El tabú de la cadena perpetua

No se debe legislar para satisfacer a las víctimas de los delitos. Las leyes son para todos


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AMANDO DE MIGUEL

Comprendo que lo de la «cadena perpetua» suene mal, pero no se resuelve con el ñoñismo de «prisión permanente revisable» o similares. El meollo del asunto es si algún criminal merece pudrirse en la cárcel durante docenas de años. Entiendo que no. Mi opinión no se deriva solo del hecho de haber padecido yo una liviana condena de pérdida de libertad. Es el sentido común el que me dicta que ningún delincuente debe ser encarcelado por décadas o mientras viva. Ese castigo es un resto de épocas pretéritas en las que se aceptaba la pena de muerte, la esclavitud o los trabajos forzados. Es decir, se entendía la pena que marcaban los jueces como una forma de venganza.

Aunque solo sea como contribuyente, me resisto a aceptar el sistema carcelario actual, sobre todo si las condenas son para más de un año. En lugar de pena de prisión se debe sustituir por trabajos comunitarios y especialmente por un esfuerzo educativo hasta conseguir que el delincuente se rehabilite. Es lo que pide el espíritu de la Constitución y los sentimientos civilizados. Si, después de ello, el penado siguiera en sus trece, lo más probable es que su problema sea psiquiátrico; en cuyo caso la cárcel convencional sería una solución todavía peor.

Comprendo que ante un crimen horroroso (terrorismo, secuestro, violación, etc.) se muestren deseos de venganza, sobre todo si a uno le toca de cerca. Pero habrá que aguantárselos; eso es lo civilizado. La ley del Talión («ojo por ojo...») no consuela nada y, desde luego, no sirve para disuadir a futuros delincuentes. No se debe legislar para satisfacer a las víctimas de los delitos. Las leyes son para todos.

Soy consciente de que mi parecer no encaja en los programas de los partidos políticos parlamentarios, y son unos cuantos, demasiados. Pero es que yo no espero que me voten, ni aspiro a dirigir nada. Entiendo que sobre estos asuntos de moral pública los políticos están atados por el interés de mantener sus cómodas situaciones. Así que lo más fácil es apoyar la «prisión permanente revisable», por muy contradictoria que sea la expresión. Mientras se discute el asunto, la gente se olvida de la necesidad de replantear radicalmente el sistema penitenciario. Al menos, reconózcaseme que sobre el particular surgen muchas dudas. Ya se sabe, in dubio pro reo, esto es, en la duda, favorézcase al procesado. Todos podemos llegar a serlo.