España no es una democracia

Cierto es que tanto el PP como el PSOE son partidos nacionales y han estado al frente de los Gobiernos de España en los últimos lustros. Pero no se pueden considerar nacionales del todo. En Cataluña no hay PSOE, sino un partido de los socialistas regionales que es más o menos afín al socialismo, digamos, español. Al PSOE le gusta decir que es una “formación”, más que un partido, y sus órganos directivos se titulan “federales”, cuando España no es un Estado Federal. El PP no existe en Navarra, otra región privilegiada por el Estado. Ambos partidos, PSOE y PP, parecen más bien una coalescencia de “baronías” regionales


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AMANDO DE MIGUEL

¿Pero es que en España no hay partidos y elecciones? También hay todo eso en Venezuela. ¿Pero España no es reconocida como una economía desarrollada por el resto de los países más prósperos? Sí, al igual que China. Ni Venezuela ni China son países propiamente democráticos. Oficialmente lo son todos los Estados del mundo, los que se sientan en las Naciones Unidas. Sin embargo, preciso es reconocer que esa organización admite todo tipo de regímenes.

Podríamos acordar que España, desde 1978, es formalmente una democracia, es decir, con todos los requisitos externos que así la definen. La mejor prueba es que la Constitución de 1978 la aprobamos los españoles en elecciones libres por una amplísima mayoría. También es curioso que en Cataluña esa mayoría casi llegó a la unanimidad.

No obstante, España se halla lejos de los estándares de una democracia consolidada, como puede ser la británica o la norteamericana. Tenemos, sí, un sistema de partidos, pero a algunos de ellos les falta una condición imprescindible para que podamos hablar de una democracia como Dios manda. A saber, los partidos deben aspirar a la representación de todos los españoles, no solo a una parte definida de ellos. Es evidente que los partidos nacionalistas del País Vasco y de Cataluña no se proponen representar a todos los españoles sino solo a los de su respectiva región. Por tanto, no son democráticos. A pesar de lo cual, cuentan con una desproporcionada presencia en el Congreso de los Diputados. No es que se trate de partidos residuales, testimoniales. Los Gobiernos de España, desde 1978 hasta la fecha, han desarrollado sus programas con el apoyo expreso y continuo de los nacionalistas vascos o catalanes. Naturalmente, esa colaboración ha supuesto una serie de ventajas o privilegios para sus respectivas regiones. Es decir, en buena teoría, esos partidos han funcionado más como grupos de presión, y muy exitosos, que como partidos.
Tanto en Cataluña como el País Vasco gobiernan los respectivos partidos nacionalistas, que ahora se declaran abiertamente secesionistas. Nadie parece alarmarse con una situación que se opone de modo explícito a los principios constitucionales.

Cierto es que tanto el PP como el PSOE son partidos nacionales y han estado al frente de los Gobiernos de España en los últimos lustros. Pero no se pueden considerar nacionales del todo. En Cataluña no hay PSOE, sino un partido de los socialistas regionales que es más o menos afín al socialismo, digamos, español. Al PSOE le gusta decir que es una “formación”, más que un partido, y sus órganos directivos se titulan “federales”, cuando España no es un Estado Federal. El PP no existe en Navarra, otra región privilegiada por el Estado. Ambos partidos, PSOE y PP, parecen más bien una coalescencia de “baronías” regionales.

Como puede verse, son muchas las limitaciones básicas a lo que debería ser una auténtica estructura democrática de partidos. Lo malo es que no se ven trazas de que una cosa así vaya a cambiarse por otra mejor. Por mucho que se hable de reforma constitucional y de “regeneración” de la vida política, nadie se plantea alterar nuestro peculiar sistema de partidos políticos. Por tanto, seguimos siendo una democraciasui géneris, a la española. Hace más de un siglo había “regeneracionistas” y nada consiguieron los pobres. Entonces como ahora nuestro auténtico régimen político es el de “oligarquía y caciquismo”. Con una particularidad, que ahora el tamaño de la producción nacional es mucho másgrande y sobre todo los Gobiernos controlar una parte mucho mayor de esa tarta, que llaman PIB. Por tanto, no es de extrañar que la corrupción política haya supuesto cotas inadmisibles en todos los partidos que han gobernado.