El elegido

Y así lo aprendieron antaño los filisteos y, hogaño, otros gigantes que se burlaron de un David contemporáneo, conocido con el nombre de Juan Pedro, exhibiendo su estatura al tiempo que le exhortaban a crecer


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SAVONAROLA

Hoy, hermanos míos, os voy a hablar de David, un pastor que nació en Belén, cuyo nombre, en hebreo, quiere decir «el elegido de Dios». El hombre que logró unificar el territorio de los judíos e incluso expandirlo, hasta comprender las ciudades de Jerusalén y Samaria, Petra, Zabah y Damasco. Fue uno de los grandes gobernantes de Israel y padre de otro de ellos, Salomón.

David, antepasado de Nuestro Señor Jesús, es considerado tanto por judíos, como por cristianos y musulmanes como un rey justo, valiente, apasionado; guerrero, músico y poeta. Según la Biblia, él fue elegido por el mismísimo Dios en persona para gobernar Israel. Además, se le atribuye la autoría de gran parte del Libro de los Salmos.

Sin embargo, amadísimos discípulos, tal vez su hazaña más conocida sea su victoria sobre un gigante llamado Goliat de Gat, de seis codos y un palmo de estatura, lo que vienen a ser 2,90 m, y miembro de las tropas de choque filisteas. Precisamente, el gigantón había desafiado al ejército israelita durante cuarenta días, proponiendo que escogieran a su mejor hombre para hacerle frente. En palabras de Goliat, si él resultaba derrotado y muerto por el israelita, los filisteos serían esclavos de Israel, pero si sucedía lo contrario y era él quien mataba al escogido por el pueblo de Dios, los israelitas serían esclavos de los filisteos. Los hebreos temían en gran manera a Goliat y se escabullían del reto. De hecho, llevaban cuarenta días haciéndolo. Hasta que apareció en escena David, cuyo padre le había pedido que viajara al campamento para saber cómo estaban sus hermanos mayores y llevarles algo de comida, y escuchó el desafío del gigante.

Según la Biblia, queridísimos hermanos, la condición de pastor llevó a David a estar preocupado por defender a sus rebaños de los ataques de fieras salvajes y, utilizando su talento, se servía del cayado y una honda para mantenerlas a raya.

Así, pertrechado de su talento, el cayado y la honda, se presentó ante el rey Saúl y se propuso para luchar contra el gigante con semejantes armas y, una vez obtenida su anuencia, David se vistió con la armadura del rey, pero al no estar acostumbrado a utilizarla, se deshizo de ella y se dirigió al campo de batalla solo con su honda.

Por el camino recogió cinco piedras lisas en un arroyo y se plantó delante del gigante Goliat. Éste se burló de él y tuvo en menos al más joven de los hijos de Jesé que se presentaba para tener un combate singular con él. Pero David proclamó: «Toda la Tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y toda esta asamblea sabrá que no por la espada ni por la lanza salva Yahvé, porque de Yahvé es el combate y os entrega en nuestras manos».
Con su honda, David le incrustó una piedra en la frente a Goliat y, cuando cayó, aprovechó para cortarle la cabeza con la espada del propio filisteo.

Después de vencer al gigante, David consiguió la confianza del pueblo.

Esta historia nos enseña, hermanos míos, que nunca hay rival desdeñable. Y así lo aprendieron antaño los filisteos y, hogaño, otros gigantes que se burlaron de un David contemporáneo, conocido con el nombre de Juan Pedro, exhibiendo su estatura al tiempo que le exhortaban a crecer.
Y nuestro Juan Pedro creció y consiguió la confianza del pueblo convirtiéndose, así, en su elegido, el pequeño pastor que venció a Goliat con el disparo certero de 2.052 papeletas lisas arrojadas a las urnas.

De esa manera, llegó a ser el rey justo, valiente y apasionado que dice la Biblia de quien le antecedió hace 3.000 años al otro lado del Mediterráneo.

Empuñó el cayado y, callado, fue mejorando las cuentas de su reino, rebajando la deuda que le oprimía desde los 14 millones con que lo encontró a los 4 que aún le quedan. Mas, en lo económico, no ha sido esa la única batalla que ha enderezado, sino que también ha librado a su pueblo de las lanzas en forma de millones de euros que le apuntaban desde la Residencia Geriátrica que había avalado su Goliat.

Tras rebajar la tensión política en su territorio gracias al trato fácil y asequible que tiene por norma en su carácter, que ha hecho olvidar la crispación y las discusiones fuera de tono en el debate cotidiano, ha expandido, como aquel David, el terreno de sus competencias, haciéndose cargo de la ejecución de una obra singular, como hacer visitable la Geoda Gigante -con G mayúscula, como Goliat-, lo que no ha conseguido hacer otra administración mucho más robusta –con J mayúscula, como Jayán- que firmó un convenio para hacerlo.

Su afición a las piedras, vestigio de su condición de hondero, ya le ha empujado a colocar la primera piedra de esa obra, además de la de un magno espacio escénico en el que más de 500 personas podrán disfrutar del teatro y la música, dos de sus pasiones confesables.

Como confesable es, hermanos, que un hijo de su pueblo, cuando llega a regirlo, se afane y presuma de embellecerlo con pasión y zonas verdes, recuperando tradiciones olvidadas y mejorando los accesos para facilitar la vida de quienes habitan un municipio emprendedor y laborioso
En fin, hermanos míos, esta es la historia de un hombre orgulloso de su tierra y de haber llenado de vida y dotado durante todo el año de los servicios que merece a San Juan de los Terreros, la perla de su costa que día a día ve crecer en habitantes. Os he hablado de Juan Pedro, cuyo nombre, en pulpileño, quiere decir «elegido por el dios pueblo». Vale.