Perplejidades sobre la dependencia


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AMANDO DE MIGUEL

Nos encontramos ante el problema social más característico de nuestro tiempo y espacio: la dependencia. Se reduce a la extrema dificultad con la que se encuentran ciertas personas para desenvolverse por sí mismas en la vida cotidiana. Puede deberse a un conjunto de circunstancias muy distintas:

(a) Por razones deedad; usualmente individuos considerados como “mayores”, si bien el límite etáneo para considerar tal definición se retrasa cada vez más. Tradicionalmente se ha venido fijando en los 65 años.
(b) Por alguna discapacidad o deficiencia física o mental. Puede darse en todos los estratos de edad por causas diferentes: genéticas, accidentes, enfermedad, etc.
(c) Por el entorno vital que se considera como marginación. Por ejemplo, extranjeros con escasos recursos de todo tipo (económicos, idiomáticos, profesionales, etc.).

Lo contrario de la dependencia puede ser la integración, que normalmente se logra a través de una familia estable o estructurada. Pero también puede suceder que se trate de una familia problemática o desestructurada, o simplemente que los parientes cercanos acentúan la soledad del sujeto en cuestión. Considérese el supuesto de los hijos adultos que abandonan a los “mayores” o simplemente se despreocupan de ellos. En esos casos (más frecuentes de lo que se suele reconocer) la familia constituye un factor de desintegración. No es la única perplejidad que nos acecha en esta cuestión.

Es corriente interpretar el problema de la dependencia como derivado principalmente de un dato demográfico muy fácil de calcular. Es lo que se llama “envejecimiento” de la población. Es decir, crece la proporción de personas consideradas como “mayores” del total de la población empadronada. Sin embargo, con un poco de finura interpretativa, se trata de un indicador de escasa validez. La razón es que la estructura de la población por grupos de edad no es una constante; se ve alterada por las oscilaciones de la entrada de inmigrantes extranjeros. Tampoco es un indicador del todo válido lo que se llama “esperanza de vida al nacer”, o mejor, la probabilidad de supervivencia cercana al hecho del nacimiento. Se establece por medio de las tablas de mortalidad.

Un indicador mucho más válido, sería la probabilidad de supervivencia que tienen las personas de más de 65 años o cualquier otro límite para definir el estrato de los “mayores”. Es un resultado que se debe a múltiples causas asociadas con el progreso de la sociedad: sanidad, alimentación, higiene, etc. Pues bien, el dato es que esa tasa de supervivencia de los “mayores” en España es una de las más altas del mundo y desde luego la más alta de la historia. Es decir, en igualdad de otras circunstancias, esta es la causa de que el problema de la dependencia sea en nuestro país particularmente grave y creciente. Añádase que en los últimos años se generaliza las situaciones de desestructuración familiar y aumenta de forma descontrolada la inmigración extranjera.

Hay todavía un factor adicional que hace que menudeen cada vez más las situaciones de dependencia. Es otra paradoja. En la sociedad actual, y al paso que vamos, se hace cada vez más difícil la vida cotidiana para las personas dependientes porque no son capaces de manejarse con soltura en la selva tecnológica y burocrática. Es una dificultad mucho mayor de lo que representan las “barreras arquitectónicas” para algunos discapacitados.

De forma teórica las situaciones de dependencia pueden ser atendidas por el llamado Estado de bienestar, pero la creciente gravedad del problema hace que el dinero público sea insuficiente. Considérese una sola ilustración. Ha llegado el momento en que muchas personas dependientes necesitan acogerse a una “residencia de mayores”. Pero las de carácter público son del todo insuficientes. Las de tipo privado requieren un coste que supera con mucho el monto de una pensión de jubilación de tipo medio, y, aun así, hay una demanda insatisfecha. Añádase la opinión de muchas personas respecto a que la Administración Pública no debe gastar mucho más en este capítulo. No hay que echar en saco roto la cantidad de prejuicios positivos y negativos que se dan en la población sobre las cuestiones relacionadas con la dependencia.

En conclusión, se verá que son muchas las razones para que las instituciones privadas se apresten a la tarea de dedicarse a las ayudas a la dependencia. Ahí entrarían las fundaciones ligadas a las grandes empresas, aunque solo sea por cumplir la exigencia de la llamada “responsabilidad social corporativa”. Lo más necesario, entonces, es que se dibujen bien los perfiles de las formas de dependencia. Eso significa destacarlas de algunas ideas difusas como “bienestar, calidad de vida o vida saludable”. En la dependencia es el sujeto individual lo que importa. Es un problema que no debe ser tratado como una actividad cualquiera de tipo empresarial. En definitiva, no es una cuestión económica.

Una premisa estratégica de cualquier acción dirigida a paliar las situaciones de dependencia en España es que estas no van a poder ser erradicadas. Es más, por muchas iniciativas que se promuevan, lo normal es que el problema se extienda o se amplíe. Bastante es que se acometa con claridad de ideas. Puede que sea lo más difícil.