Otras memorias históricas olvidadas


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AMANDO DE MIGUEL

Lo peor que tiene la llamada “memoria histórica”, aparte de haberse convertido en ley, es que resulta profundamente unívoca y sesgada. Viene a suponer que la verdadera faz del pasado es la que representó la política dominante en la II República. Pero la verdadera memoria colectiva, el recuerdo del pasado valioso, es siempre plural. Daré algunas ilustraciones, todas ellas conducentes a superar la atonía de las actuales iniciativas políticas, dominadas por la sed de mandar de algunos prebostes. Se olvidan de que el Gobierno se legitima no solo por el impulso (los votos que recibe), sino por las políticas que emprende. En el momento actual parece que solo interesa el primer aspecto: como ocupar los despachos del Gobierno por una facción sedienta de poder (libido dominandi).

No se trata de la obsesión de novedades en las acciones políticas que deben ofrecer los gobernantes. Hay capítulos enteros de viejas iniciativas que conviene poner al día; simplemente porque son beneficiosas para el interés general. Tómese la idea de construir nuevos embalses en el territorio peninsular, tan agobiado por continuas sequías e inoportunos aguaceros. La idea de los embalses o pantanos se asocia con las dictaduras de Primo de Rivera y Franco. Se ha creído después que habíamos llegado al máximo de aprovechamiento de tales obras (que ya las empezaron los romanos), pero la realidad nos obliga a replantearlas. El régimen de lluvias tan irregular hace necesarios los embalses, entre otras cosas, para prevenir ulteriores inundaciones. Habría que añadir los depósitos subterráneos de agua sobrante para ciertas poblaciones.

La II República promovió una idea que hoy nos parece sobrepasada: los trasvases de cuencas. El ministerio de Prieto diseñó el plan de Lorenzo Pardo para trasvasar el agua del Tajo al Segura. No pudo llevarse a cabo por la infausta crisis económica y sobre todo la guerra civil. El plan de Lorenzo Pardo lo resucitó Franco en los años 60 del siglo pasado, pero en seguida se quedó corto. El agua sobrante del Tajo era insuficiente para alimentar el trasvase hasta Murcia y no digamos hasta Almería. Esa corriente benéfica solo puede mantenerse con el agua que baja de Cantabria y el Pirineo para que llegue al Tajo. He aquí una obra precisa que debería emprender el nuevo Gobierno, siempre que el ministro de Fomento fuera más competente y n anduviera entretenido con cabildeos. Hay todavía más trasvases posibles.

La memoria histórica con una mirada más generosa significaría el empeño de la vieja “unión ibérica”, la colaboración mucho más estrecha entre España y Portugal. Siempre fue un empeño más lusitano que español. Claro que ahora parecería más utópica, pues los españoles andamos entretenidos con los separatismos. La mejor manera de superarlos sería la de volver a considerar en serio la olvidada “unión ibérica”. Que ahora se haría más cómoda dentro de la Unión Europea.

Otra memoria olvidada es la recobrar para España la “vergüenza de Gibraltar”. Ahora se presenta la ocasión propia con el Brexit, el kairós que decían los griegos clásicos. No tiene mucho sentido que el Reino Unido conserve una colonia como Gibraltar en el territorio de la Unión Europea. Como es natural, la incorporación de Gibraltar al reino de España debería suponer el mantenimiento de ciertos símbolos británicos como se ha hecho con Menorca. Sin aguas territoriales y sin espacio suficiente, Gibraltar no puede ser el lugar donde se instale el gran puerto internacional. Debe estar en el conjunto de la bahía de Algeciras. Gibraltar debe dejar de ser el nido de modernos filibusteros que es hoy.

Las iniciativas que digo, a título de ejemplo, no deben descartarse por haber sido impulsadas en su día por los regímenes del pasado. La verdadera memoria histórica debe ser completa y eficaz, lejos del sentido sectario y resentido con el que hoy se presenta.