El calentamiento global desde mi jardín


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AMANDO DE MIGUEL

El “calentamiento global” se ha convertido en una especie de axioma, que se repite al buen tuntún como tantas otras frasecillas de la publicidad. No es fácil asegurar que el planeta Tierra se vaya calentando inexorablemente durante los últimos lustros por mor de la civilización industrial. Sí hay algunos datos parademostrar que, a partir del siglo XVIII, el planeta Tierra va aumentando de temperatura media, al menos en el hemisferio Norte, que es el que se ha medido con alguna aproximación. Se trata de ciclos astronómicos con fases que duran siglos. La actividad fabril se concentra en una pequeñísima proporción de la superficie de la Tierra, cuya mayor parte es agua. Por tanto, el presunto calentamiento global no debe de ser consecuencia de la actividad humana. Una ciudad como Madrid, hace más de un siglo, debía de aparecer mucho más contaminada que en la actualidad, aunque contuviera muchos menos habitantes.

En lugar de las vanas especulaciones climáticas que se proyectan sobre todo el planeta, bien valdrá que se recojan observaciones concretas, minúsculas sobre algunas zonas del territorio que a cada uno le corresponde. Esta aproximación micro contendrá al menos cierto valor expresivo. La integral de muchas de ellas nos daría un pronóstico mucho más realista sobre el comportamiento del organismo Tierra, que también se podría denominar Agua. Es la diferencia específica respecto a los demás planetas y cuerpos menores de esta esquinilla del universo que llamamos sistema solar. La única fuente energética que determina la temperatura de la Tierra es el Sol. Sabemos muy poco de las variaciones internas de nuestra estrella cercana. Solo se conocen las oscilaciones de lo que llamamos “manchas solares”, con fases que duran exactamente 11 años. Se han registrado desde el siglo XVIII. Hay que agradecer la constancia científica de los astrónomos. Todavía no sabemos bien qué efectos pueden tener las variaciones de las “manchas solares”.

Empezaré por dar cuenta de mis observaciones a la pata la llana. Se refieren a la media hectárea de monte que rodea mi casa en la Sierra madrileña, situada a más de mil metros sobre el nivel del mar en Alicante. Llevo un par de decenios en este domicilio y voy apuntando las pequeñísimas variaciones climáticas de cada estación. En efecto, durante los últimos años he podido observar una ligera tendencia al calentamiento del suelo. La primera conclusión es que se va poblando de variadas especies vegetales donde antes predominaban las peñas y jaras.

El clima cada vez más suave acoge sobre todo a una invasión de pinos, que es un primor. Desde luego, por esta parte del mundo no se observa el avance del desierto que dicen. En los dos últimos años se aprecia que la procesionaria es un parásito de los pinos que aparece antes, no en la primavera tardía como antaño, sino en las Navidades. La nieve tarda cada vez más en hacer acto de presencia, somo suele decirse. Este invierno todavía no hemos visto nevar, ni siquiera en las cumbres. En pleno invierno empiezan a verse muchos insectos, incluso alguna mariposa que otra, y se desperezan las lagartijas ante un continuo solecillo. Este año el hinojo no maduró bien, pues no llegó la sazón del otoño. Es decir, da la impresión de que las estaciones se alargan, se retrasan, y hay más humedad constante. No creo que se pueda hablar alegremente de una inexorable tendencia hacia la sequía.

Me gustaría saber si estas impresiones las comparten, las amplían o las contradicen, otros habitantes de distintas partes de mi país. En ese caso podríamos hablar con más certeza de un cambio climático, que sin duda nos afectará a todos los seres vivos. Más que clima para toda la Tierra, habría que especificar las alteraciones para uno u otro territorio. No es fácil concluir que la masa forestal se hace cada vez más rala. Al menos en la zona donde yo vivo, se impone la conclusión contraria. Cierto es que se destruyen muchos árboles por los incendios de la época estival, pero la pérdida se compensa con la expansión natural de la masa arbórea.

Ya sé que sobre todo esto predomina la opinión contraria a la mía. Por eso la expongo, para facilitar el debate.