldados. Durante un tiempo la población acarició la esperanza de que el emperador lo librara de Godoy, muy impopular debido a la campaña en su contra azuzada por el príncipe de Asturias, Fernando, que le tenía un odio feroz. Pero advertidos los españoles de sus verdaderas intenciones fue el detonador para el comienzo de las hostilidades. Alarmado Godoy ante la invasión decidió que los reyes viajaran a Andalucía para irse a América. Tal noticia junto con la impopularidad de Godoy y su política ocasionaron una revuelta popular respaldada por el príncipe Fernando. Fue el llamado ‘Motín de Aranjuez’, ocurrido entre el 17 y 18 de marzo de 1808, ciudad en la que estaba la Corte. El motín ocasionó la abdicación el día 19 de Carlos IV en su hijo Fernando VII, adorado por la masa popular, y que Godoy fuera a prisión. Ambos reyes (padre e hijo) buscaron el apoyo de Napoleón al que convirtieron en árbitro de la situación, pero Bonaparte tenía otros planes respecto al trono español que enseguida ejecutó.

Con engaños y falsas promesas, incluso con la velada amenaza de no ser reconocido como rey, los franceses consiguieron que el incauto Fernando VII accediera a entrevistarse con Napoleón en suelo francés, de modo que el 20 de abril cruzó la frontera y se presentó en Bayona (Francia). Aquella misma tarde Napoleón le comunicó que había resuelto destronarle, compensándolo con la corona de Etruria, cosa que dignamente rechazó el rey español. (Etruria era un reino satélite creado por Napoleón en una antigua región del centro de Italia.) Días después llegaron sus padres, y Napoleón manifestó a Fernando que el único rey legal era Carlos IV a quien estaba obligado a devolver la corona obtenida por la violencia. Fernando VII estuvo dispuesto a abdicar en Madrid ante las Cortes, lo que no se le permitió. Pero como en Madrid aún quedaban Borbones y Napoleón sabía que el pueblo estaba apegado a esta dinastía, escribió a su cuñado Joaquín Murat, mariscal de Francia, jefe del ejército de ocupación, ordenándole que le enviara a Bayona a los infantes españoles, aunque Murat ya se había adelantado porque el 25 de abril ya le había ordenado al infante don Antonio, hermano de Carlos IV, presidente entonces de la Junta de Gobierno formada en ausencia de Fernando VII, que junto con sus sobrinos se reunieran con la familia real en Bayona. La Junta se negó pero Murat les amenazó con obligarlos a partir, de modo que tuvieron que ceder.

El pueblo madrileño enterado de lo que se tramaba acrecentaba su odio hacia los invasores a los que hostigaba continuamente. Murat, que era muy vanidoso y no barruntaba el peligro que corría, para el 1º de mayo organizó en Madrid un desfile con sus tropas que fue la rechifla general. Su uniforme fastuoso y sus rizos provocaron toda clase de ironías. La Junta de Gobierno a fin de evitar una rebelión militar de las poco numerosas tropas españolas que cohabitaban con las francesas, que de fracasar hubiera supuesto la rendición de la plaza de Madrid, ordenó su acuartelamiento.

La historiadora francesa Jeannine Baticle, en su biografía sobre Francisco de Goya, escribe la crónica de lo sucedido en Madrid el 2 de mayo de 1808. Dice así: “Eran las ocho de la mañana del 2 de mayo cuando los madrileños que vigilaban las entradas y salidas del palacio real vieron que la reina de Etruria, su hijo y su séquito subían a uno de los carruajes que esperaban en la puerta del palacio, la tensión fue en aumento, aunque la princesa pudo salir sin problemas”. (Aclaro que la reina de Etruria era María Luisa de Borbón, hija de Carlos IV, casada con el rey de Etruria.) Sigue la crónica: “Poco después, cuando un segundo carruaje aparcó en el mismo sitio, Molina Serrano, un cerrajero de la corte fiel a Fernando VII, dio la alarma gritando: ‘¡Se han llevado a nuestros reyes, quieren llevarse a todas las personas reales, muerte a los franceses!’, mientras, desde una ventana del palacio un mayordomo de semana gritaba: ‘¡A las armas, quieren llevarse al infante!’ (don Francisco de Paula). La multitud se había agolpado ante el palacio, y cuando el joven infante salió al balcón, a punto de echarse a llorar, le recibió una clamorosa ovación. Los españoles creían que en Bayona Fernando VII se estaba resistiendo enérgicamente al emperador.”

