La blasfemia, la injuria y la libertad de expresión

En algunos países es delito negar el Holocausto, pero se puede negar el Holodomor, las consecuencias del “Gran Salto Adelante” o el genocidio armenio, sin que el sable jurídico se desenvaine


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JUAN LUIS PÉREZ TORNELL

Creo recordar que en un antiguo estatuto o reglamento de la Guardia Civil se instaba a los guardias a utilizar el sable sólo «cuando las palabras no basten». Como ya nadie lleva sable habría que reflexionar sobre la inocencia de las palabras, respecto a su reprensión más allá de lo moral, del buen o mal gusto o de lo que los usos y costumbres consideran, en cada momento, punible. Y si las palabras o los actos deben ser libres como el viento o las ventosidades y exentas de la represión de lo jurídico (sable metafórico que pende últimamente sobre los “artistas”, por llamarlos de alguna manera), y ser exclusivamente censuradas por la corrección política o los usos sociales.

Hay varios ejemplos recientes: el rapero que instiga artísticamente la muerte de los guardias civiles, el actor que hace uso de su derecho a cagarse en dios, en la virgen o en los santos, dando por prevalente su derecho a la libertad de expresión, o, en otro orden de cosas, el honrado industrial malagueño que ha creado una línea de chacinas y vinos (marca “Rufián”,variedad “charnego”) para su venta por Internet denominada “pigdemont”, su icono es un simpático cerdito con abundante flequillo y gafas.¿es reprensible todo esto?. «¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?».

¿En qué momento hay que utilizar el metafórico “sable” para cercenar la libertad de estos simpáticos personajes? ¿Es acaso sagrada la libertad de expresión ahora que no hay nada sagrado? En Holanda un osado político extremista ha convocado un heroico concurso de caricaturas de Mahoma. Preséntese usted si tiene redaños.

En algunos países es delito negar el Holocausto, pero se puede negar el Holodomor, las consecuencias del “Gran Salto Adelante” o el genocidio armenio, sin que el sable jurídico se desenvaine.

Cosas del positivismo jurídico.

Yo creo que el sable no debe desaparecer, porque su presencia tranquiliza las escaladas verbales que pueden trascender mas allá de lo que exige la buena crianza a todo aquel que no es un rufián. Pero creo, eso si, que el derecho penal debe ser sustituido por la infracción administrativa y la reprensión sobre el patrimonio o la prestación en su caso de trabajos en beneficio de la comunidad: pintar un cuartel de la guardia civil, que buena falta les hace, vestir santos ahora que escasean las vocaciones, o aprender a bailar sardanas, refinada tortura.

El sable de lo penal es demasiado pesado para esgrimirlo contra todos estos idiotas que buscan su minuto de gloria. Parafraseando a De Quincey, se empieza por una pequeña caricatura sin importancia, de esas que provocan doscientos muertos, y se acaba no acudiendo a la mezquita los viernes.

Estas cosas son como el derecho a ir desnudo por la calle. No es delito, pero tampoco son necesariamente agradables, ni inexcusablemente artísticos determinados desnudos y la exoneración del vientre en la vía pública so capa de uso de la libertad de expresión.

El insulto a los católicos, como el martirio, no es más que una prueba de su fe y de su aguante. Peor que Willy Toledo era Diocleciano, hay que dar gracias a Dios. Prueba de ello es la mansa respuesta del párroco, entre mártir, hereje y gilipollas, permítaseme la injuria sin “animus iniuriandi”, que permitió a Willy Toledo exponer su derecho a cagarse en dios, en su parroquia y justamente bajo la imagen de un cristo de buen tamaño.