Gobernar sin responsabilidad

Para vestir el santo se precisa que es solo “más impuestos a los ricos”. Pero normalmente los ricos tienen mucha más capacidad de repercutir el aumento de los impuestos en los consumidores comunes


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AMANDO DE MIGUEL

Tenemos los españoles un Gobierno extraño. Lo “okupa” (según se dice ahora) el Partido Socialista con el menor apoyo electoral de toda su historia democrática. En su virtud, se ve obligado a gobernar con Podemos, que en el fondo es su rival político. La coyunda no puede ser más estéril. Podemos ejerce una especie de chantaje: “O haces lo que yo digo, o no te apoyo y no podrás seguir gobernando; te expones a una moción de censura”. Ya se sabe que el gato escaldado del agua fría huye. La salida no puede ser otra que aceptar las exigencias de Podemos, que consisten fundamentalmente en más gasto público, es decir, más impuestos. En ello estamos.

Para vestir el santo se precisa que es solo “más impuestos a los ricos”. Pero normalmente los ricos tienen mucha más capacidad de repercutir el aumento de los impuestos en los consumidores comunes. No termina ahí la paradoja, pues ahora sabemos que los ingresos y el patrimonio de muchos ministros del Gobierno y otros altos cargos se sitúan en el estilo de vida de “los ricos”. No es incompatible con ser de izquierdas.

La ventaja de Podemos es que impone el “regalo” de más impuestos sin riesgo de perder intención de voto. Es decir, co-gobierna (extraño concepto, así lo han dicho ellos) sin responsabilidad. Es la situación ideal para los podemitas. Son así los verdaderos ganadores en el juego político.
Claro que todo tiene un límite. No se puede estirara indefinidamente el esfuerzo fiscal de los contribuyentes comunes. Llega un momento en el que se puede romper la cuerda elástica.

Es fácil argüir que, con más igualdad, todos contentos. Por ejemplo, resulta que un minero español se va a poder jubilar a los 40 años con una pensión equivalente a la de un catedrático de Universidad, que se jubila a los 70 años. La conclusión es que va a haber muchas personas que quieran ser mineros y pocas que aspiren a la larga carrera que significa llegar a una cátedra de la Universidad. Parece una situación dislocada.
Por otra parte, ese futuro minero hipotético será seguramente un inmigrante, pues hemos llegado a una situación en la que los españoles autóctonos se apartan de realizar trabajos físicamente duros.

Es fácil imaginar que España va a recibir millones de inmigrantes extranjeros a lo largo de los próximos lustros. A la larga el influjo de esa corriente inmigratoria va a ser positivo, pero también va a generar tensiones racistas. Es sabido que el racismo surge cuando coinciden distintas razas en un mismo territorio.

De momento, Podemos se lleva el gato al agua ante su co-gobierno sin responsabilidad. Pero en la arena política española van a surgir nuevos partidos. Por ejemplo, tenemos aquí a Vox que clama en el desierto político. Es de suponer que tarde o temprano se formará un Partido Islámico con esta etiqueta u otra parecida.

El final no parece muy halagüeño. La situación italiana es para nosotros un anticipo de lo que puede pasar en España. La economía italiana ha ido siempre por delante de la española. Pero en el siglo XXI, con una crisis general para toda Europa, la economía española se ha puesto a la par de la italiana y ya la ha sobrepasado. ¿Llegará a España el reciente caos político y económico italiano? A saber.