Sigue la crónica de la historiadora francesa diciendo que alertado Murat de lo que sucedía, envió al lugar a uno de sus ayudantes de campo, que estuvo a punto de morir. Enfurecido Murat mandó un destacamento de la guardia y dos piezas de artillería que dispararon sobre la multitud sembrando el pánico y la muerte. Con este acto irreflexivo Murat hizo que Napoleón perdiera España. En efecto, el motín provocado y su represión implacable levantaron a los españoles contra los ejércitos napoleónicos. La insurrección, que empezó en el palacio real entre las nueve y las diez de la mañana, se extendió por todo Madrid y llegó a la Puerta del Sol. Con una lucha heroica en el parque de artillería de Monteleón al mando de los capitanes españoles Daoíz y Velarde y el teniente Ruiz, hasta que los franceses lograron dominar la situación, muertos ya los dos capitanes. El teniente Ruiz, malherido, se salvó, pero meses después falleció a causa de las heridas no bien curadas, cuando ya era teniente coronel jefe de un regimiento. Los paisanos se batieron con valentía, ejemplo de ellos fueron Juan Malasaña y su hija Manuela, González Bueno y su esposa, Clara Rey.

Los franceses se habían abierto paso sin grandes dificultades desde los alrededores del palacio real, donde los granaderos y la artillería habían reprimido violentamente a los sublevados, hasta el extremo de la calle Mayor, pero antes de llegar a la Puerta del Sol tropezaron con una muchedumbre exaltada que les atacaba con armas blancas y de fuego, dando muestras de una audacia e intrepidez increíbles, contra la que tuvieron que cargar para seguir adelante, lo que dio lugar a numerosas bajas en ambos bandos. Al llegar los franceses a la carrera de San jerónimo se encontraron bajo un intenso fuego procedente de varios edificios cercanos.

El destacamento del ejército enviado por Napoleón a España incluía una compañía de ochenta mamelucos, cuya misión era proteger a Murat, estaban acuartelados junto a la Puerta de Alcalá. Por informes y memorias de los militares franceses se sabe que la mayoría de los sublevados que cayeron en la Puerta del Sol fueron víctimas de los mamelucos, que pasaron dos veces por ese lugar, la primera por la mañana donde sufrieron grandes pérdidas. Cumplida su misión, a su vuelta, atravesando Madrid en dirección al palacio real, los mamelucos decidieron vengar a sus caídos de la mañana, y como seguían disparando contra ellos saquearon las viviendas de los sublevados y asesinaron a los que encontraron en ellas. (Los mamelucos eran soldados egipcios de caballería encuadrados en el ejército de Napoleón tras su expedición a Egipto en 1798.) Por los datos que se tienen, en especial la de un discípulo de Goya, testigo presencial de la carga de los mamelucos, herido en la refriega, podría explicar la elección por parte de Goya para pintar seis años después su imponente cuadro: ‘La carga de los mamelucos’.

Para los madrileños fueron trágicas las consecuencias de la sublevación del 2 de mayo además de los muertos y heridos que padecieron. El Consejo de Castilla, por orden de Joaquín Murat, intentó la pacificación, pero una comisión militar instalada en la Casa de Correos comenzó a decretar sentencias de muerte. La represión se caracterizó por su crueldad. Un terrible bando de Murat disponía la pena de muerte para todos los que cogieran con armas, amenazando con gravísimas penas a los que participasen en ulteriores movimientos. Las ejecuciones se llevaron a cabo en diversos lugares de la ciudad, siendo las realizadas en la montaña del Príncipe Pío a las cuatro de la madrugada del día 3 de mayo las que inspiraron a Goya para pintar su gran lienzo: ‘Los fusilamientos del 3 de mayo’, un cuadro cuyas imágenes impresionan. (1)

Sin embargo, los graves sucesos del 2 de mayo en Madrid precipitaron en Bayona los hechos, el emperador y los reyes padres (Carlos IV y María Luisa) amedrentaron a Fernando VII, que devolvió la corona a su padre el 6 de mayo, quien a su vez la cedió a Napoleón. Carlos IV, su esposa y Man-uel Godoy salieron para Fontainebleau y Fernando VII para Valençay donde permaneció confinado seis años, hasta el final de la ocupación francesa en 1814. De esta forma la corona de España quedó en manos de Napoleón para que la ciñera su hermano José.

El levantamiento de los madrileños el 2 de mayo fue el detonante de la guerra de la Independencia (1808 – 1814), que los españoles, con la ayuda inestimable de los ingleses, derrotaron a Napoleón, cuyo ejército vencido hubo de salir de España junto con el intruso rey José Bonaparte.

(1) En ’Los fusilamientos del 3 de mayo’ la plasticidad de la escena impresiona: los soldados de la ejecución aparecen como una máquina despersonalizada, inexorable, de espaldas, sin rostros, en perfecta formación, mientras que las víctimas constituyen un agitado y desgarrador grupo, con rostros dislocados, con ojos de espanto o cuerpos yertos sobre la arena encharcada de sangre. Un enorme farol ilumina una figura blanca y amarilla, arrodillada y con los brazos formando un amplio gesto de desafiante resignación: es la figura de un hombre que está a punto de morir. Este cuadro es considerado como la mayor aportación española a la pintura europea del siglo XIX.