La Sexta y Julius Streicher


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JUAN LUIS PÉREZ TORNELL

La izquierda mediática, después de habernos obligado a entrar alegremente en el túnel del tiempo para salir en los años treinta, se sorprende mucho del éxito de “Vox” y finge una preocupación que no siente. Si ese partido neonato es de “extrema derecha”, quizá, aplicando cierta equidad, “Podemos”, que surgió de la nada igualmente, podría calificarse de partido de “extrema izquierda”. Aunque no suele adjetivársele así. Igual que ya no hay “liberales”, sino “neoliberales”, lo que parece que es peor. Es curioso.

Pienso que es triste, para quien lo practica, tener que preguntar previamente, ante una misma actitud, quién la ha protagonizado, para condenar el hecho, o por el contrario, absolverlo y justificarlo.

Los sucesos de considerable violencia de Francia, todavía no han sido criticados o comprendidos: no sabemos aún si son de extrema derecha o de extrema izquierda sus protagonistas. Y los comunicadores no saben qué decir al respecto. No parecen, en todo caso, conductas propias de eso que los acomplejados llaman “las democracias de nuestro entorno”.

Tanto “Vox” como “Podemos” no son, todavía, partidos de extrema derecha o de extrema izquierda. Son algo más parecido a los grupos de presión o a los sindicatos: quieren influir en el poder sin asumir las responsabilidades y el desgaste de tomar decisiones. El alcalde de Cádiz tuvo que optar entre apoyar la construcción de barcos de guerra en su territorio con sus principios éticos. Obviamente optó por dejar sus principios éticos a un lado, porque tenía esos adminículos del poder efectivo que son las responsabilidades. En la oposición puede uno ser duro y coherente. En el poder es preciso ser blando e incoherente.

Por eso, en el fondo, izquierda y derecha maximalistas no se sienten cómodos con las responsabilidades. Siempre serán menores de edad en una sociedad madura. Como ese adolescente gamberro que utilizó gas pimienta en una discoteca italiana y provocó varios muertos, como los CDR catalanes que juegan a la revolución cortando las carreteras y dañando a camioneros que intentan ganarse la vida, o al turismo del lugar al que tanto dicen amar.

Los ideólogos del maximalismo mediático participan de esa misma irresponsabilidad. Desde el púlpito mediático de “La Sexta”, veinticuatro horas al día siete días a la semana, ya han conseguido exhumar un enemigo ideológico vivo al que clavar la bayoneta, ya que al muerto parece complicado exhumarlo, hasta que se tenga claro donde ponerlo. Sonarse los mocos con la bandera nacional parece una buena forma de invocar a los enemigos que desaparecieron en la niebla y que ahora, felizmente para ellos, y que, con gestos como ese, ganan corporeidad.

Un equipo de esta cadena se ha desplazado a ese parque temático del comunismo que es Marinaleda, subvencionado por la Junta de Andalucía como tierra del hombre nuevo, para descubrir y mostrar al mundo el huevo de la serpiente: al parecer hay cuarenta y cuatro votantes ocultos de “Vox” viviendo en “Dinópolis” y hay que encontrarlos. Para que sus vecinos los conozcan y los señalen con el dedo como criptofascistas.

Eso, señalar a la pieza, en la Rentería o Hernani de los años noventa —no en los años treinta, sino hace cuatro días—, equivaldría a una muy probable condena a muerte. Las agresiones que vemos en Cataluña: pintar el establecimiento de los padres de determinados políticos, arrojar excrementos en los juzgados, golpear a quienes retiran lazos amarillos... son de baja intensidad, pero marcan, con el equivalente a una estrella amarilla a los vecinos que no piensan como la extrema... ¿derecha, izquierda?

En los años veinte en Alemania había una revista, “Der Stürmer” (“El Atacante”) dirigida por Julius Streicher, nazi convicto y confeso que se proclamaba “cazador de judíos numero uno de Alemania”, editor y propietario más tarde de la revista desde la que consiguió el “cordón sanitario” que otros añoran en la España del siglo XXI. Prohibió, desde su puesto político de “gauleiter” de Franconia, la entrada a judíos en cafeterías y restaurantes y se retomó y difundió con su impulso la tradición medieval del “libelo de la sangre” que achacaba a los judíos extraños crímenes rituales.

Cristina Pardo, la responsable del ojeo de fascistas en Marinaleda, no será ahorcada como Julius Streicher, que hizo muchísimos más méritos para ello, pero una pálida simetría nos recuerda las sombras de un ayer inevitablemente tenebroso.