La Reconquista de la España Musulmana, 718-1492


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ADOLFO PÉREZ

Este artículo tiene como fin exponer una visión general de la Reconquista: sus orígenes, naturaleza y desarrollo de la misma, llevada a cabo durante la Edad Media a fin de expulsar a los musulmanes de España. No se trata de dar cuenta de lo que hicieron los reyes de cada reino.

Aprovechando las luchas internas de los visigodos que dominaban Hispania, en el año 711 los musulmanes invadieron la península ibérica, excepto los pequeños núcleos montañosos del norte y el Pirineo, que fueron el origen de los reinos cristianos en la Edad Media. El papel de tales reinos fue esencial en la recuperación de los territorios peninsulares. Una Reconquista que duró casi ocho siglos, desde la batalla de Covadonga en el año 718 a la toma de Granada en 1492.

En general la creencia de que la Reconquista fue como una cruzada cristiana contra el Islam al que había que expulsar no parece que fuera así. En 1925 el insigne medievalista Ramón Menéndez Pidal publicó “La España del Cid” en el que viene a decir que el ideal reconquistador era restablecer el régimen godo anterior a la invasión islámica con el cristianismo de estandarte.

Es decir, se lucharía por restaurar el reino visigodo y no tanto para reivindicar la primacía cristiana sobre el Islam. Sin perjuicio de lo que escribe Menéndez Pidal, otro insigne historiador, Jaime Vicens Vives, nos dice que, aún sin relegar, en absoluto, de los ideales religiosos y neogóticos que pudieran existir en determinados momentos, lo que prevalece en los primeros instantes de la Reconquista es algo más humilde, tan humilde y heroico como el simple deseo de subsistir, aunque la idea religiosa ocupaba un lugar principal, de ahí a que se les llamara reinos cristianos.

A excepción de los núcleos de población del norte, que se refugiaron en las montañas de Asturias y tierras de Pamplona, toda la península cayó en manos de los musulmanes, sin que se establecieran fronteras entre ellos. Es entonces cuando se perfila el núcleo asturiano, lleno de leyendas, que eligió rey a Pelayo (718 – 737). Se cree que era hijo del duque Favila, de sangre real. Favila murió de un bastonazo dado en la cabeza por el rey Witiza, que deseaba a su mujer. Pelayo acaudilló a los sublevados en la batalla de Covadonga (718), convertida en símbolo nacional. Esta primera victoria, aun reducida al mero combate de montaña fue crucial, pues levantó la moral de los vencidos y fue el inicio de la Reconquista y aseguró la existencia de una minúscula monarquía asturiana, cuyo primer rey fue Pelayo. A mediados del siglo VIII se produjeron dos hechos que dieron lugar a que se fijara la frontera entre cristianos y musulmanes. Un hecho fueron las guerras civiles (729 – 753) entre árabes y berberiscos, que dio lugar a que éstos se marcharan al norte de África. Otro hecho fue la sequía y el hambre de mitad de siglo (751 – 756), que supuso el repliegue hacia el sur de los musulmanes. De ambos hechos se benefició el rey de Asturias Alfonso I el Católico (739 – 757), yerno del rey Pelayo, que reforzó el núcleo asturiano pues resistió el renacer del poder musulmán al fundarse en España un emirato independiente, el Omeya.

Al surgir la zona de nadie se perfilaron las dos Españas: la musulmana y la cristiana. La musulmana que tenía en sus manos las ciudades importantes y la buena economía. Y la cristiana en las montañas asturianas y el Pirineo, con una economía pobre y rudimentaria, y la ciudad de Pamplona en la que a finales del siglo VIII o albores del IX se advierte la presencia de caudillos bravos e inteligentes. Las provincias vascas aparecen en la historia vinculadas a Castilla, mientras que Navarra, eventualmente ocupada por los musulmanes, estaba en relación con los francos, cuyos monarcas se disputaron Pamplona con los árabes, sin poderla dominar dada la rebeldía de sus habitantes. Los vascones constituyeron el reino de Pamplona, originario del reino de Navarra, que llegaría a dominar en casi todos los reinos hispanos.

