María Elvira Roca: «La historia de España no es la de un fracaso»

«En la matanza de la noche de S. Bartolomé hubo diez veces más muertos en Francia por la intolerancia religiosa que en toda la Inquisición»


..

ALMERÍA HOY / 12·02·2018

La profesora malagueña es hoy una de las más reputadas investigadoras que está poniendo luz para desmontar la historia que nos han contado. María Elvira niega categóricamente ‘La leyenda negra’ sobre España. Ha trabajado en el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) e impartido clases en la prestigiosa universidad norteamericana de Harvard. Su último ensayo, Imperiofobia y Leyenda Negra (Siruela, 2017), ha vendido cerca de 60.000 ejemplares en apenas un año. En él se pregunta “por qué surgen” las imperiofobias, “qué tópicos las configuran y cómo se expanden hasta llegar a ser opinión pública y sustituto de la Historia”. Una anormalidad que, en el caso de España, ha sido asumida por los propios españoles e, incluso, se premia.

¿La leyenda negra de España es un sambenito que comienza con Fray Bartolomé de las Casas?

La leyenda negra no comienza con Fray Bartolomé de las Casas, aunque su Brevísima relación de la destrucción de las Indias sirvió de munición y fue oportunamente utilizada al servicio de la maquinaria que ya se había puesto en marcha contra la hegemonía española. Pero la leyenda ya existía.

¿Fue una salida de tono en favor del enemigo?

Fray Bartolomé no estaba loco. Hay que entenderlo en su contexto. Él buscaba escandalizar. En el mundo católico, los sacerdotes exageraban en sus sermones desde el púlpito para inducir a una conducta moral. De las Casas provocó la discusión, el debate y la reflexión sobre el trato a los indígenas, lo que no estaba previsto era la utilización que hicieron de sus palabras en Flandes y la que perpetraron los británicos en sus territorios de ultramar.

En cualquier caso, fuera o no su voluntad, Fray Bartolomé les hizo un gran servicio.

El testigo presencial ofrece una coartada perfecta a los impulsores de la leyenda negra. La disidencia siempre existe pero no siempre cuenta con una maquinaria en contra tan enorme porque nadie había tenido antes un tamaño tan grande como el que llegó a tener España.

¿Existe un paralelismo con la leyenda negra que hoy sufren los Estados Unidos?

Los Estados Unidos están en ese camino, pero les queda mucho aún para alcanzar a la España de entonces. Con la visión que tenemos en Europa de Norteamérica, ya no nos resulta extraño que se les ponga a caer un burro por todo lo que hacen. Estamos acostumbrados a ese paisaje. Sin embargo, nadie les pide perdón cuando el tiempo demuestra que tenían razón, como tampoco les damos las gracias por todo lo bueno que hacen. Recordemos que han venido a Europa dos veces para sacarnos las castañas del fuego durante el siglo pasado. La prensa británica hablaba peor que mal de ellos durante la II Guerra Mundial mientras sus soldados luchaban para ganar una guerra que el ejército inglés tenía perdida. Y el resto de Europa participaba con alegría de las críticas a los yanquis.

¿Hay algo de verdad en nuestra leyenda negra o es, acaso, todo un invento?

Ninguno de los tópicos es falso. La Inquisición fue una forma de gestionar la intolerancia religiosa, un mal extendido por toda Europa, desde Gibraltar hasta la península escandinava. La tolerancia nació hace cinco minutos. Nadie admitía la opción religiosa del otro pero, si la estudiamos, la Inquisición no sale peor parada que la forma de gestionar la intransigencia en la Europa protestante. El Santo Oficio aportó humanidad y legalidad, sometió la intolerancia a un procedimiento judicial con garantías, mientras que en el resto del continente se linchaba y quemaba en la hoguera directamente y sin juicio a los presuntos herejes. La Inquisición no era una mentira, pero no era peor que lo ocurría en los demás países. Recordemos que el médico forense fue una creación de esos tribunales. Su misión era verificar la tortura.

¿Dice usted que había médicos presentes en las torturas que practicaba la Inquisición?

