Once mil libros de texto en la enseñanza primaria

Los niños cargados con sus mochilas ahítas de libros, los padres con problemas de pagos y yo llorando. No me libro. Estamos en septiembre


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CLEMENTE FLORES

Fui becario desde los doce a los veinticuatro años en una España de libros sin colores y escuelas con goteras. Luego, a mi costa, he sido estudiante durante toda mi vida. Experimenté algunas situaciones discriminatorias por mi condición de becario y soy muy sensible a cualquier situación de ventaja que en materia de enseñanza y estudio se tolere o permita a niños y jóvenes menos inteligentes o menos esforzados, por el sólo motivo de tener más medios económicos. Una de las ventajas que otros estudiantes con más medios económicos, tuvieron sobre mí,fue disponer de más y mejores libros.

La educación en una España de postguerra en la que crecí, sin colegios, sin imprentas, ni papel, en la que crecí puede explicar, que no justificar, ciertas situaciones discriminatorias, pero hoy, no hay justificación para vivir, como vivimos cada septiembre, el drama discriminatorio de los libros de texto, que es una ofensa a la dignidad de los “españoles de a pie” y una exaltación a la necedad e ineficacia de los miles de funcionarios que viven de “la educación”. Costes inexplicablemente elevados, diferencia de contenidos según colegios y autonomías, mamotretos difíciles de manejar, imposibilidad de reutilización, ayudas calamitosas selectivas y clientelistas y un largo condicionado que responde casi siempre a intereses ajenos a los escolares o a los de sus padres.

Los libros son a la educación, tan imprescindibles, como las medicinas a la sanidad y el mejor medio de que se ha valido el hombre para trasmitir el saber y el conocimiento.

El libro de texto es ante todo una guía y una ayuda imprescindible e insustituible para el profesor que debe enseñar a los alumnos jóvenes.Una de las primeras cosas que debe hacer un profesor es enseñar a los alumnosa utilizar y rentabilizar los contenidos del libro y asumir por su parte que un libro no coarta su libertad sino que amplia y ordena su capacidad. A mi juicio, las dos cualidades que deberían reunir los libros de texto para el ciclo de la enseñanza obligatoria es que fuesen didáctivos y sobre todo que fuesen gratuitos.

¿Estará mentalizada nuestra clase política de que se pueden conseguir ambas cosas gastando todos menos dinero? Nunca mejor que ahora, viendo el espectáculo de los másteres y escuchando los debates sobre educación, para darse cuenta de que sus intereses nada tienen que ver con la educación que nuestra sociedad necesita, ni con la economía de medios que nuestras familias demandan, ni con la igualdad de oportunidades que nuestra Constitución predica.

Juguemos en unas breves líneas a aplicar al examen de la situación de nuestros libros de texto, los principios básicos de planificación, normalización y economía de escala que, aplicados en la mayoría de los países del mundo, han hecho posible la elevación del nivel de vida durante el siglo XX, de todos los países en vías de desarrollo. Comentamos:

¿Tableta o libro de texto? No es un tema que haya que discutir porque ambos medios o recursos pueden cumplir la misma función. Viajar en coche o en moto es distinto, pero se puede llegar al mismo lugar con uno u otro medio. En el caso del libro y la tableta, cada tecnología ofrece distintas posibilidades y la aplicación de una u otra debe plantearse en función del contexto cultural en que se aplique y de la capacitación y medios del profesorado y del colegio.

La tableta es más moderna, puede ser menos costosa, pueden reprogramarse y sustituirse sus contenidos y ofrece muchas posibilidades de intercambio y ampliación de la información disponible. Sus posibilidades de uso serán mejoradas y ampliadas en el futuro, a tenor de los servicios que cada día se le incorporan, y su tamaño y peso le colocan en situación ventajosa frente al libro.

El libro impreso está arraigado en nuestra cultura desde nuestra niñez y como el hombre es animal de costumbres, hemos hecho ley de nuestra costumbre. Nos cuesta desterrarlo. Su futuro lo podemos imaginar si pensamos que los primeros libros se escribieron sobre tablillas cerámicas.
¿Los textos? Francamente me parece un despropósito que existan casi once mil libros de texto para nuestra enseñanza obligatoria. Concretamente he leído que son 10.839. No creo que deba haber más de doce en los cursos superiores, ni más de 150 para la totalidad de los cursos. ¿Cómo escribir un buen libro de texto o cómo controlar la calidad de más de diez mil? Un ejemplo: Tengo conmigo un tratado de botánica “El Strasburger” que fue editado por primera vez en Alemania conjuntamente por varios profesores de la Universidad de Bonn en 1884, hace aproximadamente 125 años. La edición que tengo en mi mano es la 35ª y data de 2004. Cada tres años y medio, aproximadamente, se vuelve a editar el libro, revisado, corregido y actualizado por un equipo de prestigiosos profesores e investigadores universitarios, que año tras año recogen sugerencias y críticas sobre la última edición. Nunca ha estado ni estará obsoleto.

¿Le costaría mucho al Ministerio de Educación sostener un grupo de expertos que cada año fuesen revisando los libros de matemáticas, química, biología, geografía y otras? ¿No contribuiría dicho texto único, en soporte papel o soporte informático a evitar discriminaciones territoriales artificiales y absurdas?

¿Cuánto se ahorraría si los textos, para todo el territorio nacional, permaneciesen varios años sin cambiar o simplemente grabando cada año los textos corregidos sin coste alguno para el alumno? ¿Cuánto ganaríamos en calidad didáctica y documental si los textos estuviesen redactados por pocos y reconocidos especialistas?

No hay más razones para oponerse a estas medidas que las que habría para que cada Comunidad, cada pueblo o cada colegio decidiese un tipo de enchufe distinto para sus electrodomésticos. ¿Acaso hay que replantearse o recordar a alguien, las ventajas de la normalización de elementos o los ahorros de las economías de escala para abaratar el precio aumentando el número de unidades producidas?

¿A quién se le ha ocurrido escribir y operar sobre el propio libro dejándolo inhabilitado para otro estudiante? ¿Cuánto más barato y cómodo es hacer un cuaderno para ese mismo fin?¿Cómo no se les cae la cara de vergüenza a los políticos cuando hablan de economía sostenible?
¿Las editoriales? Tienen un gran quehacer, pero seguirán haciendo lo mismo. ¿Para qué van a invertir y esforzarse en pensar para cambiar si siguen encontrando el kilo de funcionario a precios tan asequibles?

Los niños cargados con sus mochilas ahítas de libros, los padres con problemas de pagos y yo llorando. No me libro. Estamos en septiembre.