Voces de igualdad

No hace mucho, la polémica giraba alrededor del piropo, con partidarios y detractores aduciendo todo tipo de argumentos para sustentar sus opiniones. Para mí, el piropo es una antediluviana costumbre que puede rayar, muy fácilmente con el acoso


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MARIO SANZ CRUZ

A pesar de que el tema catalán se empeña, con ahínco, en ocupar todo el espectro informativo, aún siguen quedando huecos por los que se cuelan otros temas, y cada vez se mete más en la actualidad la falta de igualdad entre sexos, poniendo en evidencia nuestras carencias en ese injusto asunto. La verdad es que me alegro de que ese tema no pierda vigencia, porque es la única manera de que se tomen medidas y se avance en la «buena dirección», de verdad.

La semana pasada se hablaba de la reivindicativa gala de los premios Goya, en la que se ponían de manifiesto las diferencias y se pedía justicia a la hora de valorar el papel de la mujer en el cine.

A primeros de año, en los medios se habló mucho de la brecha salarial, de esa increíble diferencia entre sexos a la hora de recibir un sueldo por realizar el mismo trabajo. Algo que ninguna mente medio normal entiende pero que existe y no hay manera de erradicar. Una brecha que va en contra del sentido común de los que se la plantean, pero que está enquistada en nuestra sociedad, sin que los empresarios, los gobiernos o los jueces hagan nada efectivo para que desaparezca.

No hace mucho, la polémica giraba alrededor del piropo, con partidarios y detractores aduciendo todo tipo de argumentos para sustentar sus opiniones. Para mí, el piropo es una antediluviana costumbre que puede rayar, muy fácilmente con el acoso. Porque, aunque haya mujeres a las que les halague y hombres que crean que están haciendo una gracia, no entiendo qué derecho tienen los machillospiropeadores para dirigirse a una mujer que no conocen, para incomodarla, para juzgar sus atributos, su estilismo o su físico sin que ella les haya dado permiso. Cada uno puede pensar lo que quiera, pero no tienen ningún derecho a expresar su opinión machista en público y en voz alta.

Hace unos días, seguimos con las polémicas sobre igualdad, esta vez alrededor de si hay que decir «portavoz» o se puede decir «portavoza», si el lenguaje es machista, si hay que cambiarlo o hay que decir todo en masculino y femenino, como hacen los políticos.

Para mí, obviamente, decir «portavoza» es una chorrada, porque «portavoz» no tiene género y el género se lo da el artículo. Pero ese no es el tema. Está claro que el lenguaje es machista en general, ya que el genérico se asimila al masculino, así que por ahí está bastante claro. Pero yo no me dedicaría a repetir todo terminándolo en «o» y después en «a», o viceversa. Creo que sería más efectivo, mientras conseguimos que las cosas cambien, ir metiendo palabras más genéricas, que las hay, como «personas» en vez de «hombres y mujeres», «la humanidad» en vez de «el hombre», «la audiencia», «la sociedad», etc.

El hecho de que se hable tanto de la desigualdad, es una mala noticia porque quiere decir que la desigualdad es evidente; pero también quiere decir que, al menos, una parte de la sociedad está concienciada y está empeñada en erradicarla.

Aunque sea machista, que lo es, el lenguaje no es el mayor problema. El mayor problema está en nuestra mente. Si nosotros nos vemos como iguales, seremos iguales, diga lo que diga la RAE. Si no nos vemos como iguales, no hay manera; ni lenguajes ni leyes van a hacer que cambiemos de mentalidad. Eso sí, podríamos intentarlo con la educación, desde pequeñitos en casa y en el colegio. Seguramente sería mucho más efectivo a la larga.