El núcleo franco fue un poco más tardío. Salvo las altas regiones occidentales, el territorio catalán fue dominado por los musulmanes, que pasaron el Pirineo y sometieron a gran parte de la región sudoriental francesa, la Septimania. Carlomagno inició la expansión de los francos por los territorios hispanos y encargó a los condes de marca o frontera (marqueses) la conquista de Gerona, cuyo gobierno confió a un conde franco. Así se pusieron las bases de la Marca Hispánica, que extendía el dominio franco en Cataluña y servía de valladar a los islamistas.

El profesor Antonio Ubieto Arteta afirma que la Reconquista fue un fenómeno tardío, iniciada por los pamploneses a principios del siglo X, pero sin continuidad, hasta que en el siglo XI el rey pamplonés García Sánchez III de Nájera - Atapuerca (1035 – 1054) ocupó Calahorra. A partir de entonces la Reconquista duró siglos, excepto para el reino de Navarra que ya no pudo tomar parte en la misma al quedar ahogado entre Castilla y Aragón debido a que en los siglos XI y XII los reyes de Castilla se anexionaron tierras que consideraban suyas, como la Rioja, de modo que quedó cerrada para el reino de Navarra la ‘frontera de moros’, razón por la que se apoyó en Francia para conservar su independencia.

En las tierras pirenaicas la Reconquista tiene un carácter distinto. En Aragón la Reconquista comenzó con la toma de Barbastro. (El pequeño condado de Aragón, ubicado junto a Navarra, fue convertido en reino en el año 1035 por Sancho el Mayor de Navarra, que a su muerte lo legó a su hijo bastardo Ramiro I (1035 – 1063), primer rey privativo de Aragón.) Poco después se conquistaron los puntos clave para la defensa de los ríos Aragón, Gállego y Cinca. Entonces se dio la batalla de Alcoraz (1096), la primera de tipo campal en la que se enfrentaron grandes ejércitos, librada cerca de Huesca, y ganada por Pedro I de Aragón (1094 – 1104), lo que le permitió entrar en la ciudad. Importante fue también la acción de los aragoneses en el Levante que permitió que un caballero castellano, Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, conquistase Valencia.

Dice el profesor Ubieto que la incorporación de Toledo a la Cristiandad (1085) es quizás el hecho más crucial en la historia medieval peninsular, pues supuso un gran avance en los límites con los musulmanes. La pujanza de los cristianos permitió el avance espectacular de las líneas fronterizas en el siglo XII durante el que fueron ocupadas las cuencas de los ríos Tajo, Guadiana y Ebro. En el reino de Aragón la figura fundamental en el campo de la Reconquista fue el rey Alfonso I el Batallador (1104 – 1134, que consideró su misión como si fuera una cruzada. Aspiraba a dominar los puertos de Levante y liberó casi todas las ciudades del valle del Ebro. Sus expediciones por tierras valencianas, murcianas y andaluzas le permitieron recoger mozárabes para repoblar sus tierras, pero su derrota en Fraga (Huesca) (1134) frente a los almohades paralizó la Reconquista.

En Cataluña el conde Ramón Berenguer III el Grande (1096 – 1131) impulsó la Reconquista con la toma de Tarragona. Con su hijo Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y príncipe de Aragón por su casamiento con la reina Petronila (1131 – 1162), lo que dio lugar a la unión de los condados catalanes y el reino aragonés, que se completó con el valle del Ebro y la toma de Tortosa y Lérida. Con el hijo de ambos, Alfonso II de Aragón (1164 – 1196), se consolidó la Corona de Aragón.

En Portugal, su primer rey, Alfonso Enríquez (1139 – 1185), logró arrebatarles a los musulmanes el Tajo con la toma de Lisboa (1147). La ocupación de Lisboa se llevó a cabo con la ayuda de los ingleses que navegaban a Tierra Santa. También tomó varias ciudades cercanas al río Tajo.

