Memorias a destiempo


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MARIO SANZ CRUZ

No puedo entender qué proceso mental lleva a un presidente del Gobierno, en la cuerda floja, a publicar un libro de memorias, en pleno proceso de liquidación de su corto mandato.

Si no tenía suficientes problemas con el rechazo a sus presupuestos, con las enconadas peleas dentro de su propio partido y con las calles llenas protestas y de banderas de diferentes tipos; el presidente del Gobierno se desnuda en público y habla de unos y otros, levantando polémicas a diestro y siniestro.

Quizás ese sea el motivo, tratar de desviar la atención de los problemas reales y absorber protagonismo en los medios.

No he leído el libro, ni lo voy a leer, porque no es el tipo de literatura que me gusta; es más, ni siquiera creo que ese tipo de libros sean literatura, ya que suelen ser autobombo y llenado de bolsillos aprovechando el lugar en que se encuentra el autor, normalmente una posición preeminente para que el libro se venda a todo tipo de público, incluido el que nunca lee libros.

Pero, ya que un personaje público se pone a publicar un libro, al menos debería elegir bien al “negro” que se contrata para escribirlo. Que sea profesional, que no se equivoque demasiado, que no incluya citas trastocadas, en fin, que no meta la pata. Aunque, también, el personaje público en cuestión, podía tener un poco más de precaución y un poco menos de fe ciega en su esbirro, y leerse el borrador, atendiendo a lo que pone y revisando lo que van a ser sus memorias; porque, de no hacerlo, puede acabar pasando a la posteridad por indiscreciones o polémicas que no le convienen, o correr el riesgo de ponérselo a huevo a sus oponentes, que lo analizarán a fondo, buscando cualquier motivo de crítica.

Sea como fuere, es obvio que todo el mundo tiene derecho a escribir, a publicar y a hacer lo que le parezca, sobre todo en este país que tiene más escritores que lectores. Quizás lo que nos mueva a escribir y a no leer sea el ego, el creer que todos tenemos cosas interesantes que decir, pero lo que digan los demás nos importa un pito. También puede que nos mueva la ignorancia, porque, al no leer, perdemos la perspectiva de lo que es literatura de calidad y nos atrevemos a lanzar a las librerías nuestra insustancial historia, sin ser conscientes de que, muchas veces, estamos haciendo el ridículo.

Pero, son pocos los que se resisten a las ofertas de las grandes editoriales, que solo ven dividendos.

Los que vamos conociendo el complicado mundo de la edición, sabemos que el asunto está cada vez más complicado para los que quieren publicar, para los que tengan que sacar adelante su trabajo literario, por muy bueno que sea, y no tienen padrinos ni fama suficiente. Las pequeñas editoriales van cayendo como fichas de dominó y las grandes, que van copando el mercado, no arriesgan ni un euro en publicaciones que no tengan una venta asegurada, así que, si entre todos no lo evitamos, estamos condenados a ver las librerías llenas de insustanciales libros, presuntamente escritos por personajes con tirón mediático pero sin nada interesante que aportar. Con la cantidad de libros interesantes, educativos, incluso geniales, que se han escrito a través de la historia; gastar dinero, malgastar papel y perder el tiempo leyendo cosas sin fuste, es una mala idea.