Descomposición

Tiene la desalación el pequeño problema de sus elevados costes y de que no producen, como los pantanos, energía eléctrica. Pero no todo van a ser ventajas, claro


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JUAN LUIS PÉREZ TORNELL

La descomposición visigótica de la nación española, ahora que casi todo concepto, por abstracto que sea, se representa visualmente, no es la imagen de los sediciosos catalanes utilizando con bellaquería, para romper su propia razón de ser institucional, los instrumentos que la Constitución puso en sus manos Y que previa y necesariamente juraron cumplir.

Tampoco exactamente la de las mismas autoridades navarras que intentan coaccionar resoluciones de la Audiencia Nacional manifestando en las calles su escaso respeto por esa cosa tan desagradable y obsoleta que es la separación de poderes. Tampoco la exhibición de coherencia de determinados partidos y sindicatos que hacen y dicen cosas en determinadas partes que se avergonzarían de hacer y decir en otras. Tampoco, caído el velo de respeto y veneración que preside las mentiras, la de la contemplación vergonzosa y vergonzante de una Universidad española, supuesto templo de la sabiduría y la ética, convertida en mercado de simonías y promoción de parientes.

Para mí la imagen de la incuria, la desidia y el resumen de la España invertebrada y secularmente cainita es, en estos días, la de los miles y miles de metros cúbicos que el Ebro, desbordado, incapaz de sujetar y controlar las aguas de la España húmeda, arroja primero fuera de su cauce…y al final al mar, cuando hace solo unos meses la sequía amenazaba incluso a Galicia, y abría todos los telediarios.

Es cierto que los pantanos y los trasvases son instituciones franquistas, y que al igual que el Marqués de Comillas, el Almirante Cervera, Hernán Cortés y otros fachas, sólo esperan a ser desmontados de sus pedestales y sustituidos por la alquimia de la desalación que Zapatero, con escasos conocimientos de hidrología ni de nada en absoluto, proclamó como la buena nueva que convertiría los resecos campos del solar patrio en un nuevo Jardín de las Hespérides.

Tiene la desalación el pequeño problema de sus elevados costes y de que no producen, como los pantanos, energía eléctrica. Pero no todo van a ser ventajas, claro.

Sería deseable aunque improbable que en este asunto no decidieran los políticos ni los periodistas, ni siquiera los economistas u otros nigromantes, sino que fueran los ingenieros de Caminos Canales y Puertos, que debe haberlos, los que abandonasen su mutismo casi delictivo, y partiesen a la búsqueda del Santo Grial del equilibrio y la solidaridad, esa palabra ya tan sobada que da un poco de asco.

Pasadas la inundaciones y el recuento de daños y ayudas a zonas declaradamente catastróficas, volverá la sequía adonde siempre, Almería y Murcia, y volveremos a rumiar en qué nos gastamos el dinero que no tenemos en cosas que no necesitamos. Y en otoño volverá a caer el agua a destiempo donde no deba y donde Dios quiera.