El ciego que nos presentó al Amarragüevos, el Choto, la Potrosa, el Sinvergüenza y la Pijolúa


Busto dedicado a Antonio Cano, el poeta ciego de Garrucha, en el Malecón, frente al Ayuntamiento.

PEDRO PERALES LARIOS

De no ser porque en 1980 el médico José Antonio García Ramos realizó una edición facsímil de un libro de poesía titulado "Cantos de mi pueblo", hoy muy pocas personas, incluyendo a los naturales de Garrucha, sabrían quién es el personaje de abundante y crecida barba que en el Malecón, unos pocos metros delante de la fachada del Ayuntamiento, está representado en un busto de bronce que descansa en una peana de mármol blanco.

Ahora sabemos, por el texto esculpido en la parte superior de esta peana, que se trata de Antonio Cano Cervantes, conocido popularmente como "El Poeta Ciego de Garrucha”. Debajo, y ocupando el resto de la superficie de la peana, hay un precioso relieve que representa a una mujer mayor despiojando a una joven que está sentada en una silla, escena muy frecuente en la Garrucha que conoció el poeta y que él mismo recogió en una de sus poesías. Por ello no podría haberse elegido una imagen más oportuna y acertada para presidir, junto al busto y al nombre del poeta, el monumento que el pueblo de Garrucha le dedicó en justo homenaje.

Otro garruchero, el periodista Manuel León, le dedicó a su paisano un breve, pero atinado, párrafo en un artículo titulado "El club almeriense de los poetas muertos”.

"Fue coetáneo de Sotomayor y seguidor de su estilo costumbrista, Antonio Cano Cervantes, el ‘Poeta ciego’ de Garrucha, que legó una producción tan escasa como honda de sentimiento. Destacó, desde su invidencia, como un docto instrumentista de guitarra y es considerado uno de los primeros poetas dialectales de la provincia que describía con asombroso realismo el ambiente de su época", escribía el periodista garruchero.
Quienes conozcan la poesía del poeta Sotomayor, la coetaneidad a la que alude Manuel León es muy posible que les haga inevitable la comparación entre ambos poetas.

Pero más que influencias entre las obras de ambos escritores, lo que hay son coincidencias. Y no puede ser de otra forma porque en ambas se deja constancia de la vida y costumbres de las gentes de sus respectivos pueblos, y en esta vida y costumbres, por proximidad geográfica y hermandad, hay muchas, muchísimas coincidencias. Lógico es que lo mismo suceda con sus obras.

Antonio Cano Cervantes nació en Garrucha el 20 de junio de 1883 y murió en Barcelona en 1950. Por la edición preparada por Pedro L. Cano Alonso y Francisco Torres Montes (actualmente en prensa), además de esas fechas, sabemos que perteneció, junto a otros cuatro hermanos, a una familia humilde formada por Antonio Cano López y Francisca Cervantes Soler, y que perdió la vista por una grave enfermedad cuando apenas tenía tres años de edad.

También sabemos por el citado García Ramos que, después de haber publicado el libro "Cantos de mi pueblo" (1909) emigró a Orán, en Argelia, donde es posible que publicara otro libro, titulado "Muestras de mi estilo", y que se trasladó a Barcelona después de concluir la I Guerra Mundial. Allí se casó con María García Martínez, con la que tuvo una hija, y allí trabajó para la ONCE vendiendo cupones.

