¿En qué trabajan realmente los congresistas?

En estos momentos el Parlamento español no ha aprobado los presupuestos porque unos partidos se niegan incluso a discutirlos, no es no, y porque otros dicen que no los aprobarán mientras esté vigente en Cataluña el artículo 155 de la Constitución, cuestión que a muchas personas como yo le cuesta trabajo relacionar con los presupuestos


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CLEMENTE FLORES

La mayoría de los españoles estamos sufriendo desde hace algunos años los recortes presupuestarios de muchos servicios básicos que repercuten en su calidad. A base de repetirse un año y otro, parece que nos hemos acostumbrado a sufrirlos y a aceptar que la sanidad, la educación y otras prestaciones sociales pierdan calidad porque disponen de menos recursos económicos cada año que pasa.

En estos momentos el Parlamento español no ha aprobado los presupuestos porque unos partidos se niegan incluso a discutirlos, no es no, y porque otros dicen que no los aprobarán mientras esté vigente en Cataluña el artículo 155 de la Constitución, cuestión que a muchas personas como yo le cuesta trabajo relacionar con los presupuestos.

No le va a la zaga el partido en el gobierno que no admite enmiendas ni a la de tres y bloquea cuántas iniciativas le viene en gana.

Pienso que las discusiones del presupuesto deberían estar centradas enmuchos problemas que preocupana los españoles como la falta de especialistas en los grandes hospitales, o la pérdida de poder adquisitivo de la tercera edad, o la pérdida de plantilla de investigaciones como la Plataforma Solar de Almería y del Instituto Español de Oceanografía, o en el futuro de los jóvenes que tienen que emigrar, en inversiones dedicadas a crear riqueza, en infraestructuras racionales que sirvan para algo útily que no se queden cerradas tras inaugurarse etc. etc.

Discutir un presupuesto es analizar cuáles son y qué origen tienen los ingresos y si son justos y razonables los impuestos. También es unaocasión para analizar la estructura de gastos y justificarlos en base a la racionalidad de su empleo y a las políticas sociales que cada partido proponga. ¿Cuántas partidas inútiles podrían suprimirse del presupuesto si se le examina detalladamente? La discusión de los presupuestos debería publicitarse de forma que los ciudadanos supiesen lo que cada partido quiere hacer con sus impuestos y con su dinero que es el dinero de todos.

Cuando intentamos acercarnos a la postura que mueve a los distintos grupos del Parlamento y escuchamos de sus portavoces, latiguillos y eslóganes en vez de análisis razonados,uno no sabe a ciencia cierta si nuestros parlamentarios trabajan para El Estado, si están al servicio de los partidos, si buscan fundamentalmente su propio beneficio, si defienden exclusivamentelos intereses de sus votantes o si sienten que están al servicio de todos los ciudadanos sin discriminación de filiación, ideología o lugar de nacimiento.

¿Cómo es posible no cabrearse escuchando las razones para no discutir, analizar ni aprobar como se ingresa y se gasta el dinero del país? ¿Cómo extrañarnos que se hayan gastado miles de millones en aeropuertos sin aviones, en desaladoras que no se han puesto en marcha, en AVES sin viajeros y en hospitales sin médicos especialistas, si no se discuten los presupuestos?

Los presupuestos no son el único tema de desencuentro entre nuestros políticos incapaces de pactar a largo plazos temas tan vitales como la educación. La imagen de nuestros políticos es de rifirrafe continuo hasta el punto de que cualquier ocasión de aproximación de posturas previo a un acuerdo,pacto o colaboración suena inmediatamente como si fuese una traición a su electorado o a sus principios. La calle en muchas ocasiones, sea a través de medios informáticos o en conversaciones cara a cara, da muestras de una serenidad, sensatez y sentido común que los partidos no muestran.

El Parlamento nos muestra un guirigay de intervenciones donde cada cual, animado por su exacerbado narcisismo, parece buscar el lucimiento personal lanzando eslóganes banales y superfluos sin método ni discernimiento tratando de mostrar el ingenio personal, y el desacuerdo permanente con el adversario, sea cual sea el tema a discutir y la postura adoptada.

Con la Constitución en la mano, ley que en principio no parece discutible, y ciñéndonos al problema catalán, es increíble que cinco meses después de producirse la “tormenta perfecta” no exista acuerdo entre “todos” los partidos del congreso sobre el futuro deseable y posible.
Nuestra clase política está viviendo una legislatura tan cómoda como irresponsable y ha montado en el congreso una serie de chiringuitos que utiliza como trincheras desde donde ataca y zahiere con balas retóricas y ruidosas a los enemigos de sus partidos con quienes comparten cuatro años sabáticos pagados por todos nosotros.

Unos parlamentarios que no hacen leyes, ni discuten presupuestos ni son capaces de llegar a acuerdos porque así lo llevan en su ADN, nos obligan a preguntar ¿En qué trabajan realmente los congresistas que,con su inoperancia, no cesan de escupir en el plato donde comen?