La fundición Purísima Concepción y los orígenes de El Pozo del Esparto


En la parte superior izquierda de la fotografía se observa el antiguo cuartel de la Guardia Civil y más abajo el escorial, algunas galerías de humos y restos de la fundición Purísima Concepción (“Paisajes Españoles”, finales de la década de 1970 / Col. Andrés Martínez Caicedo).

ENRIQUE FERNÁNDEZ BOLEA

En la existencia de un punto de abastecimiento de agua dulce y potable parece hallarse el origen de este enclave, frecuentado durante los siglos XVI y XVII por piratas turcos y corsos berberiscos en busca de cristianos que después vendían en los mercados de esclavos de la República Pirática de Argel.

Más tarde, ya avanzado el XVIII, por contratistas de la Armada que extraían leñas de los atochares y lentiscares de los alrededores con destino a la producción de carbón vegetal, un recurso imprescindible en el avituallamiento de los bajeles reales atracados en Cartagena. Luego, aquellos parajes contemplaron el paso de recolectores de esparto y plantas barrilleras que se exportaban hasta Inglaterra donde se transformaban en pasta de papel, jabón y vidrio. Tampoco escasearon los contrabandistas que acarreaban hasta la costa sus mercancías ilegales lejos de la vigilancia de la guardia de San Juan de los Terreros. Sin embargo, y a pesar de las actividades descritas, fue la soledad, la ausencia de humanidad, la desolación en fin, lo que casi siempre se enseñoreó de aquella franja costera conocida en la actualidad como Pozo del Esparto.

Habría que esperar al siglo XIX y a las consecuencias del descubrimiento de la galena argentífera de Almagrera para que aquel desierto protagonizase un tímido poblamiento. Nada con carácter estable existió allí hasta que en 1844 se construyeron las dependencias fabriles de la Purísima Concepción, unas instalaciones que se destinaron a fundir los minerales ricos en plata procedentes del Jaroso. Parece ser que esta primera etapa en el funcionamiento de la fábrica resultó bastante efímera, pues en 1849 el fundidor Manuel Viseras Barea, vecino de Águilas y residente en Palomares, “denuncia unas escorias con el nombre de Anfibio, sitas en el paraje llamado Pozo del Esparto, término de Cuevas, que pertenecieron a una fábrica de fundición llamada Concepción” [Boletín de la Provincia, nº 128, 30/10/1850] cuyos primeros propietarios atendían por la razón de “Sres. Torres y Cela”. El propio empleo del tiempo pasado para referirse al origen de las escorias nos alumbra claramente el cese de la actividad industrial. Ahora bien, aunque esta trayectoria inicial fuese más bien corta, el volumen de producción no debió ser desdeñable a tenor del volumen de un escorial que, a los seis años, ya era demarcado para su posterior explotación y aprovechamiento.

Situada a la entrada de la localidad estival –todavía se conservan restos de su escorial-, contó en sus principios con cinco hornos de fundir tipo castellano, dos hornos de copelar y diez destinados a la calcinación. Y es evidente que una fundición de estas dimensiones precisó de un numeroso contingente de obreros que conformarían un primer núcleo de población más o menos estable en el paraje. Sobre la trayectoria en las décadas siguientes poco o nada se nos ha desvelado, si bien su funcionamiento tuvo que ser muy esporádico e irregular; de otro modo no se entendería que cuando venga a anunciarse en 1874 la reanudación de su actividad se haga de la siguiente manera: “Los edificios y restos de la antigua fábrica de fundición del Pozo del Esparto han pasado a propiedad de D. Miguel Soler Gómez. Parece que dicho señor va a reedificarla para fundir en ella” [El Minero de Almagrera, nº 40, 24/11/1874]. De estas palabras se desprende que las instalaciones estaban arruinadas como consecuencia de un largo período de abandono e inactividad, pero también se nos anuncia que ha pasado a manos de una de las familias de fundidores más sobresalientes del país, responsables de otras fábricas como la Santa Ana, la Esperanza y La Dolores en Villaricos.

Sus hornos volvieron a apagarse entre 1880 y comienzos de 1882, cuando la compró Juan Molina Bravo, quien tras las pertinentes reparaciones pretendía ponerla de nuevo en marcha, cosa que finalmente no hizo porque la vendió a Carlos Huelin, por entonces diputado a Cortes. El 18 de diciembre de ese año se encendieron otra vez sus hornos, no sin que la desgracia ensombreciese aquella jornada inaugural: “[…] al empezar a funcionar la fábrica y por haber una madriguera de conejos que puso en comunicación una casa próxima con la galería que conduce los humos a la chimenea, se llenó la referida casa de humos en ocasión que se encontraban durmiendo un matrimonio con su hijo, ocasionándoles la muerte a dos (padre e hijo), y estando la madre en mal estado por causa de la asfixia” [La Crónica Meridional, nº 6861, 18/01/1883]. Aparte de lo luctuoso de la noticia, la información nos acerca a la existencia de una colonia obrera donde se asentaban familias enteras. Por otra parte, todo indica a que la gestión de Huelin no se prolongó demasiado en el tiempo, ya que de nuevo la traspasó a Miguel Soler Gómez.

Sobre su posterior recorrido poco se conoce, al margen de otra etapa de actividad que se extendió entre 1900 y 1902: “Después de más de treinta meses de constante funcionar, ha apagado sus hornos la fundición Purísima Concepción, de Pozo del Esparto, con objeto de hacer balance y realizar algunas reparaciones, cuyas obras han dado ya comienzo” [El Minero de Almagrera, nº 1347, 20/04/1902]. Una breve noticia recogida por La Crónica Meridional el 15 de abril de 1904 supone la partida de defunción del establecimiento: “La fundición Purísima Concepción de Pozo del Esparto dicen que ha apagado sus hornos definitivamente”.

Mas llegados a este punto, en el que conocemos el origen del asentamiento industrial, podríamos preguntarnos cuándo se originó la actual colonia de baños. Una información aparecida en El Minero de Almagrera el primero de marzo de 1883 nos alumbra la certeza: “Se agita entre gran número de vecinos de esta ciudad la idea de fundar una colonia balnearia a orillas del mar, en la parte de esta jurisdicción próxima al Pozo del Esparto. Al efecto, muchos tienen ya elegidos los terrenos, sacando los cimientos y acopiando materiales para la edificación de las viviendas”. Ahí nació lo que hoy llaman el “Pozo Viejo”, esa alineación de casas con porche en primera línea, de las que parten calles rectas formando una cuadrícula común a los proyectos urbanos planificados.