"Cantos de mi pueblo" es un tesoro de valor etnográfico para conocer en profundidad, reconstruir y estudiar la vida, costumbres, cultura, habla, etc. de las gentes humildes de Garrucha a finales del siglo XIX y principios del XX. Así lo reconoció la prensa, que se hizo eco de su edición (Sucesores de Rivadeneyra, Madrid, 1909) vertiendo de él comentarios positivos y elogiosos: "[Sus poesías] tienen todo el perfume y la fresca ingenuidad de la tierra andaluza [...] Demuestra en su obra alta inspiración, sobre todo en algunas composiciones que son modelo de sobriedad y de honda ternura" (El Liberal, Madrid, 4 de junio de 1909); "[El autor]se ha revelado como correcto poeta y fácil versificador [...] Su último libro es digno de las mayores alabanzas" (El País, Madrid, 8 de abril de 1909); "Vate jugoso que sabe recoger y sentir los ecos tiernos y populares de la gente sencilla, cuyas costumbres, vistas con los ojos del alma, pinta admirablemente en sus versos (La Correspondencia de España, Madrid, 10 de junio de 1909); "Su musa escoge siempre el lenguaje plebeyo de las gentes levantinas para expresarse, y lo maneja de manera magistral" (El Radical, Almería, 14 de julio de 1909).

Con "Cantos de mi pueblo", el Poeta ciego de Garrucha preservó de que se perdieran y nos transmitió para conocimiento y deleite de los amantes de la historia y cultura de nuestros pueblos, la vida misma de las gentes humildes que él conoció en el suyo, y lo hizo transcribiéndolas con su propia forma de hablar, con su crudeza, su sinceridad, su alegría, su humor, su tristeza, su amor, su ingenuidad, su sabiduría, sus creencias, sus inclinaciones ideológicas, en fin, la vida misma en su más profunda, completa y verdadera realidad.

Éste es, entre otros méritos, el principal valor de la obra de este sencillo y humilde poeta.

Así, este libro esun retrato exento de colorido, que no nace del sentido de la vista, sino del oído. Por ello, en esta obra, más narrativa que lírica, Antonio Cano evita —por medio de la conversación cotidiana entre sus protagonistas— que pase al olvido la forma en que estos pensaban, se relacionaban, trabajaban, disfrutaban, sufrían..., en definitiva, la forma en que vivían las gentes a las que hemos aludido. Es la vida misma, captada por el oído y trasladada oralmente a un copista por un poeta ciego al que nada escapa a su agudo oído, el cual alcanza hasta donde su vista tiene vetado.

Veremos hablar de lo cara que está la compra de la cesta para los pobres ("Entre vecinas"); al padre que reprende a la hija porque cree que no le ha guardado ella a su hermano el tiempo de luto, y se "emperejila" más de la cuenta ("Reprensión"); un grupo de garrucheros que han ido a Málaga a la pesca del boquerón y antes de volver al pueblo organizan una fiesta en la que el principal atractivo es comerse un arroz que le hace una "posaera" y acompañarlo de mucho vino ("Aventuras de un viaje"); los dolores que experimenta un vecino, que pasa por todos los remedios populares y supersticiosos, hasta que la curandera por fin acierta a decirle que es el "sol metío", y explica el proceso para sacárselo ("Entre amigos"); la vecina que va a dar el pésame a la viuda con tres hijos, y ésta, entre despedir al muerto y regañarle a los hijos que no paran de pelearse, no ve llegado el momento para dejar de hablar y permitir que la otra se marche ("El pésame"). La vida misma, y al completo, de la que forman también parte el humor y la tristeza, la maldad, la ingenuidad, la emigración, la crítica social, la superstición, la religiosidad, la filosofía popular, etc. Y todo ello, de ahí su importante valor lingüístico, expresado en la misma lengua con la que se comunican, se relacionan, piensan y viven sus protagonistas.


FOYAL, JEDOL Y CHICHIFRAILE

Gracias a Antonio Cano Cervantes hoy tenemos la oportunidad de ver desfilar ante nuestra mirada de lectores y recrear escenas de la vida cotidiana con personas como la Picantera, el Amarragüevos, el Choto, la Empeciná, la Potrosa, el Sinvergüenza, la Pijolúa... Personas que entablan con nosotros diálogo con sus propias palabras, como emperejilarse (arreglarse la mujer), acepao (borracho), jedol (hedor, olor), chichifraile (planta cuya infusión se tomaba para cortar la diarrea), escalmenaol (peine de púas muy largas y muy espesas que se utilizaba para despiojar), foyal (soplar como un fuelle)... En fin, la vida misma de aquella época.