EL 'VAR' contra el humanismo cristiano

El único «VAR» digno de respeto y consideración es el que se escribe con 'b'


..

JUAN LUIS PÉREZ TORNELL

El único «VAR» digno de respeto y consideración es el que se escribe con 'b'. Es una sólida institución hispánica de socialización, heredera del ágora griega o el foro romano en la que, sin apenas subvenciones, se practica el diálogo y el contraste de pareceres, esa opinión razonada y con matices que nos hace más libres y tolerantes, que nos hace mejores ciudadanos, en definitiva.

En el Bar, personas sapientísimas y prudentes demuestran su nivel de competencia como seleccionadores nacionales y, otros, o quizás ellos mismos, sientan cátedra de expertos en derecho penal, y con desenvoltura y sencillez corrigen la errónea doctrina tanto de los tribunales menores como del Tribunal Supremo o solucionan con brevedad y elegancia el problema de la inmigración o la insurgencia catalana.

Quién es capaz de todo ello ¿acaso necesita la satánica tecnología para establecer si ha habido o dejado de haber penalti o fuera de juego? Por supuesto que no.

Sobre ser innecesaria es, además, inconveniente, impide el libre examen y la sana discusión entre iguales. Obliga a que los parroquianos repriman sus emociones, con lo malo que es eso, aceptando mansamente lo que una máquina y un sanedrín sin rostro tenga a bien decidir. En esos minutos de horrible incertidumbre la gaseosa de la pasión pierde toda su fuerza y el gol ya no lo ha metido nuestro héroe, que carece ya del impulso necesario para lanzarse en plancha sobre el suelo, ser aplastado por sus compañeros o hacer esas figuras y piruetas que adornan la consecución del gol.

El intervalo de suspense no añade, sino que resta la efímera emoción del gol o la duda metódica del fuera de juego. Regla, por cierto, incomprensible y no suficientemente explicada en su utilidad por ningún barista ilustrado.

El gran hermano “Ojo de halcón”, desempodera y anula al parroquiano del bar y al oficinista de la única expansión que le quedaba. En el fondo es una agresión más a la libertad, una negación del debate, un culto a la tecnología inhumana que no deja resquicio a la posibilidad ni al misterio, a las sombras de la duda que nos hacen reflexionar sobre la injusticia del penalti, que es una metáfora de las injusticias de la vida y sus paradojas. El penalti injusto o el alevoso fuera de juego inadvertido ya no tienen resquicios por los cuales hacernos meditar sobre la futilidad de las empresas humanas y la flaqueza o venalidad de los árbitros.

El árbitro humano pierde así su merecida y útil condición de chivo expiatorio y sacrificable por los pecados de la comunidad, en favor de un frío, aburrido e inhumano dispositivo al que no se le puede discutir ni insultar. Las sombras divertidas y fantásticas de la sospecha son disueltas por la luz cegadora del quirófano. ¿Hay cosa menos estimulante?

La tecnología, que tantos juguetes nuevos nos proporciona, y nos fascina y nos atrae con sus inventos, como la luz a las polillas, de forma silenciosa e imperceptible va haciendo cada día la vida más uniforme, más gris. Elimina la sorpresa y la artesanía, los monstruos y los OVNIS, la belleza de la imperfección y las sombras inquietantes y seductoras de la umbría.