La marcha sobre Barcelona

En la dulce Cataluña los mandamases independentistas o soberanistas se comportan de un modo que recuerda al duce italiano


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AMANDO DE MIGUEL

Hay veces en que la historia se repite como farsa, según dijera el clásico tan citado como poco leído. En 1922 Benito Mussolini se hizo con el poder en Italia con un golpe de efecto, de imagen. Se puso a la cabeza de una masiva manifestación que se llamó enfáticamente y con una metáfora militar “marcha sobre Roma”. El duce era muy teatrero, ostentoso, jacarandoso. Le importaban sobre todo los símbolos, los emblemas, los gestos. La cosa acabó mal veinte años más tarde, pero esa es otra historia.

En la dulce Cataluña los mandamases independentistas o soberanistas se comportan de un modo que recuerda al duce italiano. Es la misma táctica de movilizar (otra voz militar) a las masas de los adeptos y los adictos, los que esperan beneficiarse si en Cataluña siguen mandando los suyos. Se apela al sentimiento, a los nuevos símbolos: el lazo amarillo, la bandera estrellada, la camisa republicana de color rosado o asalmonado. Se anima a los seguidores para que llenen calles y plazas de Barcelona con ánimo festivo. Cantan “Los segadores”, un himno que parece una melodía eclesiástica, pero violento, agresivo.Nada menos que nos van a cortar el cuello con una hoz. Es una herramienta que manejan muy bien los segadores.

Puede parecer un disparate comparar a los separatistas catalanes con los auténticos fascistas italianos, pero la imaginación es libre. Nótese que en la Cataluña actual el Parlamento lleva cerrado meses, sin perjuicio de que sus diputados sigan cobrando. “La pela es la pela, tú”. Al igual que en la Italia de hace un siglo, el Parlamento catalán ya no se va a abrir más. También veo diferencias entre los fascistas italianos y estos nuevos populistas catalanes. En Italia se trataba de sustituir abruptamente una clase gobernante por otra. En Cataluña los independentistas se ocupan de asegurar que van a seguir mandando los mismos, los de siempre, solo que sin las odiosas ataduras del Estado español. Aceptan la incorporación a sus filas de algunos hijos de inmigrantes, siempre que se muestren más fanáticos que nadie. Ya se sabe, el fanatismo del converso.

Estos renovados fascistas catalanes se disfrazan de dialogantes, porque es lo que se lleva. Además,les falta valor para rebelarse del todo. Las revueltas de Cataluña respecto a España han resultado todas fallidas, incluida la de 1714, cuya derrota ahora se celebra como victoria.Pirro no fue tan desgraciado.

El famoso “diálogo” no es más que el viejo argumento de “solo cabe aceptar lo que yo digo”. La clave está en suponer que “Cataluña es una nación”, pero es algo que también suscribe algún ministro catalán del Gobierno español. Así que está todo dicho.