- La tortura estaba reglada en la Inquisición, no como en el caso de los protestantes, que se ejercía sin control y a unos niveles rayanos con la depravación. La Inquisición sólo permitía aplicar el látigo y el suplicio del agua. Estaba limitada a sesiones de 15 minutos y, si examinamos las actas de los procesos, sólo se ejerció sobre menos del 2% de los sujetos sometidos a juicio, de los cuales, sólo se aplicó una segunda sesión a otro 2% de ellos. En todo momento había un médico presente pendiente de que no se infligiera al interrogado mayor sufrimiento del que pudiera resistir, así como que no se traspasaran los límites establecidos por la normativa vigente.

¿Es que había un reglamento sobre la tortura?

Los inquisidores tenían manuales de funcionamiento. España siempre ha sido un estado organizado burocráticamente. Así, el Santo Oficio levantaba acta de cada caso y de cada paso que daba.

¿Y es cierto que la Inquisición ajustició a centenares de miles de pobres diablos?

Que en este lado de los Pirineos se haya tomado como verdad la leyenda de las decenas o centenares de miles de muertos a manos de la Inquisición cuando Henningsen, que era danés, y Contreras certificaron en 1977 que fueron 1.300 tras estudiar las actas de los 24.000 procedimientos que tuvieron lugar a lo largo de toda su existencia, me parece algo insólito. Sólo en la matanza de la noche de San Bartolomé, en 1.572, hubo diez veces más muertos en Francia por causa de la intolerancia religiosa. ¿Es que no hay en España historiadores que verifiquen las actas? Mientras, en nuestro país, galardonamos con el Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales a personas como Karen Armstrong, que comienza su libro Los orígenes del fundamentalismo en el judaísmo, el cristianismo y el islam asegurando que la intolerancia religiosa tiene su origen en España.

Claro, y eso hará que le lleven a usted los demonios.

Me llevan los demonios y los demonios deberían llevarse a todos los españoles al escuchar tamaña mentira y, encima, que nuestros gobernantes premien a quien la sostiene. Hay que actualizar la bibliografía. Queda fatal que no se tenga en cuenta el trabajo de las últimas décadas.

¿Es también una leyenda el expolio de riquezas de América o hay algo de verdad en ello?

De América únicamente venía a la península el quinto real de los tributos, el resto se quedó allí para levantar ciudades e implementar servicios como el de correos, el mejor del mundo, según Humboldt. Además, es de justicia recordar que, tras la independencia, se extrajo plata en mayor cantidad de lo que se venía haciendo hasta entonces y, sin embargo, todos los nuevos países que surgieron se sumieron en una decadencia que generó pobreza, narcotráfico y otras plagas.

¿A qué cree que se debió esa decadencia?

No basta con ser independientes, como creen algunos aún hoy. Es preciso saber gestionar y tener la capacidad de acuñar una moneda tan fuerte como el real de a ocho, la más estable que se recuerda. Fue la moneda global hasta unos límites ni tan siquiera alcanzados por el dólar americano. Su acuñación estaba garantizada, lo que le confería un valor intrínseco que nadie discutía. Llegó a ser el patrón utilizado en China y era de uso común en toda Asia.

Volviendo a Fray Bartolomé, ¿era tan indigno el trato que se profería a los nativos como él denunció en su libro?

En absoluto. El buen trato a los indios quedó garantizado ya en el testamento de la reina Isabel, que les confirió la categoría de nuevos súbditos. De todos modos, no vamos a negar que hubo una conquista, y eso comporta violencia. Pero al cabo de 50 años, lo que sucedió fue un proceso constante de integración. Hasta 1700, sólo acudieron a América 200.000 españoles, y se levantaron ciudades como Lima, en la que vivían 500.000 personas. Había gobernadores y corregidores indios, del mismo modo que la mayor parte de los estudiantes de sus universidades también lo eran.

¿Tan idílica era la relación entre colonizadores y colonizados? ¿no había ningún problema entre ambos?

Claro que los hubo. Conocemos los problemas porque los gobernantes y los clérigos informaban de ellos. Sabemos que hubo una gran mortandad debido a un choque viral contra el que se luchó con éxito gracias a los hospitales que se levantaron. Hubo violencia en un principio, sí, porque, como ya he dicho, todo comenzó con una conquista. Pero, para ser justos, tenemos que recordar que no fue la primera que sufrieron los pobladores de ese continente. Antes llegaron los aztecas. Cortés llevó 500 hombres a la costa oriental de México y conquistó todo el país gracias a que se le unieron 80.000 totonacas que eligieron luchar con él contra la opresión azteca porque España les ofreció mejores condiciones de vida. Después, no hubo ningún levantamiento.

