El mercado y sus formas


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AMANDO DE MIGUEL

Con buen acuerdo se llama “economía de mercado” a lo que antes se dijo “sistema capitalista”, que es el típico de los países occidentales y que se ha exportado con éxito a todo el mundo. El mercado originario es el sitio público donde se reúnen los que compran y los que venden. Es evidente la ventaja de esa proximidad física. Todavía queda tal acepción clásica para los mercados tradicionales de alimentos, que han sido instituciones municipales de mucha solera. Su espíritu subsiste en los “mercadillos” que se celebran al aire libre en las plazas de muchas ciudades. Suelen instalarse en un día fijo de la semana.

También llamamos “mercado” al de la Bolsa donde se compran y se venden acciones de grandes empresas. Tradicionalmente se instalaban en edificios suntuosos, pero la presencia física de compradores y vendedores ha dejado de ser necesaria. Las transacciones financieras se hacen hoy por vía telemática. El famoso “parquet” de la Bolsa madrileña es ahora un salón vacío que acoge las pantallas con la información continua de las cotizaciones.

El mercado tradicional revive hoy, multiplicado, en los rutilantes centros comerciales. Agrupan a un sinfín de tiendas, restaurantes, lugares de ocio y amenidades. En España suelen ser instalaciones recientes muy atractivas, pero en los Estados Unidos (donde se crearon hace más de un siglo) han empezado a decaer. Muchas tiendas tienen que cerrar debido a la competencia de las compras online. Es un nuevo fenómeno que no sabemos cómo va a evolucionar. De momento, los puestos de trabajo que destruyen (vendedores y dependientes) se ven sustituidos por el personal de las nuevas empresas de mensajería o de reparto. A su vez, esa nueva red de empresas de venta online exige complejas instalaciones para almacenar y distribuir las mercancías.

Todos esos cambios, vertiginosos como son, nos hablan de un mundo muy móvil, que en algunos momentos puede parecer inestable y efímero. Pero lo que permanece es la inmensa ventaja de reunir, física o telemáticamente, a vendedores y compradores. Es la mejor manera de que se establezca un precio justo en las transacciones. La alternativa comunista, con diversos nombres, quita libertad, desabastece los intercambios y los hace más onerosos. En España, como somos tan originales, medran partidos o movimientos políticos que se dicen “anticapitalistas”, que consideran la economía de mercado como explotadora. No acaban de entender que una transacción comercial verdadera supone que las dos partes quedan satisfechas. El mercado como tal no puede ser sustituido por nada.