En el centro de la península la Reconquista castellanoleonesa fue más tardía, más lenta y menos espectacular, según afirma el profesor Ubieto, Alfonso VII el Emperador (1126 – 1157) actuaba en la cuenca del Tajo donde ocupó ocho ciudades y participó en la conquista de Almería. Al morir cometió el error de repartir sus dominios entre sus hijos: Castilla a Sancho y León a Fernando. El hijo de Alfonso VII, Fernando II, rey de León (1157 – 1188), fortificó la posición de Alcántara, que pasaba sobre el río Tajo (1167) en el camino que conducía del reino de León al Sur. El hecho de haberle cortado el camino a los musulmanes permitió al rey castellano Alfonso VIII (1158 – 1214) tomar la zona del Guadiana castellano y la parte alta del Júcar. En 1195 fue vencido por los almohades en la batalla de Alarcos en la que se perdieron las tierras de la zona de Calatrava, y se frenó la Reconquista hasta la batalla de las Navas de Tolosa (1212).

Dice el profesor Ubieto que en el proceso reconquistador del siglo XII hay que colocar la influencia de las Cruzadas debido a que en Europa se vivía un espíritu de cruzada, que pronto se identificó contra los musulmanes españoles, de modo que la primera Cruzada del siglo XII fue contra los islamitas de Zaragoza (1101), que fue un fracaso. La más importante fue la segunda, dirigida a Tierra Santa (1147), de la que un grupo de cruzados se dirigió a la península y ocupó Almería y Lisboa. El siglo terminó con el intento de organizar una tercera cruzada de todos que fracasó pero fue un precedente del triunfo de la batalla de las Navas de Tolosa (1212).

Al principio del siglo XIII la Reconquista estaba descuidada mientras los reinos cristianos se peleaban entre ellos. Pero la pujanza de los almohades hizo que el rey castellano Alfonso VIII pidiera ayuda a la Cristiandad (Europa), lo que hizo que el papa Inocencio III otorgara una bula de predicación de la Cruzada. Los contingentes cristianos, sin portugueses ni leoneses, derrotaron a los musulmanes en la batalla de las Navas de Tolosa el 16 de julio de 1212, en la que el ejército musulmán fue diezmado. La derrota del islam, que tanto benefició a Fernando III, también fue aprovechada por el gran rey de Aragón, Jaime I el Conquistador (1213 – 1276), que se apoderó de las islas Baleares, logrando así la seguridad marítima. Con la conquista de Valencia (1238) y otras ciudades completó la reconquista del Levante entre 1229 y 1250. Su última gran hazaña fue su generosa ayuda a los castellanos para la toma del sublevado reino de Murcia.

La gran victoria de las Navas de Tolosa facilitó la reconquista de Andalucía que tuvo tres etapas. Una primera de 1224 a 1236, periodo de la descomposición política de la España musulmana en reinos de taifas. La segunda, de 1244 a 1248, durante la que Fernando III el Santo (rey de Castilla desde 1217 y de León desde 1230, en ambos hasta 1252) conquistó las ciudades de la baja Andalucía: Córdoba, Jaén, Cádiz y Sevilla. Y además ensanchó su reino hasta el mar por el sur. Mediante el tratado de Almizra pactó con el rey de Aragón, Jaime I el Conquistador, los límites de la Reconquista entre ambos reinos: el Sur para Castilla y el territorio valenciano para Aragón.

La tercera etapa, de 1292 a 1492, es el llamado “epílogo granadino”. En el reinado de Sancho IV el Bravo (1284 – 1295) sucedió el episodio dramático del sitio de Tarifa por los benimerines (1294), donde su defensor, Guzmán el Bueno, prefirió la muerte de su hijo antes que entregar la plaza. Los reyes musulmanes, convertidos en vasallos de los castellanos, lentamente fueron perdiendo las plazas del estrecho. En ese tiempo los musulmanes (benimerines) tomaron Gibraltar, pero Alfonso XI el Justiciero (1312 – 1350), ayudado por portugueses y aragoneses, los venció en la decisiva batalla del río Salado, Cádiz (1340), que con la toma de Gibraltar dejó casi acabada la Reconquista, más tarde finalizada por los Reyes Católicos con la toma de Granada en 1492.













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