Los huesos del tirano

El mausoleo del Valle de los Caídos siempre ha sido un despropósito, una chulería del dictador, que quería dejar su sello, a base de muchos más muertos, construyendo su faraónico mamotreto que afea la sierra de Madrid.


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MARIO SANZ CRUZ

No hay manera de enterrar el pasado sin aclarar las cosas. Han transcurrido casi ochenta años desde que acabó nuestra desgraciada guerra civil y nunca se han cerrado las heridas. Una guerra civil que diezmó la población, dejó cientos de miles de muertos, incontables heridos física y sicológicamente, media España represaliada y toda inmersa en una larga noche de la que aún no hemos amanecido del todo.

Las llagas no se cierran porque muchos políticos de derechas siguen empeñados en justificar el injustificable régimen que instauró Franco, sin reconocer el desastre que supuso la guerra para este país y sin reconocer que nunca ha habido la más mínima justicia para los vencidos.

Los partidos de izquierdas hablan de memoria histórica pero, tras varios gobiernos socialistas, tampoco se ha conseguido gran cosa. Hasta ahora, nadie ha tomado las riendas de la memoria para acabar de cerrar este espacio tan negro en nuestro pasado, para que quede claro lo que fue, para que este país se convierta, de una vez, en una democracia verdadera, sin lastres del pasado; que la derecha sea una derecha moderna, no un engendro tardofranquista añorante, y la izquierda sea una izquierda social, que se dedique a pensar en las clases más desfavorecidas, sin tener que perder tiempo y esfuerzos en quejarse de la falta de justicia histórica. Esperemos que este precario gobierno actual consiga lo que nadie ha conseguido hasta la fecha.

El mausoleo del Valle de los Caídos siempre ha sido un despropósito, una chulería del dictador, que quería dejar su sello, a base de muchos más muertos, construyendo su faraónico mamotreto que afea la sierra de Madrid.

 Aunque se saquen los huesos del viejo tirano, dudo que el Valle de los Caídos se pueda reconvertir en un lugar de memoria para todos, porque está demasiado contaminado y demasiado identificado con los grupos residuales que llevan toda la vida fomentando el recuerdo de cruel generalísimo; pero es un paso.

Es alucinante que tantos años después de la desaparición del pérfido dictador, aún se sigan dando subvenciones y se permita que campen a sus anchas los grupos que justifican el genocidio que perpetró. Una persona puede tener las ideas que quiera. Se puede ser de derechas, de izquierdas, de centro o indefinido, pero no se pueden justificar los asesinatos, los abusos y las vejaciones, tratando de negarlos o echando la culpa al otro bando, que era el estado legítimo. La venganza y el ensañamiento fueron la tónica general de los vencedores, hasta el punto absurdo de convertir en rebeldes a los que defendían la legislación vigente, y condenarles por auxilio a la rebelión y otras retorcidas interpretaciones de la realidad.

 Que los familiares de Franco se lleven los restos del tirano y los pongan donde quieran, en la intimidad, pero que dejen de hacer exhibición y ostentación pública de sus desgraciadas hazañas. Que se permita, de una puñetera vez, que las familias de los muertos, que yacen en cunetas y en fosas comunes, puedan enterrar a sus seres queridos donde ellos elijan. Que los políticos de la derecha más recalcitrante dejen de echar sapos y culebras por la boca, y que nos dejen pasar página a todos.

 A ese respecto, muchos de los que le dan mala fama deberían aprender de Carboneras, donde se sufrió la guerra y la represión posterior, pero todo se saldó sin ningún muerto. No hay cunetas ni fosas comunes que abrir en este pueblo.