Meca expulsada del Paraíso, el Fortuna y sus treinta tetradracmas


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SAVONAROLA

En el libro de Génesis, se relata que Dios mandó a Adán y su esposa fructificar y multiplicarse, llenar la Tierra y gobernarla. Y se dice que también les mandó comer de todos los árboles del huerto, excepto del árbol de la ciencia del bien y del mal, el cual estaba junto al árbol de la vida.

Pero a continuación, hermanos míos, leemos que Eva fue engañada por la serpiente y vio "que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y el producto de sus ramas codiciable para alcanzar la sabiduría", por lo que ella comió del fruto prohibido y dio a su pareja, el cual comió también. Como consecuencia de esos actos, y de acuerdo con la Biblia, Dios como castigo le dijo a Eva: "Aumentaré tus dolores cuando tengas hijos, y con dolor los darás a luz. Pero tu deseo te llevará a tu marido, y él tendrá autoridad sobre ti". Además, nuestro Padre añadió que Adán debería trabajar para comer y que ambos morirían.

Más tarde les explicó a los dos: "El ser humano ha llegado a ser como uno de nosotros, pues tiene conocimiento del bien y del mal. No vaya a ser que extienda su mano y también tome del fruto del árbol de la vida, lo coma y viva para siempre". Por esa razón Adán y Eva fueron echados del jardín de Edén, como castigo por la traición a la confianza depositada en ella.

Algún tiempo más tarde, y siempre según la verdad transmitida por medio de los cuatro evangelios canónicos, escritos al dictado de nuestro Señor de los Cielos y la Tierra, Judas guió a los guardias que arrestaron a Jesús hasta el lugar donde lo encontraron, les indicó quién era besándole. Por su traición fue recompensado con treinta piezas de plata, treinta tetradracmas de Tiro, puesto que le pagó el Sanedrín y ésas eran las únicas monedas validadas por el Templo.

Al poco tiempo, Judas se arrepintió de sus actos, intentó devolver las monedas a los sacerdotes que se las habían dado, y al no aceptarlas estos, las arrojó en el Templo. Luego, desesperado ante la magnitud de su delación, se suicidó ahorcándose en un árbol o, según otra versión, compró un campo con el dinero que obtuvo gracias a su traición, pero “cayendo de cabeza, se reventó por en medio, y todas sus entrañas se derramaron”, por lo que aquel campo fue llamado en su lengua ‘Aceldama’, que quiere decir ‘Campo de Sangre’.

Para quien dice que la realidad siempre supera a la ficción, amadísimos hermanos en Cristo, este anciano y vetusto fraile os dice que en otras tantas veces, o más, ambas resultan tan semejantes como dos gotas de agua recién desalada. Y, si no, seguid atentos. Como sabéis, en el mundo de los hombres reina un solo Dios, que es el Pueblo, el que elige y pone a cada quien donde es su antojo, y es Él únicamente Él, el acreedor de toda obediencia.

Él fue, pues, quien depositó a la diva Meca sobre una nube en el Olimpo huercalense. Mas no en una cualquiera, sino en aquella más preferente, la que estaba situaba a la diestra del Padre –perdón, de la Madre-.

El Dios Pueblo, en su acepción conocida con el nombre de Asamblea, alzó a la Meca al edén para que retozara a su antojo en paz, libertad y alegría, aunque con una sola condición: Observar la obediencia debida a su Hacedor.

Y ella era feliz. Se la veía reír al lado de la Madre. Era su mano derecha. ¡Qué digo mano! El brazo entero. Más aún todavía: ¡Su sombra en punto, en blanco y en negro!

Y en negro se fue tornando el cielo que cubría su dorada cabellera a medida que por pegarse a la Madre se fue, poco a poco y más a más, separándose del Padre.

De tan diva y divina llegó a creer que el lugar que alcanzó a ocupar en el edén era algo propio, y no una merced de su Dios Asamblea. Y negó y renegó y llegó a votar en contra, incluso, de su hermano.

Como consecuencia de esos actos, y como si fuera una secuela de la Biblia, Dios como castigo le dijo a Meca: "Has creído ser como uno de nosotros, y estar por encima del bien y del mal. Como no queremos que se extienda tu ejemplo, te conminamos a que abandones inmediatamente el jardín del Paraíso como castigo por la traición a la confianza depositada en ti por nosotros”.

Y la sonrisa se heló en el rostro. Y la Meca enmudeció.

Mas en otro lugar del Levante, uno de los discípulos del Salvador, conocido con el nombre de Fortuna, no ahorraba en juramentos de eterna fidelidad a su Señor. Le abrazaba a todas horas, incluso de madrugada; le lisonjeaba por doquiera y más que besarle lamía su rostro allá donde lo encontraba.

“Yo siempre estaré a tu lado –me dicen que le decía-. Y si tu futuro es el de hundirte, ¡voto a bríos que nos hemos de hundir los dos!”, se oyó decir al Fortuna.

Empero, amados míos, que el dar el trigo no es igual que predicarlo, y en siguiendo la popular enseñanza, cuando el Dios Asamblea mostró el camino a seguir, el Fortuna decidió continuar por el suyo, y le dijo a los soldados de Roma que el Salvador sería aquel a quien besara en el Huerto de los Olivos, y que no fueran a creer que el beso habría de levantar sospechas, pues tanto y tanto le oscilaba la cara que nunca sería una sorpresa, sino todo lo contrario.

Y así que lo hizo, el Fortuna recibió en seguida lo pactado por su traición, 30 tetradracmas de Tiro que al cambio vienen a ser unos 2.350 euros al mes hasta mayo del 2023.

Sin embargo, y que se sepa, ni Fortuna se arrepintió de sus actos, ni intentó devolver las monedas a los sacerdotes que se las habían dado, ni tampoco las arrojó en el Templo.

Menos aún ha trascendido desesperación alguna ni que se haya colgado de un árbol. Tampoco que cayera de cabeza, se reventara por en medio. y todas sus entrañas se hayan derramado, aunque su casa y las paredes sí aparecieran preñadas de mensajes relativos al quebranto de la fidelidad y lealtad que juró guardar a su Dios y Salvador. Vale.