Hoy he escuchado a un político decir lo que piensa

Criado en un rincón de Guipúzcoa, lindando con la frontera de Francia y la muga de Navarra, ha crecido en el territorio español donde seguramente, transitaban a diario más etarras


..

CLEMENTE FLORES

No lo conozco personalmente. Se llama Borja Sémper y es el portavoz del PP en el Parlamento Vasco. A través de internet me informo de que se afilió al partido con 17 años y que a los 21, en el año 93, ya era concejal de Irún y a los 23, primer teniente de alcalde. Si recojo estos datos lo hago para explicar mi convencimiento de que Borja Sémper admirador de Miguel Ángel Blanco, ha debido sentir durante muchos años la presión de andar día y noche, mientras estudiaba o trabajaba,sabiendo a ciencia cierta que ETA le tenía entre sus objetivos.

Criado en un rincón de Guipúzcoa, lindando con la frontera de Francia y la muga de Navarra, ha crecido en el territorio español donde seguramente, transitaban a diario más etarras. El hecho de que hoy yo hable de él, no tiene nada que ver con su ideología o su adscripción política, sino con las declaraciones que ha formulado en un programa en directo en la cadena 24 horas de televisión española el día 20 de abril.
Hablando sobre el reciente comunicado de ETA, anunciando su próxima disolución, el director del programa solicitó del político vasco un comentario sobre el comunicado conjunto que los obispos de Navarra, País Vasco y Bayona, habían lanzado tras el comunicado de ETA.

En ese momento yo esperaba una salida del tipo «yo diría, con honestidad y respeto, teniendo en cuenta, etc.» que es un lenguaje lleno de tópicos y rodeos usual en políticos que no se comprometen con nadie ni con nada. Sémper me sorprendió al decir que contestaría, tal como sentía, aún a sabiendas de que su contestación probablemente caería mal en algunos sectores de su propio partido. «Yo no puedo dar a la jerarquía eclesiástica el perdón que me pide porque han sido muchos años de mirar para otro lado intentando buscar equilibrios entre víctimas y victimarios».

La entrevista sacudió rincones de mi memoria largo tiempo ignorados revolviendo imágenes de mi pasado que creía aparcadas sine díe.
Normalmente un señor como yo, nacido en Almería, que nunca ha sido funcionario, que no ha ocupado jamás cargo público y que no ha militado ni pertenecido a ningún partido político u organismo relacionado con una ideología concreta, no es probable que tenga que tener relación alguna con la banda ETA. No es mi caso.

En los años setenta dos estudiantes vascos simpatizantes o pertenecientes a ETA fueron detenidos en Zaragoza y los padres del chico me rogaron que interviniera para hacer llegar hasta su hijo, preso en la cárcel de Carabanchel un recuerdo de ellos. La chica había escapado de la guardia civil arrojándose por una tapia tan alta que no pudieron seguirla. Sus padres recibieron pocos días después cartas remitidas desde Francia donde supuestamente había recalado. Años después, cuando volvió sin cargos, dijo a sus padres que mientras escribía desde Francia estuvo escondida, primero en un convento vasco y luego en un convento catalán donde fue secretamente trasladada, antes de llegar a Francia.

Mi segunda relación tuvo lugar el día 21 de junio de 1993 a las 8.15 de la mañana, en Madrid, cuando iba, como todos los días, a trabajar.En el momento que circulaba por el paso superior de la glorieta de López de Hoyos, a unos siete metros de distancia, ETA hizo explosionar cuarenta kilos de amosal. Hubo siete muertos uno de los cuales cayó en el paso superior junto a mi coche.

Hoy, un cuarto de siglo después, me entero de que mi muerte, de haberse producido, hubiese sido un efecto colateral necesario de la lucha por la liberación del pueblo vasco y, de que los queme habrían matado y de los curas que me hubieran negado una misa, hoy pedirían perdón y seguirían tan tranquilos. A mí, como al señor Sémper, ciertos cinismos sectarios y ciertas declaraciones ambivalentes,utilizando un lenguaje secular propio de sepulcros blanqueados, me sacan de quicio.

Mi postura es que antes de pedir perdón uno debe haber hecho un examen profundo del mal que ha producido y de todas las repercusiones sobrevenidas de sus acciones y omisiones. Obras son amores y no buenas palabras. Acabo de releer despacio la pastoral que los obispos vascos de Bilbao, San Sebastián y Vitoria emitieron el 29 de mayo de 2002 con ocasión de que el Gobierno español «pretendía» ilegalizar Batasuna para debilitar el apoyo que esta formación ofrecía a ETA.

¡Con la iglesia hemos topado Sancho! Las medias verdades son medias mentiras y lo mismo costaba decir que la sociedad vasca era una sociedad bien avenida en muchos aspectos de la convivencia,aunque el miedo y el hedor de la muerte flotasen en el ambiente, como decir que miles de ciudadanos viven entre nosotros sufriendo la zozobra continua por la suerte de su vida, su integridad y su libertad. Cuando la pastoral habla de un proyecto integrador, matiza que no puede imponerse por la fuerza ciega o por el imperio de la ley. Para evitar dudas, la iglesia justifica su papel «en base a que ha recibido del Espíritu Santo un sedimento inagotable de esperanza escatológica». Ni una condena clara de la violencia. Merece la pena leerla.

La contrapartida,en cuanto al fondo, la claridad y la forma, la encontramos en un documento del Gobierno Vasco que recoge un Plan Vasco para la Educación aprobado en 2007 cuatro años antes de que ETA anunciase que dejaba definitivamente de matar. «La deslegitimación de la violencia y la educación en valores democráticos son factores decisivos que preparan y predisponen a una sociedad para una convivencia más justa basada en la igualdad y en la asunción del pluralismo como su principal seña de identidad».

Hoy son visibles los resultados del trabajo en favor de esa política por la educación en valores democráticos. Por eso me ha parecido conveniente traerlo aquí. Al igual que el Sr. Sémper quiero expresar libremente lo que pienso, aunque no le guste a algún amigo.