Manos limpias

¿Qué pensarían los españoles si contemplaran dos montones de dinero en uno de los cuales se dispusiera todo el dinero robado y en el otro todo lo malgastado? ¿Cuántas veces superaría el segundo montón al primero?


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CLEMENTE FLORES

Hoy la corrupción. ¿Tiempo de catarsis?

Hace unos días explicaba a una de mis nietas la diferencia que existía entre el error absoluto y el relativo. Le contaba que con un error relativo del 1% si alguien te disparaba apuntándote a la cabeza desde 100 metros, se produciría una desviación absoluta de un metro por lo cual tu cabeza no peligraba. Si con el mismo error relativo del 1% te disparase desde una distancia de 10 metros te acertaría de pleno por que la desviación sería de 10 cm.

Pregunta: ¿Qué pensarían los españoles si contemplaran dos montones de dinero en uno de los cuales se dispusiera todo el dinero robado y en el otro todo lo malgastado? ¿Cuántas veces superaría el segundo montón al primero? He colocado deliberadamente este exordio aquí para matizar mi comentario a esa pregunta-aseveración que muchos ciudadanos se hacen ¿Cómo puede progresar un país si no hay dinero para todos los ladrones que han entrado en la política sólo para robar?

Esta conclusión colectiva, a mi modo de ver bastante gratuita, da lugar a una situación que está haciendo mucho daño a la imagen de España como país, porque la hace menos fiable y al sistema democrático, porque muchos españoles cuestionan sus bondades y piensan que la corrupción es una enfermedad inherente al sistema democrático. Afecta también, y mucho, a la convivencia diaria entre ciudadanos que quieren sentirse bien con las ideas que profesan, con otros conciudadanos que no piensan como ellos y con los partidos a los que han votado, porque esperaban de ellos lo mejor.

La situación es de tal calibre, que por mucho que uno mire hacia todos lados es difícil encontrar personas o instituciones públicas en las que puedas confiar, que transmitan la imagen de mantener una moralidad sin fisuras, que sean respetables y que esté pertrechada con una muralla de decencia y honestidad.

Los recientes acontecimientos que han dado lugar a la caída del Gobierno, pese a los indudables aciertos económicos que con referencia al Gobierno anterior había obtenido, puede que de paso a un periodo obligatorio de catarsis para la clase política que nos vendrá bien a todos. Hoy, a los que piensan que la corrupción es un fenómeno que nos ha llegado como si viniese inoculado en el sistema democrático, me permito recordarles que hace casi 400 años, el 14 de enero de 1622, el valido de Felipe IV, una especie de Presidente del Gobierno de la época, intentando sanear la economía buscó la «limpieza de manos», decretando «que todos los ministros que fueren escogidos o promovidos para cargos públicos al tiempo de su elección o promoción den inventario de las haciendas que tienen».

Todo venía motivado porque su antecesor en el cargo, el Duque de Lerma, se había hecho inmensamente rico por su habilidad en manejar el tráfico de influencias, la corrupción y la venta de cargos públicos. Tras haber comprado medio Valladolid consiguió que el Rey trasladara allí su Corte y cuando había consumado su gran operación inmobiliaria influyó para que volviera a Madrid. El que era su mano derecha Francisco Calderón, fue condenado por corrupción y ajusticiado. Él se «aforó» haciéndose nombrar cardenal de la Iglesia. Su sucesor, que quiso sanear la economía, tuvo que dimitir cuando por desacuerdos fiscales con Cataluña y Portugal ambos territorios amenazaron con separarse.Fue apartado del poder y murió en Toro, acosado por la Inquisición.

Hoy estamos gobernados por los partidos políticos que son grandes empresas comerciales de asesoramiento y gestoría. Como las ONG, teóricamente viven de cuotas voluntarias y donaciones privadas y además tienen asignados subvenciones, ayudas para gastos electorales y aportaciones por parte del Estado y de algunas Comunidades.

Los gastos de los partidos han sido en la realidad superiores a los ingresos y para paliarlo, han recurrido en general a aumentar los ingresos en base al cobro de comisiones por la adjudicación de obras y servicios.Para ello han creado dentro, o al amparo de los partidos, otras organizaciones paralelas para la recaudación y distribución de estos ingresos. Como «el que parte y reparte se lleva la mejor parte» estos «servidores», recaudadores de fondos inconfesables para el partido, suelen desviar para sí, en beneficio propio, buena parte del dinero captado mediante «mordidas» y comisiones.

Este es uno de los orígenes de la corrupción, pero no es el único. Encuestas no públicas, sobre motivaciones de las personas que ingresan en algún partido u organización política, vienen a concluir que más del 85% lo hacen con interés por medrar y muy pocos por vocación o ideología.
A las tramas organizadas para pervertir los contratos públicos en beneficio de los partidos se vienen a sumar,por esta causa, la de los que, ocupando cargos de responsabilidad organizan, por el mismo o parecido método, una red de captación de ingresos ilegales en el ámbito de su poder.
¡Viva Fernando y sigue robando! Lo que en principio parece ser un caso aislado se acaba extendiendo como una epidemia a la que nadie pone freno, porque nadie se atreve a enfrentarse al sistema. Entre enfrentarse abiertamente a la petición de una comisión, con el peligro cierto de quedarse sin una adjudicación o entrar en el club de los adjudicatarios, los empresarios optan por pagar la mordida. La bola se hace cada día mayor porque los corruptos se sienten impunes y el fenómeno es tanto más negado y silenciado por los políticos de arriba, cuanto más conocido y aireado es en los círculos privados.

La situación crece tanto que nadie se atreve a tomar cartas en el asunto y a atajarla porque nadie es capaz de poner puertas al campo. Toda burbuja va aumentando sus posibilidades de explotar cuanto más grande se hace y así ha ocurrido en el caso del PP y Convergencia, y en los años noventa sucedió con el PSOE.

Tengo la sensación de que en la reciente moción de censura muchos ciudadanos estaban preocupados y recelosos de que triunfara Pedro Sánchez, pero también tengo la sensación de que había muchos más deseando que el PP cayera para acabar con la situación generalizada de enfado y mala uva que la corrupción había generado.

Cuando un absceso está lleno de pus hay que limpiarlo y extirparlo para evitar infecciones y contaminaciones.Que corra el aire nos limpie la atmósfera que respiramos. Es tiempo de catarsis y no de lamentaciones.