Vaciamiento central


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PABLO REQUENA

El centro de Almería está de capa caída. A raíz de la reciente y apresurada apertura —carteles que se caen y pequeñas inundaciones en el parking incluidas— del centro comercial Torrecárdenas, el asunto está mucho más presente en la agenda mediática y política, pero lo cierto es que los estertores mortales del centro, básicamente del Paseo de Almería y aledaños, se vienen sintiendo desde tiempos remotos.

Los que más lo sienten, claro, son los propios comerciantes, pero también los vecinos de la zona noble de la ciudad, por un lado, y el resto de almerienses que acudimos con cierta frecuencia a esa zona que debería albergar —que me perdonen los errejonistas— el núcleo irradiador del comercio local, o en cristiano, el área urbana con más vida de la ciudad.

Volvamos a los estertores. Quizá, uno de los primeros síntomas de la enfermedad —ojo; todavía hay lumbreras con cargo al contribuyente que niegan la mayor y aseguran que el centro de Almería es un hervidero de gentes entrando y saliendo de establecimientos, y recorriendo arriba y abajo el Paseo— sea el abandono paulatino de marcas como Zara, McDonalds, o Casa, todo ello sazonado con el cierre, durante más de cuatro años, del hotel más emblemático de la capital, el otrora Gran Hotel.

Cuando nos acercamos a estudiar el fenómeno con más detalle, vemos unos alquileres desorbitados, a pesar de lo cual el centro de Almería sigue ofreciendo los alquileres más baratos en comparación con el resto de capitales españolas. Y, sin embargo, ni punto de comparación con el trasiego que ofrecen, por no irnos muy lejos, los cascos históricos de ciudades como Granada o Málaga.

Entre las soluciones ofrecidas por el Ayuntamiento —eso, cuando el Consistorio no pide a los comerciantes que sean ellos mismos los que aporten ideas— está la consabida peatonalización del Paseo de Almería, cosa que apoyo con entusiasmo; hasta entonces, queda hacer cortes puntuales de tráfico los fines de semana facilitando escenarios y actividades con los que «dinamizar» la cosa. Conociendo Almería —ojalá me equivoque—, la cosa funcionará los primeros cuatro días, mientras dure la novedad, lo mismo que durará esa fascinación colectiva por la apertura de otra macrosuperficie comercial en la ciudad. Al tiempo.

No creo que el problema venga por la superficie de Bogaris en Torrecárdenas. Desde luego, ello no incentiva la vida en el centro, pero tampoco es el origen de la cuestión. De hecho, soy de los que piensan que sí ayudaría, y de qué manera, la apertura del Corte Inglés en la Salle, con convenio firmado desde 2005 pero paralizado por la Junta, que no tardó ni un plis en proteger legalmente el muro del citado colegio para torpedear su llegada a la capital o, por lo menos, impedir que El Corte Inglés abriera antes en Almería que en El Ejido por mor del pacto PSOE-PAL. Ha llovido desde entonces, pero El Corte Inglés sigue sin abrir en Almería al tiempo que la rentabilidad del de El Ejido es, cuando menos, dudosa.

Y, por aquello de las barbas del vecino, y ya que mentamos El Ejido, otros municipios de la provincia, como el ejidense o Berja, se empiezan a ver identificados con esta situación comercial en el centro de la capital. Lo suyo sería darle la vuelta al problema aquí, en Almería, de manera que el resto de localidades tomaran nota de lo bueno que se hubiera hecho aquí. Sin embargo y por ahora, de lo único que pueden aprender de la capital de la taifa es lo que no se debe hacer para morir de desidia.