"La República se comprometió a poner el nombre de Luis Siret al Museo de Almería"

El historiador Juan Grima valora la donación realizada por el padre de la Arqueología moderna al pueblo español y de las condiciones que firmaron el donante y el director general del Museo Arqueológico Nacional (MAN), don Francisco de Paula Álvarez-Ossorio, en tiempos de la 2ª República.


Luis Siret, a la derecha con gorra, junto a su capataz,ro Flores

ALMERÍA HOY / 24·11·2019


El historiador Juan Grima valora la donación realizada por el padre de la Arqueología moderna al pueblo español y de las condiciones que firmaron el donante y el director general del Museo Arqueológico Nacional (MAN), don Francisco de Paula Álvarez-Ossorio, en tiempos de la 2ª República.

“Algunas piezas –explica- ya habían sido entregadas a la Real Academia de la Historia a raíz de la publicación por esta institución de ‘Villaricos y Herrerías, antigüedades púnicas, romanas, visigóticas y árabes’, pero la donación propiamente dicha se hizo a partir de la Expo de Barcelona de 1929, donde fue expuesta la colección de Siret y las de sus discípulos Miguel Flores González-Grano de Oro y Juan Cuadrado Ruiz. Una vez finalizada la Exposición, Siret pidió que las piezas de su propiedad pasaran al MAN, lo que también hicieron el veratense Juan Cuadrado y el cuevano González-Grano de Oro, ambas colecciones también en el Museo de Almería y, en ese momento, comenzaron las negociaciones con Álvarez-Ossorio”.

Siret pidió, según Grima, que se declararan “Monumentos Históricos Nacionales los principales yacimientos excavados por él para asegurar su preservación, así como ocuparse personalmente del diseño de la distribución del espacio y hasta de los muebles y vitrinas que habrían de exponer su colección en la que habría de llamarse ‘Sala Siret’. Sería una propuesta de musealización innovadora, como puede apreciarse en toda la documentación y planos que también legó”.

“Pidió también –añade el editor- que parte de las piezas sirvieran para fundar un museo arqueológico en Almería, que se creara un patronato para gestarlo, en el que habría de estar Miguel Flores González-Grano de Oro, y que su director tenía que ser Juan Cuadrado. Otra de las condiciones era que el museo de Almería debía llevar su nombre”.

Según Grima, “el Gobierno de la República aceptó y se comprometió por escrito a que el museo se llamara Luis Siret, pero la Junta de Andalucía, cuando lo trasladó a su actual ubicación, le quitó el nombre para llamarlo ‘Museo de Almería’. Un incumplimiento de contrato por parte del Ejecutivo andaluz y, por encima de todo, una enorme falta de respeto al Gobierno legítimo de la República y a la memoria de la persona que lo fundó y donó el contenido que alberga ¿qué menos que el Museo Arqueológico de Almería lleve el nombre de Luis Siret?”

Una vez firmado el acuerdo por ambas partes, apunta Grima que “Siret dispuso todas las piezas en cajones para su traslado, murió y estalló la guerra. El gobierno de la República no estaba para inversiones y los cajones permanecieron sin abrir hasta 1943. Nunca se abrió esa ‘Sala Luis Siret’ en el Museo Arqueológico Nacional y el Ministerio de Cultura del nuevo régimen estafó, de esa manera, al ingeniero belga”.

Lamenta el editor que “ése parece el sino de Siret. Ahora también se intenta restar mérito a su trabajo, como si quien lo hizo todo hubiera sido Pedro Flores. Hemos de tener muy claro que Pedro Flores era el capataz del ingeniero belga. Siret fue uno de los grandes cerebros de la arqueología de todos los tiempos y fue quien enseñó a excavar a Pedro Flores, le instruyó sobre lo que tenía que hacer y la técnica. Pedro Flores no era historiador ni sabía interpretar lo que encontraba, se limitaba a excavar donde su jefe le decía y a tomar las notas que le ordenaba. Sí es cierto que era una persona muy lúcida y Siret, que era muy abierto, cuando venían los científicos lo presentaba: ‘ésta es mi mano derecha’. Así lo comentan los arqueólogos que venían a visitar al belga, lo trataban de tú a tú, cuando no era normal en aquel tiempo que se introdujera a un subalterno en los ambientes científicos”.