Terror en las escuelas

Se trata de un episodio que se repite una y otra vez: un joven, armado hasta los dientes, irrumpe en una escuela y empieza a disparar a todo el que se mueve. Casi siempre es abatido por la policía, pero después de haber producido una masacre y aterrorizado a la población. Da la impresión de que el asesino en serie lo que quería era la fama, aunque fuera tan trágica y efímera


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AMANDO DE MIGUEL

Me refiero a las escuelas de los Estados Unidos. El fenómeno es único en el mundo, pero adquiere en seguida un eco universal, debido a la influencia que tiene todo lo norteamericano. Dios quiera que no lo imitemos en España o en el resto de Europa, dada la capacidad mimética que tiene todo lo que procede de los Estados Unidos.

Se trata de un episodio que se repite una y otra vez: un joven, armado hasta los dientes, irrumpe en una escuela y empieza a disparar a todo el que se mueve. Casi siempre es abatido por la policía, pero después de haber producido una masacre y aterrorizado a la población. Da la impresión de que el asesino en serie lo que quería era la fama, aunque fuera tan trágica y efímera.

No se puede despachar el asunto con el argumento de que siempre hay locos sueltos. Sí, pero las matanzas de las escuelas solo se producen en los Estados Unidos. Una causa específica de esta locura es que en ese país se pueden adquirir libremente todo tipo de armas, no solo pistolas. De hecho, en casi todos los hogares hay armas, y no solo de caza. Es casi imposible restringir la venta y uso de armas porque en los Estados Unidos uno de los grupos de presión más poderosos es la Asociación Americana del Rifle. Es algo que para los europeos resulta incomprensible.

Después de la última matanza en Florida el presidente Trump ha propuesto una solución verdaderamente insólita. Nada menos que los profesores se provean de armas cuando vayan a la escuela a dar sus clases. Es evidente que el remedio sería peor que la enfermedad, pero Trump sabe que su reelección depende mucho del apoyo que le pueda dar la Asociación Americana del Rifle. Hay que imaginar lo que sería aplicar esa misma solución a la lucha contra el terrorismo islámico.

No solo está el caso de la violencia extrema en las escuelas. La tasa de homicidios en los Estados Unidos es una de las más altas del mundo, a pesar de que en muchos Estados de la Unión se halle vigente la pena de muerte para los asesinos. El problema reside en una tradición política y cultural, que procede lejanamente de Inglaterra, pero que se reforzó con la marcha de los pioneros hacia el Oeste. El principio, incluso constitucional, es que todos los norteamericanos tienen el derecho a poseer armas y defenderse ante una posible agresión. Así pues, les repugna que el Estado pueda mantener el monopolio de la posesión de armas para el Ejército y la Policía. Digamos que no han acabado de asimilar la esencia de un Estado moderno, que reside en ese tipo de monopolio legítimo.

Hay un factor coadyuvante. En las películas, videojuegos y series de televisión que se producen en los Estados Unidos la violencia explícita con armas es un suceso corriente. Casi se podría decir que resulta necesario para que la trama tenga éxito. Es decir, la población se va acostumbrando, mal que bien, a que las balaceras sean un asunto rutinario. Parece una desmesura, más, una degradación cultural, pero así es.

Sucede, incluso, que en muchas de esas obras de ficción el asesino aparece por el lado bueno, o por lo menos heroico. Es fácil imaginar que una cosa así cause estragos mentales en los adolescentes. Aun así, se supone que esos mismos estímulos se exportan a todos los países del mundo, pero solo en los Estados Unidos producen los resultados reales que comento. Por tanto, me inclino por suponer que funcionan más las otras causas de la tradición política norteamericana.