Reduciendo emisiones


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MARIO SANZ CRUZ

Hace unos días, el Gobierno ha levantado una gran polvareda mediática, anunciando el fin de los coches contaminantes, que no podrán venderse a partir de 2040 y, diez años después, tendrán prohibido circular, siguiendo la línea de otros países europeos. Casi todo el mundo se ha echado las manos a la cabeza, como si fuese una hecatombe económica para fabricantes y negociantes, que siempre se quejan de cualquier cambio y acaban vendiéndonos lo siguiente y ganando lo mismo o más.

Yo no estoy preocupado, porque en más de veinte años, seguramente los cambios serán tan grandes que pueden dejar obsoleto el anuncio del Gobierno, y por muy mal que vayan los cambios, no es fácil que sea peor que ahora. Quién sabe qué tipo de vehículos triunfarán en 2040, quizás la electricidad se haya quedado antigua y se haya sustituido por algún otro sistema más moderno. Pero también puede pasar que no se cumplan las perspectivas y sigamos contaminando como salvajes, porque siga habiendo grandes reservas de petróleo y las multinacionales no den su brazo a torcer, porque, casi nadie se cree que los anuncios de los gobiernos o de la Unión Europea, a tantos años vista, se vayan a cumplir obligatoriamente. De hecho, ya están echándose atrás con el anuncio que hicieron de no cambiar la hora.

Está claro que se necesitan modificaciones drásticas para evitar el cambio climático, pero, si no lo hacemos entre todos, por muchos anuncios que se hagan, seguirán primando los intereses de las multinacionales. Somos los ciudadanos de a pie los que, cambiando nuestros hábitos, podemos hacer mucho por el planeta.

No hay nada más ecológico que andar o desplazarse en bicicleta. Si nos ponemos a ello, masivamente, obligaremos a los ayuntamientos y a los gobiernos a hacer más amplias y mejores las zonas peatonales y los carriles bici, tanto en ciudad como en carretera. En los centros de las ciudades no hay que utilizar el coche, ni contaminante ni eléctrico. Basta con los pies y los transportes públicos, si se mejorar como deben.

En las zonas rurales, la cosa es más complicada, porque los transportes públicos no llegan a todos los sitios y tiene que haber medios de desplazamiento. Pero, también con un cambio de mentalidad ahorraríamos mucho, sin esperar a que lleguen los plazos que da el Gobierno.
Simplemente dejando de pensar que hay que tener un enorme todo terreno cuando lo usamos solo para ir al trabajo en solitario, ir a la compra o a llevar al niño al colegio. Eso se puede hacer con un minicoche que contamina poco, consume la mitad y abulta menos por las calles. Igual que se puede prohibir el uso de combustibles fósiles, se puede prohibir, ahora mismo, que se vendan coches de tamaño desproporcionado, si no son para algún uso profesional, que se vendan coches con enormes motores que alcanzan velocidades fuera de toda lógica, si no son para carreras en circuitos, etc.

El caso es que lo principal sería fomentar el ahorro energético y el autoabastecimiento, porque la energía más limpia es la que no se consume. Pero eso influiría en los números de nuestras tiránicas multinacionales. Una persona que no consume o consigue generar su propia energía, es un cliente menos para las petroleras o las eléctricas, y eso no lo pueden consentir ni ellas ni los gobiernos a sus órdenes.

Con lo bien que nos arreglaríamos andando, dando pedales o con coches ligeros y tranquilos, que se alimentaran con paneles solares en el techo, el capó y el maletero, movidos por motores sencillos, que se pudiesen reparar en cualquier taller de pueblo. Pero no podemos ser tan funcionales, hay que ostentar, aparentar, exhibir el poderío económico y la poca cabeza con enormes cacharros ineficientes, ruidosos y atufadores, que destrozan el planeta. Un poco de cabeza, por favor.