¿Y la esclavitud? No pareció tener la magnitud que en las colonias británicas.

La esclavitud suponía un grave problema moral para el catolicismo. La Iglesia veía reprobable el comercio de seres humanos y lo combatía. Eso lo limitaba mucho. En Málaga hubo una lonja dedicada a la venta de esclavos y aún existe una calle que se llama de Los Negros porque allí vivieron muchos tras alcanzar la libertad. Los frailes mercedarios asistían a las pujas y ponían a caer de un burro a todo aquél que veían negociando. Pedían limosna para comprar esclavos con el fin de manumitirlos. Eso suponía un gran estorbo para el desarrollo de esa actividad en una sociedad como la de entonces. Un tal Pedro Blanco se asentó en Málaga en el siglo XIX. Había amasado una gran fortuna con el tráfico de seres humanos e intentó redimirse dedicándose a financiar con grandes sumas todo tipo de actos culturales y filantrópicos, por lo que llegó a ser reconocido con un título nobiliario. Sin embargo, un periódico local publicó el origen de su fortuna y fue inmediatamente despojado de su título.

Sorprende escuchar lo que usted nos dice después de conocer la Historia de España que siempre nos han contado.

Lo verdaderamente sorprendente es que, habiendo asumido esa visión tan catastrofista de su propia historia, un país como el nuestro se resista a morir. ¿Qué interés puede haber para seguir existiendo cuando el pasado fue tan horroroso como nos repetimos una y otra vez? Sin embargo, cuando todo parece perdido, España sigue adelante.

¿También después de Puigdemont?

Conociendo cómo nos las gastamos aquí, no tengo la menor duda de que Puigdemont y todos los golpistas catalanes acabarán sus días viviendo de una pensión pagada por el Gobierno de España.

¿Acabará la situación de Cataluña y las metástasis que puedan aparecer en otros lugares de España acabar con el Estado?

Para que se derrumbe un Estado, o un Imperio, es precisa la concatenación de unas tendencias centrífugas potentes con la existencia de pequeños poderes que se hacen fuertes hasta el extremo de plantar cara al Estado, y que éste no sea capaz de resistir su embate.

Y eso supone su sustitución por otro Estado, igual que cuando el Imperio español se desmoronó ocupó su lugar el británico.

Cuando se derrumba un Imperio, cuesta muchísimo sustituirlo. El español duró en todo su apogeo más de doscientos años. En Historia, doscientos años no son nada pero, como usted dice, al esplendor del español sucedió el británico, que sólo se mantuvo mientras duró el reinado de la reina Victoria, poco más de medio siglo.

Mucho más importante, entonces, el español, ¿no?

El romano y el español han sido, sin lugar a dudas, los más sólidos e influyentes imperios. Roma cambió la faz de Occidente, pero España cambió la del mundo. Deberíamos estudiar nuestra historia con más humildad.

Entonces, ¿podemos negar con rotundidad que la Historia de España sea la de un fracaso?

La Historia de nuestro país no es la de un fracaso. Eso es una posición extremadamente reduccionista. Tenemos que ser capaces de abrir el foco de nuestra visión. La autoflagelación a que nos sometemos los españoles es un error, nos perjudica y nos aboca a una visión falsa de los hechos que se han sucedido en el pasado.

Estimula saber que nuestros antepasados no lo hicieron tan mal como nos han dicho.

- Los españoles hemos hecho lo que otros han querido imitar, sólo que mejor. Desde hace dos siglos, hemos recorrido solos nuestro camino por la historia. Es verdad que hemos sufrido una guerra civil pero, mientras tanto, el resto de Europa ha padecido dos grandes conflictos de proporciones tan gigantescas que hemos convenido en ponerles el apellido de mundiales, por no hablar de una miríada de conflictos a escala más reducida. No todo lo vivido aquí ha sido malo. Los franceses van ya por su quinta república. Eso significa que llevan cuatro fracasos, al menos, en su mochila.