Rebelión en la granja

¿Es posible que alguien cuestione cualquier aspecto, por insignificante que sea, de cualquier iniciativa municipal sin que recaiga sobre él el odio eterno de la alcaldía? Se palpa la tormenta, aunque no huela a ozono


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CLEMENTE FLORES

Hoy mismo, viernes, me ha llegado la invitación para una charla informativa convocada para el próximo domingo en Mojácar. Va de vados «No al impuesto obligatorio. Si a la tasa voluntaria». La convocatoria como alguien podría pensar no la ha hecho el Ayuntamiento de Mojácar en plan informativo ya que suele practicar aquello de que el que manda es más obedecido cuando utiliza la coacción que cuando utiliza la concienciación. ¿Habrán sido algunos paisanos que se habrán alarmado al sentir que alguien les rasca directamente el bolsillo?

¿Es posible que alguien cuestione cualquier aspecto, por insignificante que sea, de cualquier iniciativa municipal sin que recaiga sobre él el odio eterno de la alcaldía? Se palpa la tormenta, aunque no huela a ozono.

No sé por qué, al recibir la noticia, como un acto reflejo, me ha venido a la memoria el libro de Orwell, 'Rebelión en la granja', escrito hace tantos años como yo tengo, que es una ingeniosa condena, fabulada de forma alegórica, de una sociedad totalitaria; donde se han manipulado las leyes y donde “todos los animales son iguales pero algunos animales son más animales que otros”. ¿Tendrá algo que ver una cosa con otra?

La mayor parte de los Ayuntamientos de España durante los pasados años han gastado alegremente sin atenerse a previsiones ni a presupuestos, como si el dinero público no fuese de nadie. La consecuencia inmediata de esta alegre forma de gastar sin control alguno ha sido la aparición de enormes déficits con deudas pendientes que pesan como una losa y que son una hipoteca para generaciones futuras.

Nadie ha castigado a los políticos locales por hacer estos «agujeros» y muchos de ellos siguen gastando alegremente, porque los sobresueldos, mordidas y comisiones no se les acaban mientras se vayan ejecutando obras e «inversiones». El Ayuntamiento de Mojácar es una clara muestra de cómo se puede gastar dinero alegremente sin control ninguno en obras inútiles, y costosas, que sólo benefician a unos pocos y que en muchos casos sirven además para destrozar el patrimonio histórico del pueblo.

Prisioneros de una insaciable voracidad por el dinero, con una nómina creciente e incontrolable, sin escatimar gastos,por inútiles que sean y con las arcas vacías busca dinero por donde sea y nada le es suficiente para equilibrar los presupuestos.

Agotadas las ideas para sacar dinero, se dice que recurre al asesoramiento de la Diputación que, aunque es una institución, no prevista en nuestra Constitución que parecía que moriría durante la Transición porque duplica en parte las funciones de la Junta de Andalucía, es un refugio y un paraíso para que algunos políticos manejen dinero a su antojo y favorezcan con total impunidad a los municipios donde gobierna su partido. Dinero es poder y la Diputación Provincial maneja poder porque maneja mucho dinero.

Con su asesoramiento o no el Ayuntamiento de Mojácar, al parecer ha lanzado una ordenanza sobre tasas con objeto de cobrar las tasas por licencia de vado que en mi opinión sobrepasa los límites de la legislación en que se ampara, y como ya viene siendo usual cada nueva ordenanza es motivo de controversia y polémica y en todos los casos siempre aparece la alcaldesa desafiante en el vórtice de la tormenta.

En casi todos los casos, y en este también, ocurre que la ordenanza en cuestión es una interpretación de alguna ley o norma superior a la que usualmente se da una interpretación «sui generis» en algunos puntos que, aunque aparentemente son un reflejo de la ley, en realidad son una interpretación tendenciosa y falsa de la ley que queda de manifiesto a la hora de aplicarla.La mejor herramienta para cuidar el campo, puede transformarse en un arma letal en manos de un demenciado.

Una tasa no es un impuesto. Por su carácter finalista la tasa se destina a financiar el coste del servicio que presta el ayuntamiento como en el caso de la recogida de basura y un impuesto como el IBI puede gastarse en otras cosas. ¿Cuánto se ha gastado el Ayuntamiento en construir vados?
La tasa de vados se paga por que se utiliza de forma privativa un espacio público y por eso ahora el Ayuntamiento «impone» una tasa de vados y no impone, al menos de momento, una tasa por andar por la calle.

Aplicar cualquier ley en Mojácar es problemático fundamentalmente por dos razones. La primera de ellas es consecuencia de que en los últimos 50 años todas las «leyes urbanísticas aplicadas» no eran legales, lo que da lugar a que la realidad urbanística consolidada sea una mezcla de legalidades e ilegalidades aparentemente «iguales». En segundo lugar, hay que contar con la «tolerancia» discriminada del Ayuntamiento que ha permitido, que se hagan calles sin aceras, con medias aceras, con espacios privativos, con vados, con escalones y con cientos de soluciones a cual más peregrina. El callejero de Mojácar no es público o privado en función de un proceso urbanístico legal documentado sino de la voluntad puntual de «alguna autoridad» que así lo decidió o de algún promotor del «urbanismo de la burra» del que escribí en su día.

Todo este batiburrillo se ha ido haciendo con un ataque constante de lo público, a veces enmascarado y otras no tanto.Son conocidos los casos de la «privatización» del subsuelo de la Plaza del Frontón y de los enfrentamientos y líos que ocasiona la construcción del paseo marítimo. (En ambos casos el artículo 132 de la Constitución se pasa impunemente por el forro).

Ahora cuando el Ayuntamiento pretende recaudar más dinero y alguien le recuerda que se preocupe de cobrar los vados, para desenlazar la madeja aparece la personalidad de la alcaldesa haciendo de las suyas. El título de la película podría ser 'Con él llegó el escándalo'.

Haciendo tabla rasa de las actuaciones municipales del pasado, actúa como un sumo sacerdote considerando que no sólo tiene la capacidad de hacer leyes a su antojo, sino que tiene la exclusividad y el poder para interpretar el resto de todas las demás. Por eso da licencias de vado ¿y de obras? e impone tasas, aunque no se las soliciten e intenta cobrar tasas por cruzar aceras que no existen. Surrealismo puro que incita a sentir vergüenza ajena.

No se puede gobernar eternamente interpretado torticeramente las leyes e imponiendo los intereses propios sin atender a las razones de los demás. Papá partido pepé no está en sus mejores días. El cántaro cuando va mucho a la fuente se puede romper en cualquier momento.
Orwell nos enseñó que los pájaros no pueden confiar en el gato y José Zorrilla adelantó el final en El Tenorio «tal como somos quedamos».
No al impuesto obligatorio. Si a la tasa voluntaria. Estamos contigo.