En el quinientos aniversario de la Conquista de México


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JUAN LUIS PÉREZ TORNELL

Ya esta tardando el revisionismo patrio en exigir a la República italiana para que, por una vez, en lugar de pedir perdón nosotros, nos pida perdón alguien. En este caso por el imperialismo de Roma que sojuzgó al buen salvaje celta e ibero, a los astures y a los vascones ,a los vacceos y a los vetones, a los edetanos, a los contestanos, a los bastetanos y a los turdetanos, e incluso a los ilergetes y los layetanos de amarillo lazo, nunca contentos del todo. A los numantinos exterminados, cuyas familias todavía les lloran. Que pidan perdón por el oro robado en Las Médulas, con el poco ecológico procedimiento de la “ruina montium”. Por llenarnos nuestro paraíso natural de acueductos y trasvases, de villas y mosaicos, de carreteras para mejor invadirnos, de teatros y anfiteatros, para atormentarnos con sus actores pijoprogres. Que pidan perdón por imponernos su lengua, privándonos de nuestra tradición ibérica y su interesante cultura.

De los lusitanos y Viriato que se ocupe Portugal.

No está de más tampoco pedir responsabilidades, perdones e indemnizaciones a Francia por su invasión napoleónica, de la que nunca se han arrepentido. Por su política de tierra quemada, por la destrucción de buena parte de la ciudad de Salamanca, por los crímenes contra la humanidad y el expolio de numerosísimas obras de arte, por los fusilamientos del tres de mayo, por tantos crímenes cometidos contra un pueblo indefenso que supo defenderse.

El presidente de México, en cambio, con la diligencia de los asuntos urgentes que acucian a su pueblo, bien que se ocupa de recordarnos nuestros crímenes, y especialmente en la persona de Hernán Cortés que, vergonzante y acomplejado, ha ocultado nuestro gobierno, pasando de puntillas por el 500 aniversario de la conquista de México, para no ofender a los aztecas, pueblo, al contrario que el nuestro, pacífico, bondadoso y muy lleno de virtudes, como atestiguan sus ritos caníbales y ceremonias de obsidiana.

Exige en su carta exigente el perdón del Reino de España y de la Iglesia Católica, cambiando de fechas en este último caso, por la excomunión de no se qué héroes de la Revolución Mexicana.

El cristianismo y la ideología izquierdista profesada por el Sr. López Obrador, inquisidor epistolar, que tantas cosas comparten, comparten también la obsesión por el perdón de los pecados que suelen ser, oh prodigio, siempre los pecados de los demás, más que los propios. Desoyendo aquello tan evangélico de que “el que ve la mota en el ojo ajeno, vea la viga en el suyo”.

Como una maldición eterna rastrean selectivamente en los depósitos de la Historia buscando reparaciones, palpando los hechos como los ciegos las orejas del elefante, para sacar conclusiones morales y castigos por delitos que no prescriben, eligiendo del pasado, pro domo sua, aquello que creen que les será de alguna utilidad para el presente.