Navidad


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MARIO SANZ CRUZ

Como cada año, la Navidad llegó hace más de un mes a los comercios, con sus luces y sus anuncios tiernos, de amor, amistad y reagrupamientos familiares. Algunos no le habíamos hecho mucho caso a los indicios que anunciaban la llegada de las fiestas, pero ahora ya las tenemos encima y hay que lidiar con ellas.

Con la publicidad nos lo ofrecen todo y nos sentimos culpables por no poder comprarlo todo, regalar de todo y comer como un gourmet de los más especializados; pero el paro, los bajos sueldos, los precios hiperalcistas de la luz y los combustibles, etc., no nos permiten demasiados lujos.
Hablando de anuncios, todos los años suele ser muy comentado el de la Lotería Nacional, se sorteo donde participa casi todo el mundo, a pesar de ser el que devuelve menos tanto por ciento de los ingresos en premios. Este año no se han esforzado mucho y han hecho un anuncio bastante soso, que no ha tenido mucha repercusión. Pero para contrarrestar, a mí me ha llamado mucho la atención el anuncio del sorteo navideño de la ONCE. Hace tiempo que no veía un spot publicitario más cutre y más patético, tan tópico y tontorrón que da vergüenza ajena verlo o escucharlo en la radio. No puedo creer que una agencia de publicidad haga un anuncio tan malo y tan penoso, pensado que es bueno. Imagino que habrán intentado llamar la atención de esa manera, y puede que lo hayan conseguido. A mí me han hecho alucinar.

Por otro lado, es curiosa la esperanza que logran generar las loterías, cuando todos sabemos que los juegos se hacen para que alguien gane dinero y nosotros lo palmemos. Según Loterías del Estado, en el sorteo de Navidad se reparte el 70 por ciento de lo ingresado en premios, por lo que ya perdemos el 30 por ciento. A eso hay que sumarle el pago a Hacienda sobre los premios conseguidos, que ahora hay que hacer gracias a los políticos corruptos y a los mafiosos que, durante la época del pelotazo, compraban décimos de lotería premiados para blanquear dinero negro. Doble beneficio para nuestro erario público.

Sea como fuere, enseguida llegará el momento de escuchar a los niños y niñas de San Ildefonso por todos los rincones y, rápidamente, las radios y televisiones se lanzarán a la búsqueda del premiado. Gente saltando y gritando, cava rociado por el vecindario; o sea, toda la parafernalia habitual. Los que han pillado algo se convertirán en albañiles, porque lo que toca suele emplearse en “tapar agujeros”, y el resto de los mortales se conformarán con la pedrea más típica de la resignación, “lo importante es que haya salud”. La putada es que eso tampoco está asegurado.

Después se nos echará encima la Nochevieja, con sus excesos en el comer y el beber y la recepción del año nuevo atragantándonos con las uvas de la suerte. Por cierto, ya que lo de las uvas fue una idea para sacar el exceso de producción y acabó convirtiéndose en una tradición, este año, para variar, podríamos comernos doce aceitunas, ya que hay que darle salida a la producción que no puede exportase a Estados Unidos, gracias a las medidas proteccionistas de nuestro amigo Trump.

En fin, lo que yo quería es felicitar las Navidades a todos, aunque no sean unas fiestas que a mí me hagan especial ilusión. El farero os felicita las pascuas y os manda destellos navideños.