«Los dólmenes son puertas de energías vinculadas a la magia»

Manuel Pimentel, escritor, editor, y productor de programas de divulgación arqueológica




ALMERÍA HOY / 11·08·2018

La última novela del exministro Manuel Pimentel, quien estuvo en Antas este viernes presentándolo, lleva por título Dolmen, un tipo de construcción que los hombres comenzaron a erigir hace 6.000 años y todavía siguen irradiando una extraña energía que muchas almas continúan percibiendo.


- ¿Cuál es la vinculación de su novela Dolmen con esas construcciones prehistóricas?

- La novela tiene un trasfondo megalítico, esa construcción prodigiosa cuyos ejemplos más antiguos están en España y la más grande en Antequera, pero la trama se sitúa en la actualidad. Trata de un asesinato vinculado a este dolmen andaluz. Por cierto, no somos conscientes de la riqueza megalítica que tenemos muy cerquita de nosotros. Desde Los Millares a Menga.

- Sin embargo, a la mayoría le atrae ese aire de misterio que les rodea.

- Es cierto que los dólmenes han estado siempre rodeados de un halo de misterio, vinculados a la magia. Son puertas de energía y ya su visión resulta enormemente atractiva. Yo me he impuesto la tarea de transmitir mi pasión por ellos.

- ¿Hay lugares más adecuados que otros para levantar ese tipo de construcciones?

- Claro que existen. El lugar adecuado para esas y cualquier edificación es aquél en el que te sientes bien. Los romanos encargaban el emplazamiento de sus ciudades a un augur. Existe una base física, que no científica, para poder explicarlo. Es el mismo caso de los zahoríes. No sabemos por qué, pero a todos se les tuerce la vara en el mismo punto. Muchas iglesias antiguas están construidas sobre dólmenes. Tal vez por eso transmiten tranquilidad a todo el que entra y se sienta en uno de sus bancos, sea o no creyente.

- ¿Se pueden medir esas energías?

- Hay algunas energías del tipo que estamos hablando que sí se pueden medir y las hay que no, aunque puedan sentirse. Es posible que exista una razón geológica para explicar por qué nuestros estados de ánimo son diferentes en un ambiente calcáreo y en uno silíceo. No sabemos medir esa energía, pero la sentimos del mismo modo que el zahorí recibe las ondas electromagnéticas.

- ¿Se trata, por tanto, de un magnetismo con capacidad de atracción?

- En mi caso, sin lugar a dudas. Yo he podido visitar recientemente la tumba del gran maestre templario Arnaldo de Torroja en la iglesia de San Fermo, en Verona, descubierta hace unos meses, y he observado cómo tiene inscrito el ónfalo griego, un símbolo de uso religioso cuyo origen está en el oráculo de Delfos y representa la piedra que Zeus dejó, presuntamente, en el centro del mundo. A mí me atraen esas piedras. Siempre que paso cerca, no sé por qué, pero acabo parando en el dolmen de Menga, el de Valencina o en la Piedra de los Gitanos, en Montefrío.

- En cualquier caso, se trataría de algo muy subjetivo que no tiene por qué causar el mismo efecto a todas las personas.


- Reconozco que hablar de energía en estos términos es muy subjetivo. Pero yo me pregunto, ¿por qué nos sentimos bien en algunos lugares e inquietos en otros? ¿por qué Almería es una tierra donde uno se siente bien? Puede ser por la luz, el paisaje, la gente… Porque tiene una arqueología tan rica como la de Los Millares, El Argar o un Paleolítico muy desconocido, pero que ofrecerá grandes sorpresas. No lo sé a ciencia cierta, sin embargo, ocurre y es un dato objetivo.

- ¿Es el territorio, entonces, la fuente de la que mana la energía?

- Hay sitios que la tienen por razones telúricas o por motivos geológicos. El punto energético es el mismo pero ¿puede el terreno impregnar de esa energía a las personas en un lugar determinado? Es una probabilidad. De hecho, cuando alguien comparte una romería o un rito dionisíaco, su subconsciente queda de alguna forma impregnado exactamente igual que en una situación de sugestión.

- Es cierto que cada vez van a más esas manifestaciones de religiosidad colectiva pero, en el terreno más íntimo, ¿corren malos tiempos para la espiritualidad?

- No. La componente espiritual del hombre no se está perdiendo. Otra cosa es cómo la expresamos hoy. El magma espiritual nos compone y está en nosotros. Nuestros más remotos antepasados recurrían a plasmarlo en pinturas que realizaba en las paredes de cuevas y abrigos. Con el tiempo aparecen nuevas formas de espiritualidad, retrocediendo la occidental ante el auge de la oriental. A mí me llama la atención cómo se hacen ricos los echadores de cartas. Es una creencia vergonzante que nadie reconoce en público, pero la prueba de que existe está en las cuentas corrientes de esta suerte de chamanes contemporáneos.

- Una creencia tan vergonzante como la de los programas de televisión rosa, que gozan de la mayor audiencia aunque nadie confiesa verlos.

- Es el triunfo de la sociedad del espectáculo, pero no es excluyente con otra sensibilidad. Yo recuerdo las tardes de mi infancia en Algodonales, cuando la familia y los vecinos se juntaban en la puerta de las casas a cotillear. Ahora, esa pasión se satisface en torno a la tele. En principio, no es algo nocivo o dañino. El problema surge cuando se convierte en la única fuente de curiosidad. El cotilleo ha sido una constante en las sociedades humanas, pero las redes sociales lo multiplican hoy. También crece, del mismo modo, una cierta espiritualidad de consumo pero, además, otra más consistente. Recordemos, en ese sentido, que la ciencia se empeñó en declararse atea allá por el siglo XVIII. Sin embargo, en el XXI se confiesa agnóstica. No niega aquello que no logra probar, aunque afirma la razón en la prueba. La comunidad científica no deja de asombrarse ante cada nuevo descubrimiento de la Física.

- ¿El cotilleo también estaba presente en las conversaciones del hombre de las cavernas?

- Las conversaciones de nuestros antepasados eran muy actuales. No han variado mucho los temas sobre los que se hablaba hace 2.000 años y ahora. El alma humana es muy constante. Homero escribió en la Ilíada sobre las mismas pasiones que se describían en la Biblia o en las novelas que se publicarán mañana. Siempre están presentes los mismos intereses materiales, sentimientos idénticos y ese vasto espacio llamado espiritualidad o mundo esotérico.

- Un mundo sobrenatural pero, ¿y el natural?

- También se combina con ese interés con el que existe por la naturaleza. Cuando éramos pocos, no nos importaba tanto el equilibrio ecológico, pero ahora somos muchos y su estado condiciona nuestra supervivencia. En mi caso ha estado siempre presente. De niño iba con mi padre de caza y a visitar cuevas. Y, claro, mi generación contaba con Félix Rodríguez de la Fuente, que nos abrió los ojos a ese mundo.


«BELLEZA EFÍMERA»

- Usted vive junto a Medina Azahara, un conjunto que ha sido declarado recientemente Patrimonio de la Humanidad, ¿cómo se convive con algo así?

- Es una satisfacción enorme contemplarlo cada mañana y saber que fue una suerte de Versalles que duró sólo 80 años. Una hermosa alegoría de la flor como belleza efímera.

- ¿Qué le parece que Aragón se declare nacionalidad histórica?

- No me hace ninguna gracia. Cada vez que leo algo así me siento menos libre y más pobre.